A más de 68 años de su muerte, la vigencia de una de las máximas dirigentes políticas del país se mantiene. En esta nota, Nélida Cavalieri de 94 años, vecina de Villa Pueyrredón, cuenta anécdotas y vivencias junto a “Evita”, a quien conoció de cerca. Trabajó en el armado de la rama femenina del peronismo.
Por Mateo Lazcano
María Eva Duarte de Perón, “Evita”, murió hace ya más de 68 años. Su figura se mantiene vigente en la memoria colectiva, pero por el paso del tiempo, cada vez queda menos gente que pueda dar testimonio de vivencias o situaciones junto a uno de los mayores emblemas de la política argentina. Una de esas pocas, sin embargo, está más cerca de lo pensado, y en diálogo con este periódico, compartió parte de sus recuerdos.
Su nombre es Nélida Cavalieri, tiene 94 años y vive en el Edificio 7 del Barrio General San Martín, “Los Pabellones” de Villa Pueyrredón. En su memoria conserva anécdotás y vivencias con “Evita”, que, con calma, transmitió en un diálogo con este cronista por vía telefónica.
“Siento todavía en mi espíritu la presencia de Evita. Ella me acompaña”, cuenta Nelly. En la charla, no omite adjetivos: “fue la mejor persona del mundo, la más generosa. Ella veía a alguien sentado en el suelo y bajaba del auto y le preguntaba qué le pasaba. E inmediatamente pedía que le den una solución. Nunca le negó nada a nadie, no importaba si eras vieja, o joven, ella te solucionaba los problemas”, explica.
En el mismo sentido, Nélly narra una situación en “un acto en Villa Devoto”. “Una señora se quiso acercar a ella. La custodia intentó correrla, pero cuando Evita lo vio le dijo que no, que le permitan hacerlo, porque quería saber qué le sucedía. La mujer le dijo que el marido se había quedado sin trabajo y que ella tampoco tenía. Eva se sacó un aro de su oreja sin más para dárselo y que cuente con el dinero de su venta, y le agregó que luego se contacte con ella para tener trabajo. ¡A cinco minutos de conocerla!”.
Nélly tenía 20 años cuando el destino la topó con la “Jefa Espiritual” del peronismo. Según cuenta, supo que había un conflicto laboral en una zapatería en Villa Crespo en la que se estaba por despedir al personal. Y ante esa situación, sintió que tenía que pedirle ayuda a Evita. “Confiaba mucho en Eva y en Perón por lo que hacían por los trabajadores”, sostiene.
Le mandó una carta y a los tres días, recibió otra misiva para que se presente en la Fundación. “Eva me preguntó por qué había escrito eso, y le conté del aprecio que yo sentía por ella y su marido”, continúa Nelly.
Además de la intervención de Eva en el conflicto laboral, la carta significó una inesperada oferta. “Me preguntó si quería trabajar con ella. Yo estaba en ese momento trabajando en una casa de zapatos, distinta a la del conflicto. Y obviamente le contesté que sí”.
De acuerdo a su relato, “Evita enfatizó en que había que trabajar, en todo momento, sin importar los fines de semana, la noche o los feriados”. Y la citó para el día siguiente, a las 7 de la mañana, para comenzar a colaborar en el armado de la rama femenina del Movimiento Peronista, que se estaba conformando a poco de asumir Perón.
“Ella era muy cálida en la intimidad, y atenta. Estaba siempre pendiente de si necesitabas algo, o algún familiar estaba en problemas”, comenta. Y agrega otro detalle: “Te trataba de vos siempre, nosotros no la tuteábamos, a pesar de que era una muchachita, pero por la admiración que le teníamos”.
La labor de Nélly, según describe, era buscar mujeres y convocarlas a las unidades básicas, y estar atenta a las necesidades que tenían en los barrios, como un nexo entre el vecindario y los funcionarios, tarea que cumplió por varios años.
Para 1950, Eva enfermó. “Ella pesaba menos de 40 kilos, parecía un pajarito. Pero moría por el General, y quería que él estuviera contento. En el último tramo, Eva no dormía, estaba muy dolorida, pero cuando Perón se acercaba a verla, se hacía la dormida para tranquilizarlo”, menciona.
“Tuvo siempre mucha fe en Dios, vivió tranquila su último tiempo, con el padre Benítez al lado y entregada a su fe”, aporta sobre los días de julio de 1952. Ya sin Eva, el propio Perón mantuvo contacto directo con Nelly y sus compañeras.
Derrocado Perón, se vio forzada a retirarse a Capilla del Monte, Córdoba. Aprendió fotografía y logró evitar las vejaciones de la Revolución Libertadora contra quienes estuvieron cerca del gobierno peronista.
La vida la llevó a Nélly, tiempo después, a un territorio peronista en Villa Pueyrredón. El barrio en el que vive actualmente fue construido a fines de la década del ‘40, bajo el nombre original de “17 de octubre”. Fue una obra del Plan Eva Perón, financiado por el Banco Hipotecario Nacional.
Su último cara a cara con Evita ocurrió en 1974: yacía en su féretro luego de haber sido repatriados sus restos a 22 años de su fallecimiento y el secuestro de su cadáver.
En la Quinta de Olivos, Nelly y otras ex compañeras de la rama femenina se acercaron para verla. “Vuelva señora a la tierra, la necesitamos”, era su pedido, según narra, a varias décadas de ese hecho y a mucho más del breve pero intenso tiempo compartido con una de las personalidades más importantes de nuestra historia.