Estas líneas están escritas desde mi experiencia como bautizado y “militante” cristiano. Tienen que ver con esta “polémica” que en estos días se viene desarrollando en nuestro país en torno a la propiedad privada. Más que una reflexión teológica (que dejo a hermanos mucho más capacitados que yo) este escrito viene a ser un aporte a la reflexión común y a la búsqueda de ese Bien Común que nos acerca al Reino predicado por Jesús.
Por Fernando Parodi, ex sacerdote; párroco de la iglesia Cristo Rey de Villa Pueyrredón entre 1995 y 2005
En primer lugar, quisiera señalar que la Doctrina Social de la Iglesia NUNCA consideró a la PROPIEDAD PRIVADA un valor (o un derecho) ABSOLUTO, intocable. Más bien todo lo contrario; bastaría leer las encíclicas sociales, el Concilio Vaticano II (sobre todo Gaudium et spes) y lo escrito por el Papa Francisco para darse cuenta que el valor (derecho) fundamental es el destino UNIVERSAL de los bienes para TODOS los hombres: “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos” (G.S. 69a).
El derecho a usar de los bienes de la tierra constituye el derecho “primero y fundamental” respecto del cual la propiedad privada reviste un CARÁCTER SUBORDINADO.
Juan Pablo II (que fue un Papa muy conservador) en su encíclica social “Sollicitudo rei Socialis” (1987) dice: “Es necesario recordar una vez más aquel principio peculiar de la doctrina cristiana: los bienes de este mundo están originariamente destinados a todos. El derecho a la propiedad privada es válido y necesario, pero no anula el valor de tal principio. En efecto, sobre ella grava ‘una hipoteca social’, es decir, posee, como cualidad intrínseca, una función social fundada y justificada precisamente sobre el principio del destino universal de los bienes” (SRS 42).
Basten estos párrafos para que los cristianos nos demos cuenta que la propiedad privada no es un valor absoluto, intocable o como dijera el Ministro de seguridad de la pcia. de Bs. As. “un derecho innegociable” (sic). Más bien todo lo contrario.
En segundo lugar, NO me llama la atención el “silencio” que la Iglesia en Argentina (me refiero fundamentalmente al Episcopado, pero también de un vasto sector del laicado) viene teniendo con respecto a este tema (también con respecto a otros temas de corte social, como, por ejemplo, el aporte solidario que por única vez se les cobraría a los más ricos).
Históricamente ha sido un episcopado que dedicó la mayor parte de recursos (humanos, económicos, etc.) a las clases medias y las clases altas. Mayoritariamente fue y es un episcopado que estuvo (y está…?) del lado de las clases más poderosas y defendiendo esos intereses; de hecho la jerarquía eclesiástica en el 90% se nutre de esas clases. No es un juicio de valor; simplemente es una constatación histórica.
A la mayoría del Episcopado (y gran porcentaje del clero) le es muy difícil “empatizar” con las necesidades de los más pobres (a lo sumo pueden tener cierta simpatía), de aquellos que, al decir del Papa Francisco, carecen de las tres T: Tierra, Techo y Trabajo.
La mayoría de las actividades hacia los más pobres fueron y son “asistencialistas”, lo cual está bien: es muy necesario asistir a los más pobres con lo más esencial (ropa, comida, un techo temporal para pasar la noche). Poquísimas fueron y son las pastorales de “promoción” de los más pobres (reconocerlos en su dignidad, acompañarlos con recursos humanos y económicos para que sean artífices de su propio destino).
Entonces, el “SILENCIO” tiene que ver con esto: no se ve o no se quiere (o puede) ver esa dimensión social de la propiedad privada; que el derecho a usar de los bienes de la tierra constituye el derecho “primero y fundamental” respecto del cual, la propiedad privada, reviste un carácter subordinado. Reconocer esto implicaría una CONVERSIÓN espiritual, intelectual y social. Como la tuvieron San Arnulfo Romero, San Enrique Angelelli, San Carlos Mugica y tantos santos y mártires latinoamericanos, y tantos cristianos que hoy día comparten su vida y luchan junto a y con los más pobres.
Creo que todos los que nos llamamos y decimos cristianos, pero sobre todo aquellos cristianos que con muy buena intención tienen posiciones más de “derecha” (porque suelen ser los que defienden a ultranza el derecho a la propiedad privada como valor absoluto), que recibieron mayores posibilidades de formación ilustrada y mayores recursos pastorales, TODOS, debemos hacer una profunda CONVERSION a Dios Padre que creó los bienes de la tierra para TODOS los hombres y mujeres.
No podemos llamarnos cristianos de verdad, comulgar los domingos en la Mesa de la Fraternidad y defender la propiedad privada como derecho absoluto e intocable. ¡Eso no es de cristiano! Eso es profanar la Eucaristía que recibimos. Eso es NEGARLES a nuestros hermanos más pobres lo más básico que cualquier ser humano necesita para vivir y desarrollarse: Tierra, Techo y Trabajo; es NEGARLES el acceso a la Mesa Común de la CREACION.
La obra de Pablo Picasso “Guernica” puso al descubierto la crueldad de los que “triunfaron” en la guerra civil española. Guernica de octubre de 2020 del Gran Buenos Aires pone al descubierto la profunda inequidad e injusticia que vive la gran mayoría del pueblo pobre de la Argentina.
¡Que paradoja! Un Pueblo Argentino que desde sus entrañas y desde su historia se reconoce “cristiano”.