En los artículos anteriores trabajamos sobre la idea de si la economía cumple, o no, con las leyes de la termodinámica y de qué manera el dinero infringe la ley de conservación. En este nos enfocaremos en el principio de entropía.
Por Aldo Barberis Rusca
Supongamos que tenemos un recinto cerrado, hermético; nada del afuera puede entrar y nada del adentro puede salir. A este tipo de recinto se lo conoce como “adiabático” y su característica es que no intercambia calor, o sea energía, con el entorno. Esto significa que toda la energía que hay dentro del recinto se conservará en su lugar a pesar de sus posibles transformaciones.
(Aquí es donde entra el ingeniero a decir que la definición de adiabático no es esa y que bla, bla, bla. Ya lo sé, pero no es importante. Quédense con eso, piensen en un termo perfecto que conserva el agua para el mate a la misma temperatura para siempre)
Muy bien, supongamos ahora que antes de cerrar el recinto (cajón, cajita, cofrecito, usted me entiende) ponemos una lamparita alimentada por una pila, la encendemos y cerramos. Chau! A partir del momento en que conectamos el circuito la energía química que hay dentro de la pila se transformará en energía eléctrica que al llegar al filamento tornará en energía térmica más energía lumínica; proceso que durará mientras la pila tenga carga.
Con el tiempo la energía química de la batería empezará a decaer, la energía eléctrica será menor, la liberación de energía térmica y energía lumínica irán disminuyendo hasta que, en condiciones ideales, todas estas lleguen a cero. ¿Y dónde estará toda esta energía?
Pues, como el Primer Principio de la Termodinámica impide crear o destruir energía y nuestro ámbito impide que ésta se intercambie en el entorno, entonces estará confinada dentro del recipiente en forma de calor que se expresará como un aumento de la temperatura en el interior de forma tal que la suma de todas las energías al comienzo y al final del proceso es siempre igual. O lo que es lo mismo, la variación del calor es cero.
Ahora bien, si Dios fuera bueno y justo nos permitiría tomar toda esa energía en forma de calor y, por arte de algún birlibirloque volverla a meter dentro de la pila para tener luz nuevamente. Pues no, Dios es cruel y arbitrario y simplemente no nos deja hacer eso. ¿Se te apagó la lamparita? ¡Quedate a oscuras!
A no ser qué… Agarres un destornillador, abras la caja, saques la pila, la pongas a cargar, la conectes de nuevo y cierres la caja. Es decir; que apliques más energía. Porque el secreto de todo esto es que meter la energía dentro de la pila implica más energía de la que la pila llegará a entregar y eso es la base del principio de entropía.
Un estado A tendrá más entropía que un estado B si para pasar del estado A al estado B hace falta más energía que para pasar del B al A.
Crear un árbol insume más energía que la que puede dar como leña, construir un edificio requiere más energía que demolerlo. El estado caótico tiene mayor entropía que el estado organizado. Pero aunque esto parezca anárquico no lo es. Veamos.
Volvamos a nuestro recipiente, aunque esta vez no necesitaremos que sea adiabático, conque sea moderadamente estanco nos alcanza.
Supongamos que tenemos una pecera en este caso llena de agua y en una esquina depositamos una gota de tinta. La pecera está perfectamente equilibrada, en calma, no hay variaciones de temperatura, no hay corrientes de aire, movimientos o cualquier otra alteración que pueda generar corrientes dentro del fluido.
Lentamente la tinta del frasco comenzará a difundirse en el agua hasta que pasado cierto tiempo y gracias a procesos moleculares se encontrará uniformemente distribuida en el líquido. Obviamente este movimiento implica energía.
Ahora bien, si queremos volver a tener nuestra gota de tinta presumiblemente deberemos calentar el agua para destilarla. Debemos entregar mucha más energía para concentrar la gota de tinta que para distribuirla. Esto es válido en todos los órdenes de la vida. La riqueza, sin ir más lejos, vemos como se distribuye cual mancha de tinta en la sociedad para llegar a todos los rincones equitativamente.
(Acá me están diciendo que parece que no. Que la riqueza está cada vez más concentrada y que si la vemos en perspectiva parece la película de una explosión; pero pasada al revés)
Si la riqueza, el dinero en definitiva, fuera como quieren algunos, la energía que mueve la economía debería cumplir con este principio de entropía cosa que, como todos sabemos, no hace. Si seguimos con la metáfora de la explosión sería como si fuera mucho más fácil juntar todas las esquirlas, gases y partículas después de la explosión de una bomba que hacerla explotar.
Si la suerte nos acompaña próximamente veremos cómo se produce esta concentración y cómo el dinero no cumple, ni siquiera, con la Ley de Gravedad.