Luego del cierre de abril y mayo, segundo en tiempos de pandemia, los clubes de barrio paulatinamente recomenzaron sus actividades. En esta nota, directivos del Biblioteca Artigas y El Talar, del barrio de Agronomía, destacan la importancia del reencuentro y advierten sobre la necesidad de mantener los cuidados.
Por Mateo Lazcano
Entre noviembre y diciembre del año pasado, los clubes de barrio levantaron sus persianas, volvieron a recibir a parte de sus socios, y regresaron los entrenamientos a las canchas. Parecía que lo peor había quedado atrás, pero la llegada de la segunda ola de coronavirus, en abril de este año, obligó a un segundo cierre. Volver a ver las persianas bajas y pasillos vacíos y silenciosos impactó a los clubes de barrio. El impás fue más corto en el tiempo, y sobretodo los encontró mejor preparados para mantener el vínculo de manera virtual.
En Agronomía, los clubes Biblioteca Artigas, con su sede en la calle Navarro 2544, institución fundada en junio de 1941, y El Talar, en Nueva York 2960, desde marzo de 1931 en el barrio, experimentaron en julio el segundo regreso. Que esperan, aspiran y confían, será el definitivo. “Cada vez que se tuvieron que suspender las actividades deportivas, implicó un fuerte impacto en la realidad de cada club. Esta es nuestra segunda casa”, afirma Gustavo Naistat, prosecretario de “El Talar”.
“Las paredes no son nada, sin la gente el club no existe”, agrega en el mismo tono Beto Barabaschi, presidente del “Artigas”. Para este directivo, este retorno los encontró más ansiosos que en la anterior oportunidad, “porque lo que habíamos planificado hacer, como eventos para recuperarnos en lo económico, hubo que cortarlo”.
“Las actividades fueron regresando de manera progresiva, teniendo las precauciones necesarias como los protocolos de ingreso y egreso del club, toma de temperatura, sanitizar los elementos y grupos organizados en burbujas sin contacto en el desarrollo de las actividades”, cuenta Gustavo.
Beto revela que a la función de directivo se le debió sumar en este tiempo otra: contener e informar a padres y madres que, dubitativos, hacían múltiples consultas acerca de los riesgos de volver a enviar a sus hijos a las instalaciones.
“Tratamos – explica el presidente del Artigas – de ponerle toda la onda y la vibra que hay en los clubes. Vino un ingeniero de seguridad e higiene a hacernos un avalúo del aforo. Hubo que cambiar los horarios, porque este año hay colegios a diferencia del 2020, por lo que se sumó una dificultad extra para que nosotros organicemos las actividades”.
La cuestión económica fue un aspecto que los clubes debieron abordar entre las más complejas de los cierres. “Estamos en un lugar bien de barrio, en una zona de casas bajas, con muchos vecinos que tienen el mismo tiempo en el barrio que el club. El 80 por ciento de los socios vive cerca del club. En épocas normales, el 90 por ciento paga la cuota. De ese porcentaje, tres cuartos siguieron pagando normalmente, que fue algo que pedimos y solicitamos, aunque sea con lo que podían” señala Beto.
El directivo agrega que “la respuesta fue enorme, mucha gente pagó de más, todo el año entero en algunas ocasiones. Ese dinero fue todo para los profesores, para mantenerle parte del sueldo. La otra urgencia eran los impuestos, servicios, o arreglos, donde acumulamos deudas lamentablemente. Lo fuimos pateando, y cuando retomamos en diciembre buscamos afrontarlo, negociando quitas, pidiendo colaboraciones. No habíamos terminado de pagar y vino la debacle de vuelta”.
Gustavo, del Club El Talar, destaca que desde la Federación de Clubes e Instituciones Deportivas (FeDeCID), que integran, junto con otras organizaciones de clubes, se buscó trabajar en iniciativas a favor del sector, como la incorporación de estas instituciones al programa de recuperación productiva (REPRO2). Cuenta que hubo “permanente comunicación con el Ente Nacional de Comunicaciones y el Ente Nacional Regulador del Gas, así como el Ministerio de Turismo y Deporte”.
Este dirigente reconoce que las tarifas pendientes de pago “serán ahora el gran tema a resolver”, aunque confía en que habrá predisposición oficial teniendo en cuenta el rol social que cumplen los clubes de contención de pibes y pibas, y el haber actuado como vacunatorios y centros de testeos.
Paralelamente, los gobiernos porteño y nacional dispusieron de subsidios, entrega directa de dinero, y mediante programas como el “Clubes en Obra”, a cargo del área de Deportes de la Nación. Ambas instituciones adhirieron a este programa; en el caso del “Artigas”, la intención es ampliar el tinglado.
Beto, del Artigas, reconoce que “no podemos decir que no nos escucharon en este tiempo”, pero al mismo tiempo dice que siempre se desea más ayuda por la labor social que cumplen los clubes. “Tenemos mucho de esto de ‘no sabemos cómo vamos a hacer pero lo hacemos, le damos para adelante’, y fue algo que nos ayudó a salir adelante en la pandemia”, detalla.
“Todavía esto no termino, es por eso qué hay que seguir cuidándonos y colaborando con las instituciones y su gente”, marca Gustavo Naistat. “De a poco volveremos a llenar estos espacios de alegría, porque somos un lugar de contención para toda la familia”, aporta.
Beto Barabaschi cierra con el mismo optimismo, pero más metafórico aún. “Queda poco para volver a ser esa cosa bulliciosa de sábados y domingos que tanto disfrutamos”, afirma, en una imagen que para quien haya pisado un club de este tipo no es nada difícil de imaginar.