Hernán Bo es el director de “Los Legendarios de la Esquina”, formación murguera de Villa Pueyrredón que cumplió ocho años en agosto. En esta nota, reflexiona sobre el rol que cumplieron las murgas en la pandemia, destaca la importancia de los ensayos semanales durante todo el año, repasa la tradición carnavalera del barrio y anticipa el gran objetivo a corto plazo: convertirse en asociación civil, como lo están haciendo muchas murgas porteñas.
Por Mateo Lazcano
La murga “Los Legendarios de la Esquina” de Villa Pueyrredón se fundó en el año 2014 y en 2019 lograron entrar al circuito oficial. Realiza sus ensayos generales en el Paseo del Centenario (parque de la estación ferroviaria), en Obispo San Alberto y Bolivia. Vive su octavo aniversario luego de haber transitado un complejo tiempo de pandemia, que le demandó reforzar su rol de referente social y solidario.
Su director, Hernán Bo, que comenzó a “murguear” en forma informal en los años ’80, en esta entrevista hace un racconto de la tradición carnavalera del barrio; destaca las cualidades y el lugar de “artistas callejeros” del grupo, y anticipa el anhelo de convertirse en asociación civil que le dará un mayor status legal.
“Este aniversario nos encontró muy bien, retomando con todo. En 2020 habíamos alcanzado a hacer el Carnaval de manera completa pero luego llegaron las restricciones. Tuvimos que hacer los encuentros de manera virtual, algo triste porque extrañábamos los cara a cara, compartir, y estar cada semana juntos. En 2021 directamente no hubo corsos y volvieron este verano, pero de manera limitada. Pero ahora regresamos y nos agarra en un momento firme. Desde febrero que estamos una o dos veces al mes en festivales o salidas de murgas en distintos barrios o localidades del Gran Buenos Aires. Participamos días atrás de un programa piloto para “Carnaval en los Barrios”, un programa especial que prepara el Circuito oficial”, señala Hernán.
El festejo de cumpleaños de Los Legendarios se realizó en conjunto con la celebración del 115 aniversario de Villa Pueyrredón y el Día de la Niñez. De este encuentro participaron otras murgas del barrio. “Tenemos buena onda con todas las murgas del barrio. Es algo recíproco, y nosotros vamos a estar el 5 de noviembre en el festival que preparan Los Soñadores”, cuenta. Es común también que además las formaciones se presten equipos de sonido y elementos para sus presentaciones. “Llegamos a un acuerdo de que el que hace algo llama a los otros a la hora de organizar, para no pisarnos”, aporta.
“Los Legendarios” son un desprendimiento de “Los Pibes de la Esquina”, una murga anterior (1997) que paraba en José Cubas y Gavilán. “Empezamos a tocar por hobbie y decidimos armar una murga, y la registramos oficialmente. Se mantuvo en el circuito muchos años, hasta 2013, cuando nos abrimos y salió Los Legendarios. A eso le sumamos una de nuestras características que son las guitarras y los bajos, lo que nos valió el lindo mote de “Murga rock”, cuenta Hernán. En el repaso pueyrredonense suma a “Los Revoltosos”, predecesora de Los Soñadores allá por finales del siglo pasado.
Añadir instrumentos más propios del rock podría ser visto como un ataque a la tradición murguera. “Nunca pensamos en el qué dirán. A nosotros nos interesa que aplauda el público. Vamos a barrios con mucha historia como Saavedra, Boedo o La Boca y nos reciben bárbaro”.
Para Hernán, “los murgueros son artistas callejeros”, y por eso es fundamental hacer “un buen espectáculo”. Se reúne con rigurosidad religiosa cada lunes por la noche para el ensayo de escenario, en el que van puliendo de manera detallada el contenido.
“El resto se prende. Va trayendo letras, te dicen “¿Probamos esto que pensé?”, “¿Ensayamos estos coros?”. Hasta tenemos coristas que fueron a aprender canto. Se labura como lo hacen los artistas y por eso a veces ensayamos hasta cinco horas, hasta que no nos sale lo que buscamos en un tema no terminamos”, afirma. Y sostiene que su murga y muchas otras de Buenos Aires “podrían perfectamente presentarse en un teatro” por la calidad de sus performances.
Los ensayos, a los que se suman los generales de los sábados de 17 a 19 horas en el Paseo del Centenario (el parque de la estación del barrio, Obispo San Alberto y Bolivia), tienen una función que supera el componente artístico. “A veces soy yo el que no quiere ensayar, y me insisten. Esto es parte de tu vida, como un psicólogo, que te abre la cabeza para llevarte a lugares a los que durante el día no podés llegar, y lográs olvidarte de todo”, plantea.
El rol social de las murgas
Las murgas en los barrios cumplen, además de lo cultural, un rol social que emergió con fuerza en la pandemia, a partir de acciones solidarias en cada territorio. “Podemos pensar que, por componente socioeconómico, Villa Pueyrredón es una zona sin necesidades, pero no fue así en la pandemia, donde ni siquiera los integrantes de la murga estuvimos exentos. Hubo mucha gente que se quedó sin laburo, cuentapropistas por caso” afirma.
Y relata que tenían una olla los días miércoles y los domingos entregaban bolsones, sumando unos 30 por semana. “En esa Navidad repartimos 50 cajas que se armaron de manera autogestiva, con la ayuda de los vecinos. Y la solidaridad estuvo también en la difusión, por ejemplo, de gente que vendía todo tipo de cosas para poder recibir un mango y necesitaba darse a conocer, hicimos mucho de esto en nuestras redes”.
Pero, aclara Hernán, no es sólo en ese tiempo de crisis sanitaria que las murgas tuvieron un rol solidario. “Siempre lo tuvimos. Nosotros en estos años siempre le acercamos comida a alguien que no tenía, a gente que para en la plaza”. Y resalta que en la pandemia “fuimos los más visibles en dar la cara, salir a la calle y bancar la parada”.
Destaca, por otra parte, que en los momentos más complejos de estos dos años se formó una red entre vecinos y vecinas, en la que los murgueros emergieron como intermediarios por su reconocimiento en los barrios. “Por ejemplo, pasaba que algunos vecinos que conseguían sus remedios gratis por su obra social se lo daban a otros que no tenían acceso. Y era muy lindo verlo y que depositaran esa confianza en nosotros para poder establecer el vínculo”.
Cuenta que, al volver a los ensayos, se ve más gente interesada en participar. “Se acercan a los ensayos, escriben por redes sociales. Mucha gente explica que antes no se animaba y ahora sí, y en eso es clave en nuestro ambiente, porque es muy familiero. Los ensayos de los sábados son como picnics en los que compartimos un mate, algo para tomar y comer. Y tenemos un espíritu de taller. Enseñamos baile, percusión, a quienes son principiantes para que se vayan adaptando a la murga”, comenta Hernán.
El gran objetivo para los próximos meses no viene desde el bombo y el redoblante sino mediante un frío papel burocrático, que significará sin embargo un gran paso desde lo legal. Es la intención de transformar a la murga en asociación civil, deseo que unifica a las formaciones murgueras porteñas. “Hasta ahora la Ciudad nos paga como personas, y queremos que esto logre un peso más fuerte. Ya unas 40 murgas de la Ciudad lograron la transformación y nosotros estamos en los últimos pasos. Pronto lo vamos a conseguir”, anticipa.