Con el telón de fondo de la inflación que no da tregua, la disputa por la coparticipación de la Ciudad de Buenos Aires y el comienzo del proceso de juicio político a la Corte Suprema, la política pone sus naves en dirección a las elecciones de este año. Arden las internas tanto en el Frente de Todos como en Juntos por el Cambio. Las distintas “mesas” como una manera de ordenar lo que viene.
Por Fernando Casasco
Las internas en las dos principales alianzas políticas nacionales parecen descontroladas. Tanto en el Frente de Todos como Juntos por el Cambio los cruces son moneda corriente y por ahora no parecen vislumbrar la salida que les asegure el éxito esperado en los comicios a realizarse este año: nada menos que la Presidencia de la Nación es el trofeo mayor y nadie quiere dar un paso al costado en esa carrera.
Fiel a su estilo, el presidente Alberto Fernández postergó todo lo posible la convocatoria a una mesa política del Frente de Todos que organice a las distintas fuerzas internas de cara al desafío electoral. El jefe de Estado no quiere bajarse de la posibilidad de su reelección, en busca de retener el poder el mayor tiempo posible. Por ello, un cónclave en el que se empiece a hablar de su sucesión y se lancen dardos a su gestión no era visto con buenos ojos desde la Casa Rosada.
Pero ante el reclamo de los socios que componen el frente debió ceder. La frutilla del postre la puso la reunión de los principales referentes del peronismo en la provincia de Buenos Aires, en la que se comenzó a delinear la estrategia en el principal distrito del país y a la que concurrieron tres ministros del gabinete nacional: Sergio Massa (Economía), Gabriel Katopodis (Obras Públicas) y Santiago Maggiotti (Vivienda).
Más allá de la delicada situación económica, desde el costado estrictamente político las intenciones de reelegir del Presidente se ven limitadas desde dos ángulos. Por un lado, si bien su relación con los gobernadores suele ser muy amistosa, la decisión de la mayoría de los jefes provinciales de desdoblar los comicios complica el efecto arrastre hacia la fórmula nacional. Por otro, el sordo enfrentamiento que mantiene con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que continúa siendo la dirigente con mayor tracción de votos de la coalición oficialista.
Desde La Cámpora y los sectores cristinistas le reclaman al Jefe de Estado no haber expuesto con mayor vehemencia la proscripción a la que sometió la Justicia a la ex Presidenta, al condenarla en la causa Vialidad, con el inciso de la inhabilitación para ocupar cargos públicos. En el kirchnerismo se habla de “romper la proscripción” y forzar una candidatura de Cristina, pero no están claros los pasos a seguir.
Las posibilidades de otros dirigentes también se ven limitadas, pero por otras razones. El ministro de Economía Sergio Massa está concentrado en su lucha cuerpo a cuerpo contra la inflación y la estabilización de las cuentas fiscales y ya dio varias veces señales acerca de que no está pensando en una candidatura en este momento. Hay varios que apuntaron al gobernador bonaerense Axel Kicillof, pero el ex ministro de Economía se muestra únicamente interesado en su intento de reelección, para el que las encuestas lo favorecen contra cualquier candidato de la oposición.
¿Otros nombres? El posible regreso de Daniel Scioli o el de un ministro que en los últimos días tuvo un duro entredicho con el Jefe de Estado: Eduardo “Wado” De Pedro. Mientras el jefe de la cartera política lo acusó en off the record de “no tener códigos”, Fernández le contestó: “sé con quién puedo gobernar y con quién no”. ¿Y los gobernadores? Cada uno de ellos parece más concentrado en retener su pago chico.
Uno de los puntos clave que deberá resolver la mesa política del FDT es si habrá o no PASO. Varios dirigentes oficialistas, ministros y gobernadores, advierten que si el candidato es el Presidente no debería someterse a una primaria contra ningún otro precandidato.
Como de costumbre ocurre en el peronismo, la interna porteña está pendiente de la resolución nacional. Allí se anotan el ministro de Turismo Matías Lammens, el diputado Leandro Santoro, el senador Mariano Recalde y la diputada Gisela Marziotta. Pero si la elección porteña se mantiene – como establece la ley – desdoblada de la elección nacional, los tiempos van a tener que acelerarse.
Siguen juntos pero…
Si la interna del oficialismo parece un polvorín, la de la oposición dista mucho de ser un campo de rosas. En lo único que parecen coincidir todas las partes de Juntos por el Cambio es en criticar la gestión económica del gobierno nacional y denunciar la supuesta “bomba” que deja para el futuro. Los mismos que dejaron una deuda de 45 mil millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional – crédito récord en la historia del organismo – habla de futuros estallidos. Cosas vedere, Sancho…
Pero en cambio en el armado de la política las diferencias son evidentes. No solo entre los distintos partidos que conforman la coalición, sino al interior de cada fuerza y en varios distritos. Pese a todo, los socios mantienen las formas e intentan sostener el espacio de la mesa política como resolución de diferendos
En el PRO la lucha desatada entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich es cada vez más virulenta. Así quedó evidenciado en las últimas declaraciones de Florencio Arietto, la ex funcionaria del Ministerio de Seguridad que actualmente trabaja con el jefe de gobierno, en la que criticó con dureza los operativos de las fuerzas a cargo de Bullrich que terminaron con las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel en la Patagonia. La respuesta de sus rivales internos incluyó insultos como los que le propinó el bullrichista Fernando Iglesias y que la abogada se encargó de hacer públicos.
Detrás de estas disputas se alza la sombra temible de Mauricio Macri. El ex presidente se presenta como el garante de la unidad, amaga con volver a postularse para su “segundo tiempo”, mientras ejerce de guía espiritual de la oposición.
Hacia su refugio patagónico peregrinaron en las últimas semanas tanto Rodríguez Larreta como Bullrich, con sus respectivas parejas, aunque en las fotos y según los trascendidos el ex presidente parece seguir sintiéndose más cómodo con su ex ministra. También el ex mandatario recibió la visita de los representantes del denominado Peronismo republicano (Miguel Pichetto, Ramón Puerta, Juan Carlos Romero), que aparecen como los más interesados en que sea el propio Macri el que se postule a la Presidencia.
Aunque la interna macrista se lleva la mayor parte de las cámaras, en el radicalismo también se cuecen habas. En el partido centenario la incógnita sigue pasando por cuál va a ser la decisión de Facundo Manes, quién sigue coqueteando con la posibilidad de presentar su precandidatura presidencial, aunque muchos de sus correligionarios lo prefieren disputando la candidatura a gobernador bonaerense.
El otro que debe resolver a qué aspira es el senador porteño Martín Lousteau, siempre pendulando entre la Ciudad y una potencial proyección nacional. Por las dudas, el jefe del radicalismo Gerardo Morales anticipa su intención de jugar en la elección nacional, aunque por lo bajo no descarta la posibilidad de acompañar a Rodríguez Larreta en una fórmula.
Las pujas a nivel nacional se proyectan también en la Ciudad. Como queda dicho, Lousteau es la gran incógnita: se sabe que, pese a sus enfrentamientos de antaño, el ex ministro de Economía sería el candidato mejor visto por Rodríguez Larreta para sucederlo. Pero el jefe de gobierno, adepto a un pragmatismo absoluto, debe simular una supuesta disciplina partidaria y alentar a los precandidatos propios del PRO. Así es como en los últimos tiempos se lo vio más cerca de su ministro de Salud Fernán Quirós, entre los otros funcionarios que buscan sucederlo, como Soledad Acuña o Emmanuel Ferrario.
Con Jorge Macri es otra la situación: la tensión que generó el apoyo que el primo del ex presidente recibió de parte de Bullrich parecía olvidada. Pero recientemente se volvió a sentir la tirantez a partir del encuentro del ministro de Gobierno porteño con Hernán Lombardi, jefe de campaña de “La Piba”. La ventaja decisiva con la que cuenta Jorge Macri es un eventual apoyo del ex presidente, en caso de que Larreta propicie la solución Lousteau.
Todos se sientan a las distintas mesas, pero por debajo se sienten las patadas. La presión electoral es la que manda.