El Club Agronomía Central es un referente para toda la zona. Recientemente cumplió 96 años y se encuentra en un gran momento, con obras, vida social y una trascendencia que va más allá de lo deportivo, con iniciativas educativas para las cuales presta su sede. En una extensa charla, su actual presidente, y tercer integrante de su familia involucrado en el club, Diego Dottore, repasa los hitos, las dificultades y el fuerte compromiso que exige el día a día.
Por Mateo Lazcano
En una zona de fábricas y galpones, algo alejada de los ruidosos polos comerciales de nuestros barrios, existe un club que está pronto a cumplir cien años de vida. Se trata de “Agronomía Central”, que, a pesar de su nombre, está formalmente situado en Parque Chas por unos pocos metros, pero es un referente para toda la zona.
Con actividad deportiva constante a lo largo del día, vida social vibrante en sus salones e iniciativas educativas para las que presta su sede, atraviesa un gran momento con obras, proyectos y el centenario en la mira.
“Agronomía Central” fue fundado el 11 de diciembre de 1928 en Chorroarín al 600, variando su ubicación por distintas locaciones de calles aledañas. Alternó con terrenos baldíos para la práctica de fútbol hasta adquirir, en 1940, un predio en Bauness 958. Allí se construyó el edificio en el que se estableció definitivamente, con salas de billar, pequeñas oficinas y una biblioteca, clave en los inicios, ya que formó parte de la denominación oficial (“Biblioteca William Morris”).
Aunque la creación oficialmente de Parque Chas como barrio en el año 2005 lo incluyeron dentro de sus límites, la antigua pertenencia a Agronomía y la cercanía con las vías del Ferrocarril Urquiza le compusieron su nombre, como sucede en otras instituciones en las que el “Central” muestra su proximidad a las estaciones ferroviarias.
LOS PRIMEROS TIEMPOS
En las primeras décadas, el básquet sobresalió, al punto de lograr participación en la Liga Capitalina. Sin embargo, fuertes escaramuzas en algunos encuentros hicieron que el club recibiera la sanción más temida: 99 años de suspensión, lo que terminó alejando al baloncesto de la institución.
Mientras tanto, el club era sede de carnavales y torneos de baile muy recordados por antiguos vecinos y vecinas de los alrededores, y se organizaban campeonatos de papi fútbol. Con ese antecedente, en 1983 llegó otro hito: el comienzo del Baby Fútbol, para niños de entre 6 y 13 años, participando en las competencias oficiales. Hoy en día, cerca de 600 chicos y chicas forman parte de esta actividad, que se mantiene ininterrumpida desde entonces, con el fútbol femenino en franco ascenso.
UN PRESENTE ORDENADO Y CON OBRAS
A lo largo de las décadas transcurridas, con los colores azul y blanco como bandera, se fue forjando el sentido de pertenencia y la intervención activa de los socios, que formaron sus familias dentro del club. Diego Dottore, el actual presidente, es una muestra de ello. “Soy tercera generación: acá venía mi abuelo, mi papá y ahora yo”, afirma.
“El presente para mí es muy bueno, desde hace varios años. Las instalaciones están en buen estado, contamos con todo en regla, al día con lo que pide el Gobierno. No tenemos juicios ni le debemos nada a nadie, y tenemos personal de mantenimiento y limpieza que cobran su sueldo y están permanentemente”, celebra quien ha presidido “Agronomía Central” desde 2019.
A la hora de pensar en sueños, “Agronomía Central” lo tiene claro. “Nuestro gran anhelo es la losa, para poder hacer una cancha más a las dos que tenemos. Pero es algo muy difícil, porque el costo es inalcanzable para que un club de barrio lo haga a pulmón. Se necesita un subsidio de la Nación o la Ciudad”, dice Diego, sin dejar de destacar que han recibido en los últimos años distintas ayudas económicas oficiales para hacer remodelaciones y refacciones en distintos puntos. “Todos los años alguna obra hacemos, y vamos creciendo”.
MÁS ALLÁ DE LO DEPORTIVO
Además de lo deportivo, que incluye al ajedrez, el taekwondo y un gimnasio que funciona todo el día, esta institución cuenta en su sede con actividades sociales y educativas.
Por un lado, está el quincho. “Está alquilado todo el año de viernes a domingos, a un precio social y con descuento para la gente del club. Es para 40 personas, con baños arriba, y el año pasado remodelamos el piso colocándole cerámica, y lo pintamos. Está espectacular”, cuenta Diego.
Más grande todavía es el salón de fiestas, donde entran unas 150 personas, y también se alquila para eventos, siendo una de las necesarias fuentes de ingreso para afrontar los gastos del día a día.
En tanto, dos salas del primer piso se transformaron hace unos años en aulas. Por iniciativa de un matrimonio de socios, “Agronomía Central” pasó a cogestionar, desde 2017, un Bachillerato Popular junto al Movimiento Popular Nuestramérica.
“La idea nació para que deportistas del club o vecinos en general, que no hayan terminado el secundario, puedan recibirse en tres años. Puede anotarse cualquiera que sea mayor de edad, y se ha recibido gente de más de 60 años. No tienen que pagar la cuota ni nada. Están de lunes a jueves desde las 19 horas y se hizo un espacio para que estén tranquilos. Solo ellos lo usan”, explica Diego.
Este espíritu de integración y de formación que tiene este club de barrio también se ve en el convenio firmado con el Gobierno de la Ciudad para oficiar de sede de las jornadas extendidas con alumnos y alumnas de escuelas que están bajo la órbita estatal. “Viene un grupo por la mañana y otro por la tarde, tres veces por semana. Y ellos utilizan el quincho o la cancha, haciendo actividades plásticas, dibujos y propuestas extraescolares”.
LA CRISIS Y LOS CLUBES
La situación económica que marcó el 2024 afectó al club. Por un lado, los incrementos tarifarios le impactaron de lleno. “Estamos pagando $500 mil de agua, $500 mil de luz y $150 mil de gas; eso nos mata”, asegura Diego Dottore, quien detalla que en la actualidad son 650 los socios y socias activos, que pagan una cuota mensual de $2000.
A pesar de este precio accesible, hay un grupo de familias que han encontrado dificultades para poder seguir afrontando la cuota y el Baby Fútbol de sus hijos. Pero en estas situaciones aflora la filosofía solidaria y empática de este y la mayoría de los clubes de barrio.
“Habrá unos seis chicos en esa situación, pero juegan igual. Nadie se queda afuera ni tampoco la gente del fútbol se fija en eso. Nosotros no vamos a dejar a ningún pibe que tenga ganas de jugar a la pelota afuera por no poder pagar la cuota. La esencia del club es esa, fijarse mucho en lo social”, enfatiza el presidente de Agronomía Central.
La buena onda y el espíritu solidario que se respira en “Agronomía Central” ha permitido formar, en estas décadas, una enorme identificación y pertenencia en sus socios. “Es un club que tiene mucha gente. Cuando hacemos asados, juntamos a 50 personas, y es común que haya gente que, tal vez tuvo al hijo un tiempo jugando Baby Fútbol, pero ya no juega, y los padres siguen viniendo”, repasa Diego.
“Hay un grupo grande que está todo el día preocupado por el club. Si tienen que ir a comprar materiales, a buscar presupuestos o a la AFIP, ponen el auto, la nafta, sin problemas. En la pandemia, nos juntamos un grupo de socios para pagar los impuestos, ni lo dudamos”.
Con una vida entera transcurrida en “Agronomía Central”, Diego Dottore dejará su cargo, como lo marca el estatuto del club, dentro de dos años. “Voy a seguir viniendo, como hago todos los días después de trabajar. Acá el puesto no importa, si vos tenés una idea para mejorar el club, todo sirve”, concluye¨