Cada miércoles, en Cusca Risun, la “Peña Tanguera de Almagro” engalana la noche con la exquisita interpretación
de tangos, valses y milongas de la mano de Juan Azar, Christian Gaume y Víctor Palomeque.
Por Natalia Saavedra
La noche nace y comienza a desplegarse. Guitarra en mano, Juan Azar invita a sumar a sus melodías a Víctor “Pájaro” Palomeque primero y a Christian “El Fino” Gaume después para colmar el espacio con la exquisitez de sus voces. El retrato de Gardel acompaña en el fondo y de a ratos, el Mudo pareciera que sonríe.
Todos sonríen, a todos pareciera acariciarles el alma su versión de “Pregonera”, tema elegido para abrir el show. Sin amplificación, con la calidez que brinda Cusca Risun (Perón 3649), cada miércoles en Almagro, todos comienzan a sentirse en casa… porque entrar en la peña es revivir todo aquello que el tango florece y vuelve palpable: la Ciudad, los amigos, el amor, el desamor, la familia, los sueños…
Luego de terminar un intenso partido de ajedrez, Christian Gaume invita a sus compañeros a sumarse a la charla y a rememorar los inicios de la Peña.
Juan Azar es el encargado de iniciar el camino: “Nos conocimos en el 2008, yo empecé a trabajar en el Conventillo con el cantor Pablo Fayó. Paralelamente a eso, salíamos a tomar unas cervezas con los amigos y conocí a ellos dos en el Boliche de Roberto. Ahí Palomeque también conoció a Christian, iban los jueves cuando tocaba Osvaldo Peredo. Lo invite a un boliche que se llamaba ‘la verdulería’, lo hacíamos con otros dos muchachos. Venía el Pájaro (Palomeque) que era un sol. Después iba a mi casa, que vivía a la vuelta, se quedaba tomando un cafecito o lo que había para tomar en ese momento y empezamos a entrar en confianza”.
La charla prosigue entre interrupciones de algún amigo que llega y saluda, un festejo de cumpleaños y los idas y vueltas por fechas y cálculos. Gaume vuelve a encaminar a los muchachos, que entre risas, develan el secreto del apodo de Palomeque: “ahora te voy a contar porque le decíamos ‘pájaro’ que es primicia exclusiva, no se sabe en ningún lado, dice Azar, le puse el pájaro porque cantaba como un pájaro”.
“La peña se fue mudando de lugares, empezó en Darwin y Corrientes, siguió en Gallo y Humahuaca”, prosigue Azar. Gaume recuerda que “el lugar se llamaba ‘La Salamandra’, en ese momento el Pájaro y yo, no éramos parte de la organización, sino que eran Juan Azar con Gustavo Potenzoni y Tony Lozano. Una noche, hubo un problema con los encargados del lugar por la paga, le quería cobrar a la gente más caro de un día para el otro”. “Y yo me enojé”, interrumpe Azar.
El cantor continúa detallando lo que denomina la ‘revolución de Juan Azar’: “Juan hizo una revolución en ese momento, nos fuimos… El tipo se quería matar, nos paraba en la puerta, éramos 40 caminando, un éxodo… era un día martes, terminamos en el Conventillo de Teodoro (Bar que se encontraba también en Almagro, a casi dos locales de donde actualmente hacen la Peña). A partir de ese momento empezó la peña en Perón y Bulnes, en el Conventillo, después cerró y la peña se fue… hasta que llegó Cusca y aquí estamos desde hace dos años”, concluye.
Entre chistes, abrazos, empanadas y comida casera que acompañan la ocasión, el show comienza a dúo primero y luego cada cantor inicia su etapa solista hasta que finalmente Juan Azar acompañará a todos aquellos que quieran sumarse.
“Paciencia”, “Nido Gaucho”, “Toda mi vida”, “Milonguita”; apenas algunos de los tangos y valses que se escuchan. “La idea de la peña es que se sume gente que tenga ganas de cantar”, dice Azar.
“Algo que me sigue atrayendo es el espacio cultural, que haya algo de tango que no sea rareza, como si el tango fuera ajeno al porteño. Esto es para el porteño que convive con el tango de forma contemporánea. Si queres venir a una peña, creen que es folclore. El tango es folclore”, continúa. “Este espacio hace que se vuelva más accesible. Capaz alguien que no frecuenta tanto el tango, sale a tomarse una cerveza escucha un tango y se pregunta: ¿qué es esto? Y resulta que después estuvo escuchando tango sin darse cuenta. Termina entrando por la piel”, prosigue Azar. “Era peligroso que se perdiera, de hecho, lugares como estos no se encuentran mucho”, concluye.
La peña es de esas joyas que guarda Buenos Aires. Es parte del tango que es palpable, que no conoce ni de luces ni de lentejuelas. Impecables artistas que hacen que los sentimientos florezcan, que la sangre brote, que el bar se convierta en ese hogar que uno siempre añora.
Peña Tanguera de Almagro en Cusca Risun. Perón 3649, entre Bulnes y Mario Bravo.