La historia vuelve a repetirse

Por Aldo Barberis Rusca

bujinkan illa pueyrredón

No es costumbre de este cronista referirse a la coyuntura política; este periódico cuenta con excelentes profesionales tanto en lo que respecta a la política comunal cuanto a la nacional. Pero hay momentos en que uno debe dejar el rol que viene cumpliendo para aportar, aunque más no sea en una medida mínima, alguna intervención en momentos en que el futuro de los argentinos está en juego.

Existen corrientes de pensamiento que insisten en que la historia es cíclica y que los procesos se repiten con mayores o menores coincidencias. Esta forma de pensamiento, según el historiador británico Edward H. Carr, es propio de las sociedades en períodos de decadencia; tal vez porque en plena caída nos esforzamos para creer que la rueda, si es que tal rueda existe, nos llevará nuevamente hacia arriba.

Uno que no cree en la posibilidad de que la historia vuelva siempre a recomenzar debe admitir sin embargo que hay acontecimientos y procesos que se repiten casi como si estuvieran calcados.

Raúl Scalabrini Ortíz en su “Historia de los Ferrocarriles Argentinos” cuenta cómo nació y se desarrolló el sistema ferroviario argentino a partir del primer tendido que fue el Ferrocarril Oeste (FCO), hoy Línea Sarmiento, a cargo de la Provincia de Buenos Aires.

Cuando las empresas británicas comenzaron a quedarse con la explotación de los distintos ramales las ganancias que podían obtener se medían como un porcentaje de la inversión realizada.

Por supuesto que las empresas estaban interesadas en que sus inversiones pudieran ser prolijamente “infladas” a fin de poder sacar una ganancia mayor. Lo cual chocaba con la realidad de que los costos del FCO eran muy inferiores a los que las empresas británicas necesitaban.

En concreto el costo de la vía tendida por la empresa perteneciente a la Provincia de Buenos Aires era notoriamente inferior al que pretendían declarar las empresas británicas a fin de que la inversión aumentara y las ganancias pudieren incrementarse.

La solución que encontraron los políticos del momento fue simple: endeudar al FCO de tal forma que resultara inviable, no produjera ganancias, se iniciara una campaña tendiente a declarar la ineficiencia del estado en adminístralo y, finalmente, privatizarlo.

Este proceso Scalabrini lo explicita en el libro antedicho publicado en 1940. Este mismo proceso fue utilizado para la privatización de YPF.

El régimen militar que gobernó el país entre 1976 y 1983 incrementó la deuda externa argentina en ese lapso aproximadamente en un 600% y buena parte de esa deuda fue tomada a través de YPF con la garantía de las reservas petroleras.

En 1989 YPF era una empresa quebrada a raíz de las presiones financieras derivadas de su inmenso endeudamiento lo cual llevó al gobierno del Dr. Menem, sostenido por una intensa campaña mediática encabezada por el periodista Bernardo Neustadt en contra de todas las empresas del estado, a su privatización a un valor irrisorio.

Del mismo modo el proceso de destrucción de la economía que se puso en marcha durante la última dictadura militar se repitió en forma prácticamente calcada durante la gestión de Carlos Menem.

El programa económico impulsado por los militares con José Alfredo Martínez de Hoz al mando de la economía es casi igual al que impusiera Menem con Cavallo en el Palacio de Hacienda (aunque hasta 1991 haya sido el titular de la cartera de Relaciones Exteriores): dólar barato, cambio fijo, especulación financiera, liberalización de las importaciones y endeudamiento. Consecuentemente destrucción de la economía y del aparato productivo del país.

Alguien se podría preguntar; cómo fue que se eligió a un presidente que haría lo mismo que los militares apenas unos años antes. La respuesta es sencilla: no lo sabíamos.

Memem mismo en un momento confesó que si hubiera dicho lo que iba a hacer no lo hubieran votado. Y cuando finalmente lo hizo, la población estaba adoctrinada por la prédica de los Neustadt y Grondona que machacaban incesantemente con la ineficiencia del estado, la competencia, el derrame, y todo el credo neoliberal.

Todos sabemos cómo terminó todo aquello en el año 2001. Las consecuencias de esas políticas llevaron a la destrucción de todo el aparato productivo y financiero y, lo que es más grave, prácticamente a la disolución de la sociedad en su conjunto.

Argentina llegó a tener más del 25% de desocupados y el 50% de su población hundida en la pobreza.

¿Y por qué cuento todo esto?, ¿Por qué contar una historia que se supone que todos conocemos?

Porque los argentinos estamos hoy en condiciones de no repetir nuevamente esta historia; porque si repetimos la historia esta vez no tendremos la excusa de que nos mintieron y no nos dijeron lo que iban a hacer para que los voten.

No; esta vez nos lo están diciendo clarito: hay que bajar los sueldos, hay que eliminar las paritarias, hay que devaluar, hay que cerrar universidades, hay que eliminar programas de educación, hay que eliminar subsidios, hay que liberar el dólar.

Si nos pasa otra vez no podremos decir que no sabíamos.

Dicen que la historia se repite. La primera vez como tragedia y la segunda como comedia.
No quisiera averiguar en qué forma se repite por tercera vez

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