Del desencanto a la resistencia

Crear en pleno estado de derecho y hacerlo en estados de excepción o conculcación de libertades básicas suele implicar desafíos y riesgos paradójicos a los artistas. Se afirma que la calidad de las obras de un creador están en relación directa con las condiciones políticas de su contexto; a mayor censura se ve impelido a maximizar la imaginación a fin de eludirla, imprimiendo originalidad y un carácter alegórico o poético mayor a su obra.

Por Jorge Gallo

Escribíamos el mes pasado sobre el caso de Jean Renoir, el pesimismo expresado en su cine previo a la guerra y su exilio durante la ocupación alemana. Su colega Marcel Carné va a ser quien específicamente haga hincapié sobre el desencantamiento y la incertidumbre dominante vivida en una Francia impávida a las amenazas expansionistas de Hitler. Lo presumible cobrará forma cuando en 1940 Hitler invada el país galo. Marcel Carné continuará su obra en la Francia ocupada.

Dos obras, “Amanece” (1939) -estrenada apenas tres meses antes del comienzo de la segunda guerra mundial- y “Los visitantes de la noche” (1942) -filmada en plena ocupación alemana-, ilustran la actitud de un creador que a través de movimientos de cintura muy precisos debe dar cuenta de su realidad social y, simultáneamente, brindar espectáculo. Tópicos, locaciones y registros diferenciados destacan a estas dos obras que emergen en coyunturas opuestas.

“Amanece” transcurre en un pueblo de la Francia contemporánea, presenta a François, un trabajador metalúrgico que ha cometido un crimen y, encerrado en su departamento, evoca durante toda una noche, las circunstancias que lo han llevado a matar a un hombre.
Contar su historia con el hecho ya consumado enfatiza el destino trágico del que no habrá escapatoria. François se ha enamorado de Françoise; ella lo quiere mucho pero no le alcanza. Un aventurero, cínico y viejo, Valentín, ha logrado capturar la atención Françoise con promesas y relatos de sus andanzas estimulando su imaginación al punto de hacerle olvidar su presente tan pobre.

Valentín no ama ni es amado, se conforma con manipular los sentimientos de pobres mujeres atrapadas en su carencia de recursos. François es honesto y cariñoso pero esa virtud no alcanza para construir un vínculo sólido con Françoise. Valentín es repugnante pero acepta su defecto en virtud de que, “si ellas no me aman, al menos, se sienten atraídas”.

Tono de cine negro y drama pasional, más un registro realista, elegidos para postular la insuficiencia del amor frente al mundo desangelado de los personajes. Este argumento en boca de Valentín provocará la ira de François que en un rapto de locura disparará a un Valentín que buscaba su propia muerte pero no se animaba a ejecutarla. Ante el acoso final de la policía y encerrado en su cuarto, en su imposibilidad de cambiar el rumbo de su vida, François se disparará al corazón en pleno amanecer.

Los alemanes han dividido a Francia en dos territorios, la república se ha abolido, y Goebbels establece rígidas pautas de censura a la producción de cine. Con “Los visitantes de la noche”, Carné resuelve poner la acción en una leyenda bien francesa, pero del siglo XV, en un castillo medieval y con un registro fantastico. Apuesta a la no contemporaneidad y al no realismo para evadir la persecución alemana y la delación colaboracionista francesa.

Los visitantes son Gilles (él) y Dominique (ella), enviados del diablo al castillo donde se celebrará la boda de Renaud con Anne. Su misión es generar, a través de intrigas y el enamoramiento de los novios, disputas y desorden interno y apropiarse de todo para goce del diablo. Gilles y Dominique, pareja fallida en su momento por querer apropiarse uno del otro, han firmado un pacto con el diablo.

Ahora atraerán a todos, recibirán el amor de quien se propongan, pero solo bajo la forma del hechizo. Sin embargo algo falla. Renaud solo pretende poseer a Anne como cosa. Anne recién experimentará el amor cuando conozca a Gilles y este se entregará a ella aunque implique desobedecer a su jefe: el diablo.

Tal circunstancia requerirá la presencia del mismísimo lucifer, quien iniciará un enfrentamiento directo con Anne en busca de su amor, ella dispone a su favor el sentimiento de su amor a Gilles; con absoluta convicción en ello, enfrentará al mal absoluto – alusión a Hitler, el enemigo que vino desde afuera a invadir el castillo –. El diablo condenará a Gilles y Anne al destino de estatuas de piedra, sin embargo, sus corazones latirán debajo de la roca y esos latidos llenarán de ira al gran maligno, constituyéndose en la metáfora de la resistencia francesa que no renuncia a la lucha.

La desesperanza de los tiempos de preguerra engendró un discurso donde la incertidumbre y la desmoralización reinante invocaban la necesidad de romper la inacción, eso recién emergió cuando se tocó fondo con los alemanes ocupando el territorio; el nuevo momento requería un cambio en el contenido y la forma del discurso, la desesperanza dio lugar a la resistencia y el cine de Carné tomó nota de esa necesidad.

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