¿Qué es este “sentido común” que nos dicta normas de conducta y que nos indica la forma razonable de hacer las cosas? Definiciones sobran, lo que faltan son certezas.
Por Aldo Barberis Rusca
Cierta vez un grupo scout que recaudaba fondos para su viaje anual a través de la venta de empanadas se preguntaba cuál sería la causa de que las ventas cayeran mes a mes.
En los años que llevaban la comunidad, padres y familiares de los jóvenes y niños pertenecientes al grupo, siempre había comprado por anticipado grandes cantidades de empanadas; pero esa conducta por alguna causa había revertido y las ventas fueron cayendo hasta el punto que la contribución a los gastos del viaje fueron insignificantes.
Los dirigentes del grupo estaban desconcertados, de modo que pidieron consejo a algunos familiares a fin de revertir la situación.
Uno de ellos llevó una docena de empanadas a su casa y las presentó a la familia. “No entiendo por qué no las compran si tratamos de hacerlas para que les gusten a todos. No les ponemos condimentos porque los chicos no pueden comer muy condimentadas; no tienen sal porque hay mucha gente que tiene la presión alta y les hace mal; la cebolla no les gusta a todos, así que la licuamos para que no se note y le ponemos muy poca. Para que sean más sanas la carne la hervimos y la colamos antes de mezclarla con la cebolla y la volvemos a colar después para sacarle todo el aceite. No les ponemos aceitunas porque a no todos les gustan y el huevo duro lo rallamos para que no se note.”
Evidentemente la intención de los scouts fue buena; lograr una empanada que les gustara a todos y que todos la pudieran comer. Sin embargo el resultado fue exactamente el opuesto; lograron un engendro que no le gustaba a nadie y que no compraban ni siquiera con el afán de ayudar.
El sentido común les dictaba a quienes eran los encargados de hacer las empanadas que había que complacer a la mayor cantidad de gente posible para vender la mayor cantidad de empanadas. Una lógica implacable con una sola objeción; es errónea.
Pero; ¿Qué es este “sentido común” que nos dicta normas de conducta y que nos indica la forma razonable de hacer las cosas?
Definiciones sobran, lo que faltan son certezas.
Para algunos el sentido común es el cúmulo de creencias y proposiciones alimentadas por la sociedad (familia, tribu, clan, nación o humanidad). En este punto se encuentra bastante ligado a la moral, en el sentido que establece normas o reglas de comportamiento o conducta del hombre en relación con la sociedad.
En general estas reglas, normas o creencias nunca se encuentran suficientemente explícitas y, en general, son lo suficientemente ambiguas como para poder ser usadas según la conveniencia de cada uno.
Muchos pensadores en la historia han reflexionado acerca del sentido común. Lamentablemente a una gran parte de ellos les dio por pensar lo mismo; que el sentido común es el menos común de los sentidos (Voltaire, Greeley, Gómez de la Serna).
Esta confluencia de criterios lleva inevitablemente a pensar si el sentido común no será en realidad un lugar común.
Aunque otros pensadores han atacado el tema con mayor fortuna.
Albert Einstein consideraba al sentido común como “la colección de prejuicios adquiridos a los dieciocho años” y Miguel de Unamuno creía que “hay gente tan llena de sentido común que no les queda espacio para el sentido propio”
Pero claro, Einstein era un tipo que se ponía a pensar en cómo se verían las cosas si uno viajara sobre un rayo de luz. Y Unamuno era ese que ante un grupo de mujeres se negó a improvisar una charla porque no le gustaba hablar “a tontas y a locas”.
Aunque por lo general el sentido común ha tenido una mejor consideración en la sociedad. Tal vez demasiada.
El sentido común nos asegura, de alguna manera, permanecer dentro de la estructura social siguiendo sus reglas y custodiando sus valores.
Pero uno se pregunta quién o quiénes imponen esas conductas y esas normas. La respuesta no es sencilla.
Durante la historia de la humanidad el sentido común fue una construcción social más o menos inducida por los factores de poder o autoridad (estado, iglesia, etc.). Pero con la llegada de los mass media (medios masivos de comunicación o de comunicación de masas) la construcción de sentido común pasó a los comunicadores o a los intereses que estos representan.
Para demostrar esto hay una prueba que es muy fácil de realizar.
Escuche o vea un programa de algún comunicador prestigioso e identifique alguna proclama, eslogan, o muletilla y seguidamente trate de determinar cuánto tiempo demora en aparecer eso mismo repetido por particulares como reflexión propia.
En tiempo de los programas de radio con mensajes telefónicos, antes de las redes sociales, era muy claro; el comunicador o periodista lanzaba una afirmación tajante y en el transcurso de algunos pocos minutos aparecía un mensaje de algún oyente repitiendo la afirmación pero como de cosecha propia.
En tiempos turbulentos como los que vivimos son muchas las afirmaciones que se lanzan sustentadas en el sentido común y que construyen el sentido común.
Días pasados una diputada nacional, alineándose con el discurso dominante, negaba la posibilidad de tratar una nueva ley enviada por el Poder Ejecutivo amparándose en que el gobierno está transitando sus últimos meses y que el parlamento no debe tratar una ley que se aplicará con otro gobierno.
Esta argumentación se encuentra alineada con el discurso generalizado que dice que el sentido común dicta que el gobierno debe dejar de tomar medidas ya que su mandato concluye en poco menos de un año.
Siguiendo esta afirmación se han escuchado voces indignadas preguntándose “¿Qué quieren, seguir gobernando hasta el último día?”.
En este mismo sentido (común) un grupo de senadores nacionales firmaron un compromiso para no dar acuerdo a ningún candidato a ministro de la Corte Suprema de Justicia que presente el Poder Ejecutivo.
Cómo y quién ha impuesto esta proposición en el ideario común, es un misterio. Así como es un misterio que alguien considere que un gobierno debe gobernar solamente el 75% de su mandato constitucional de cuatro años.
El sentido común es pariente cercano del sesgo cognitivo, de la frase hecha, del lugar común, de la pereza mental y del pensamiento de rebaño y solamente se lo puede combatir con el pensamiento propio y crítico.
Y ese combate se debe dar en el terreno más difícil; en nosotros mismos. Identificando las estructuras impuestas y las ideas predigeridas para comenzar a discriminar entre lo que quieren que pensemos y lo que realmente pensamos.
Porque ya sabemos que las empanadas que se hacen para que les gusten a todos terminan no gustándole a nadie.
Nota: Los scouts dejaron de hacer empanadas. Ahora hacen pollo a la parrilla y les va mucho mejor.