Una antigua casona de Villa Pueyrredón, en una ubicación geográfica de casa bajas, es donde echa sus raíces el centro de yoga, arte y tierra “El Claro”. Entre sus actividades se destacan las “Noches Musicales” con la participación de artistas del barrio.
Por Ana Colombo Blanco
Al entrar a esta casona bella y antigua en Bazurco 2658 nos olvidamos un poco del frío que hace. Dentro de El Claro, la calidez de sus encargadas y la voz de la cantante que se presentará más tarde reciben a quien escribe esta nota.
Clara Capurro y Salomé Remondino están al frente de las Noches Musicales de este espacio cultural con un trabajo incipiente en el barrio. Abierto hace 3 años, cuenta con una programación de actividades muy variada: talleres de huerta y permacultura, clases de yoga, de alimentación consciente y cocina así como también, un taller creativo para los más chicos.
Clara y Salomé se conocieron a través de sus hijos: los enviaban al mismo jardín de infantes y el compartir las actividades de ellos las hizo percibir las cosas en común que tenían. Clara cuenta que se dedicaba a dar clases de yoga a la vez que su amiga daba clases de cocina, haciendo énfasis en la alimentación saludable, con productos orgánicos. Observando que sus intereses podían ir de la mano decidieron embarcarse en un proyecto que, según ellas, convocara a la gente.
La cercanía al hogar fue una variable importante como motor del proyecto de las Noches Musicales: “se trata de darle un espacio a las personas, que se junten cerca y que esté bueno”, explica Salomé. Como ella, muchos de los vecinos de Villa Pueyrredón se ven afectados por la lejanía de los puntos tradicionales de la ciudad que concentran la oferta de actividades culturales.
Una vez al mes, El Claro recibe a artistas del barrio que exponen sus trabajos y brindan un espectáculo para quienes deseen participar, con la posibilidad de cenar comida preparada especialmente para el evento. Realizan, de esta forma, una doble apuesta al barrio además de llevar a cabo el proyecto en la zona, los artistas convocados son vecinos de Pueyrredón.
Para la edición del sábado 18 de junio Soledad Belcuore, artista plástica del taller “El Ceibo”, participó exponiendo sus obras en los salones de El Claro, donde más tarde cantaría Valeria Donati. El menú de la velada incluía tostadas con berenjenas y tomates secos, guiso con porotos aduki, acompañados por vino orgánico, cerveza artesanal o limonada casera. Todos los productos son cuidadosamente seleccionados por las anfitrionas, dándole un toque aún más especial a la propuesta.
Clara destaca los efectos que genera la dinámica del centro cultural, gracias al “boca en boca” y a la red de alumnos, familias y profesores se ha ido armando una verdadera comunidad. “El año pasado había familias completas participando en actividades: un chico en clase de arte, el padre en alimentación y así. La calidad está garantizada porque van conociendo el respeto con el que hacemos cada cosa.”
El nombre del espacio surge a partir del jardín que se encuentra a la entrada y, también porque, “El claro hace alusión a un bosque, a un lugar donde entra luz”, como relata Clara. La conexión con su propio nombre es inevitable, aunque ella se encarga de desmentirla entre risas: “siempre hacen esa relación con mi nombre, si hubiera sabido que iba a ser así, le habría puesto otro nombre al espacio”.
El funcionamiento de El Claro como centro de yoga, arte y tierra es de lunes a sábado. La mayoría de las clases se encuentra en la franja de la tarde y la noche, aunque depende del día y las actividades que se agregan en ocasiones especiales, como la proyección de películas y documentales.
Hay talleres como el de alimentación consciente que van rotando, dan módulos de cuatro clases explicando los conceptos teóricos del naturismo y los alimentos que pueden elegir para reemplazar por opciones saludables y también proponiendo a los alumnos cocinar y aprender recetas prácticas, ricas y nutritivas.
Los talleres para los más chicos están a cargo de una psicopedagoga y una profesora de permacultura. Cuenta Salomé “las clases educación viva, es un taller creativo para chicos y chicas, también son profesoras que venían trabajando en el barrio, se fueron y luego no tenían donde dar clase”.
Muchos de los profesores de los talleres o incluso los proveedores acaban formando parte de una red, “todo está relacionado y se va entrelazando” explican ellas, “compartimos alumnos con los profes y así van llegando las recomendaciones y pasan a integrarse a El Claro, por ejemplo, la profesora de arte le daba clases al hijo de Salomé”.
Realizan las actividades “a pulmón”, difundiendo en redes sociales pero apostando sobre todo a las recomendaciones entre vecinos, que poco a poco van llegando para disfrutar la noche musical del mes de junio.