La palabra maldita

La Constitución de la Nación Argentina nombra trece veces la palabra “pueblo” desde su preámbulo hasta su último artículo; y una vez en las Disposiciones Transitorias. Evidentemente los Constituyentes sabían de qué estaban hablando cuando hablaban de pueblo ya que en ningún momento se detienen a definir el vocablo. Hoy, cuándo los políticos hacen las mil y una acrobacias para no nombrarlo y utilizan sucedáneos como “la gente”, “los vecinos”, etc. Nosotros creemos que debemos volver a un concepto que se encuentra en la base misma de nuestra organización nacional y que nos fue arrebatado con fines claros y oscuras intenciones.

Por Aldo Barberis Rusca

Durante mi infancia las tardes de las vacaciones de invierno transcurrían mayormente en el cine.

Los cines de barrio acostumbraban dar tres películas en continuado desde las dos de la tarde y hasta las diez de la noche que consistían básicamente en una de cowboys, una de guerra y una de romanos; unidas por el común denominador de que todas tenían al menos diez años de estrenadas.

Si bien mis preferidas eran las de ciencia ficción, el género en los sesentas no estaba demasiado desarrollado así que me tenía que conformar con lo que había y las de romanos estaban bastante bien; sobre todo porque eran las primeras que se podían considerar como superproducciones.

Dentro del género figuraban grandes clásicos como “Quo vadis” (1951), “El manto sagrado” (1953), “Ben Hur” (1959), “Cleopatra” (1963) y “La caída del Imperio Romano” (1964)

Sin embargo no eran estas las que pasaban en los cines de barrio sino un subproducto, coproducido generalmente entre EE. UU e Italia, que se dio en llamar Películas de Gladiadores donde poderosos patovicas levantaban a sus contrincantes por los aires junto con enormes piedras de cartón pintado.

Lo habitual en estas películas, las superproducciones y las otras era que siempre, en algún momento aparecían las legiones portando unos estandartes con el acrónimo “SPQR”.

Muchos años pasaron hasta que me enteré que “SPQR” eran las siglas de “Senatus Populusque Romanus”; es decir “El Senado y el Pueblo Romano”. O sea Roma.

Porque para los romanos Senado y Pueblo eran conceptos opuestos complementarios; el Senado no podía existir sin el Pueblo, pero el Pueblo tampoco podía hacerlo sin el Senado y juntos conformaban esa unidad que se llamaba Roma.

El concepto del “SPQR” nació en los últimos tiempos de la República (80 aC) y hasta el gobierno de Cosntantino I, el grande (312 – 337 dC); primer emperador cristiano.

No es intención entrar en las características del gobierno romano durante la república y la etapa imperial, solamente diremos que el senado era un cuerpo colegiado que tenía básicamente atribuciones consultivas y en el nombramiento de algunos funcionarios. Pero lo que sí diremos es que el término “senado” tiene su origen en la palabra senex, senix, es decir, anciano.

Si bien los senadores no eran necesariamente personas de avanzada edad, si lo era su pertenencia a las familias más “viejas” de Roma y de ahí su nombre.

Entonces, si el senado está formado por los viejos; su opuesto complementario debería estar formado por los nuevos. Veamos.

Originalmente solamente los patricios, es decir los descendientes de los padres fundadores de Roma tenían los derechos propios de los ciudadanos; en tanto que la plebe no contaba con tales derechos, estaban excluidos de todas las posiciones de poder, tenían prohibido contraer matrimonio con miembros del patriciado, y no tenían injerencia en la vida política y administrativa; aunque con todas las obligaciones de los ciudadanos plenos (pagos de impuestos, participación en las milicias, etc)

A partir de una serie de revueltas conocidas como Sesessio Plebis, en las que dejaron de ejercer sus trabajos y hasta abandonaron la ciudad amenazando con fundar una nueva lejos del poder del Roma, la plebe comenzó a adquirir mayores derechos, acceden a cargos públicos, pueden contraer matrimonio con patricios y hasta llegan a poder acceder al pontificado.

Y son estos nuevos miembros de la sociedad romana los que toman el nombre de Populus, vocablo que se emparenta con púber, joven.

Para el final del período republicano ya los patricios y los plebeyos formaban indistintamente parte del Populus que eran los que daban el poder al Senatus. De ahí que SPQR, senado y pueblo romano, significa Roma.

Pero podemos ir un poco más lejos.

República es una palabra compuesta que refiere a la “res pública”, es decir que es una forma de gobierno donde los actos (res) del gobierno deben ser públicos. ¿Y que es “público”?

Público proviene de publicus y este de populicus, es decir perteneciente al pueblo. Y lo que pertenece al pueblo no le debe ser ocultado o enajenado. Es decir que en una república las acciones del gobierno deben ser para el pueblo.

Y para finalizar con una curiosidad que aclara el panorama.

En una de las lenguas que se hablaba en la península itálica y que estaba muy emparentada con lo que luego sería el latín, el Osco, Populus se decía Toutus de donde deriva Totus, todos.

Si unimos todos estos datos vamos a comprender que el pueblo, en definitiva, somos todos. Y que en una república se debe gobernar para todos.

Es así que cuándo la Constitución Nacional comienza diciendo “Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina” pone de manifiesto, en primer lugar, que son representantes de todos los argentinos y no de un grupo en particular ya sea religioso, étnico, social o lo que fuera. Y además que el pueblo es anterior a las instituciones y a sus representantes en ellas.

El uso de la palabra “pueblo” por parte de ciertos sectores políticos que han pretendido arrogarse su representación o su interpretación la ha cargado de connotaciones ideológicas que obliga a los políticos a realizar contorsiones verbales para no usarla.

Así es que entre “la Gente”, “los Vecinos”, “los Ciudadanos” y algunas más, ya ni nosotros ni ellos sabemos a quién le hablan. El pueblo debe saber que quienes gobiernan son sus representantes, representantes del pueblo, no de un sector o de una clase. Y también lo deben saber los gobernantes.

La actualidad nos demuestra que nada de lo que se hace se hace mirando al pueblo. Se nos miente descaradamente cuándo se dice que el bienestar de las empresas redundará en el bienestar del pueblo, cuando se asegura que la libertad de los mercados financieros traerá mayor libertad al pueblo.

Como dijimos antes, el pueblo es primero, es anterior y es más abarcador que una empresa, una corporación o todas las corporaciones.
El gobierno debe gobernar para el pueblo porque eso será beneficioso para las empresas y para los mercados, no al revés.

Y los legisladores deben poner el bien del pueblo por delante de cualquier consideración al proponer o votar leyes.

Y los jueces deberán privilegiar los derechos del pueblo antes que los del gobierno, las empresas o las corporaciones. Porque el pueblo es siempre primero.

Tal vez toda esta perorata se pudiera haber resumido en una sola frase: “La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo” (Juan Domingo Perón)

error: Contenido protegido!