Reflexiones desde un Bodegón |
Por Aldo Barberis Rusca
En un lejano 2005 escribí mi primera nota para “El Barrio Villa Pueyrredón”, nota que contaba con unos exagerados dieciocho mil caracteres que con el correr del tiempo el Sr. Director fue disciplinando hasta llegar a los módicos cinco mil de hoy en día.
Semejante exorbitancia respondía a que no encontraba la forma de elegir uno entre todos los temas que la realidad me ponía adelante y sobre los cuales quería escribir.
Con el tiempo estos fuegos fueron moderándose hasta llegar a momentos donde nada parecía merecer el esfuerzo de dedicarle dos párrafos.
Pero hoy, gracias al deleite que encuentra el Gobierno de nuestra Muy Autónoma Ciudad de los Buenos Ayres en la realización de actos inconsistentes, me encuentro esta vez no ante una variedad de temas sino ante uno que abre innumerables puertas de reflexión que amenazan con derruir el límite que se me impusiera en la extensión de las notas.
(Sentado en una mesa del fondo el Gordo Locura le hace señas al Gallego como preguntando “Y si tiene un límite ¿Por qué no va al grano de una buena vez y se deja de escribir pavadas?”)
Si alguna vez a Marcel Proust el perfume de una magdalena lo llevó a escribir los siete libros que conforman esa monumental obra llamada “En busca del tiempo perdido” (À la recherche du temps perdu); ¿por qué a mí una simple pregunta, una inocente y hasta simpática pregunta, no me puede llevar a transgredir la imposición de los cinco mil caracteres?
Porque resulta que un día como cualquier otro, mientras navegaba por las procelosas aguas de la red global conocida como Internet, me encuentro con un anuncio de inconfundible color amarillo con una pregunta que reza; “¿Está usted de acuerdo con que se permita el ingreso de mascotas en los locales de comidas?”. O algo más o menos parecido.
(“¡Ahhh!” exclama la señora sentada en la mesa de la ventana que da a la avenida mientras el Gallego mira al gato que se pasea entre las medialunas y las tazas del mostrador)
¡Pero qué copado este pelado que tiene tiempo entre tantas obligaciones para pensar en los perritos y en las señoras que quieren ir a tomar el té con sus malteses en las faldas!
Debo admitir que mi condición de calvo me genera una corriente de simpatía hacia todo aquél con quién la comparta. Pero después me acuerdo de Cavallo y se me pasa.
Y cuando se me pasó se me apareció la imagen de un rotweiler manducándose a una caniche toy en medio de La Emiliana ante la mirada atenta del Jefe Comunal.
¿Qué pudo haber llevado al Alcalde de la Siniestra Sonrisa, a su bermejo adlátere y a todo un gobierno a plantear semejante encuesta?
(“Yo estuve en París y en todos los bistrós están las señoras comiendo con sus perritos”, le dice la señora a un albañil que está a punto de entrarle a un plato de arroz con menudos)
Claro; seguramente algún miembro del gobierno durante una misión oficial en París vio cómo las señoras comen con sus perros en los restaurantes y automáticamente tuvo la imagen de su “brunch” dominical; con su “croissant”, su “pain au chocolat”; sus tostadas multi cereal, queso crema y mermelada de frutos rojos, sus huevos revueltos con salmón, su tazón de “latte” o “caramel macchiatto” y su copa de espumoso leyendo “Le Figaró” acompañado/a por su pomeraña enano. De ahí a la encuesta había un solo e inevitable paso; y no lo evitaron.
Claro que la escena no estaba ambientada en el Bar Gavilán donde los parroquianos toman café express de “La Platense Mogiana”, moscato “Las Armas” y tienen como mascotas unos cusquitos callejeros de tamaño mediano y dudosa higiene que cagan en la terraza.
Pero claro, cuando se gobierna a través de “focus groups” se llegan a conclusiones al menos discutibles; como confesó el Ministro de Difamación y Falacias Jaime Durán Barba al admitir que la mentira del perrito “Balcarce”, aquel que ocupara temporalmente el Sillón de Rivadavia, surgió de una encuesta de la que surgía que un alto porcentaje de la población era “pet friendly”. Suponemos que la elección del perro también estuvo sujeta a un sondeo de opinión.
(“Tal vez hubiera sido preferible que dejen al perro” murmura por lo bajo Tito, el ferroviario)
Por lo tanto la decisión de franquear el acceso de perros a los locales de comidas quedó librada a la “voluntad popular”.
Y fue vetada. Por poco margen (52% a 48%), pero vetada al fin.
(¡Ufaaaa! Exclamó la señora, se levantó y se fue)
El rechazo de la norma hace ocioso un análisis de la misma. Análisis en el que, por otra parte, han abundado en las redes sociales terminando indefectiblemente en insultos y agresiones; aunque no en conclusiones.
Lo que la pregunta municipal motivó en este “Humilde Hacedor de Notas”, cual magdalena fragante en el inconsciente del escritor, fue una reflexión acerca de la democracia y el gobierno.
Someter a “consulta popular” una decisión de gobierno es un tema por demás serio e importante. Todos, o al menos algunos, recordamos el referéndum por el “Acuerdo entre Argentina y Chile sobre el Canal de Beagle” que había sido un tema que puso a ambos países al borde de una guerra.
En las democracias se somete a plebiscito, referéndum, o consulta popular temas de suma importancia que tienen una profunda incidencia en la vida de los ciudadanos y por lo tanto se ejecutan según las mismas condiciones que las elecciones presidenciales o legislativas (voto secreto según padrones, escrutinios fiscalizados, etc.)
Seguramente algún funcionario debe haber pensado que una modificación de un artículo de una ordenanza municipal que debe tener más de cien años y que no afecta gran cosa la vida o los bienes de los ciudadanos podía ser puesta en consideración en una encuesta en
Internet de dudosa verosimilitud como una “cosa simpática” que le dé a los “vecinos” la idea de que “participan” y son tenidos en cuenta por el “equipo” de gobierno.
El peligro de esto es la banalización de la democracia y sus herramientas y el distanciamiento de los gobernantes respecto de sus decisiones.
Como primera medida gobernar es decidir y el gobernante es electo para que tome decisiones, importantes, muy importantes o menos importantes; desde cambiar el sentido de una calle hasta tomar deuda pública para efectuar una obra, incluyendo modificar una normativa.
Cuando el gobernante considera que la decisión supera su rango de acción, ya sea porque afecta a la vida o bienes de los ciudadanos o porque tendrá un efecto muy prolongado en el tiempo o en la relación con otros estados puede, y en algunos casos debe, consultar a la población tomando todos los recaudos para que la opinión popular sea fielmente expresada en el resultado.
Una encuesta por Internet es cualquier cosa menos una expresión de la voluntad popular.
Por empezar representa un universo limitado a aquellos que tienen Internet, que quieren contestar, que les llega la consulta, etc. Además no presenta ninguna garantía de imparcialidad ya que puede ser fácilmente manipulada.
Y no hablamos aquí de complicados procesos de hackeo. Solamente eligiendo a quiénes se envía la encuesta se puede sesgar el resultado hacia donde se desee.
Y el riesgo de esta mecánica es la naturalización de la idea de que se puede gobernar por encuestas y entonces, del mismo modo que se sienta un perro en el sillón presidencial porque hay un público al que le gustan las fotos de animalitos, se puede emprender una campaña represiva porque “la gente no quiere protestas” o se puede privar de la libertad a una persona porque “muchos piensan que es culpable”.
Todos estos ejemplos, reales por otra parte, surgen de una misma lógica, la validación de una medida de dudosa legalidad basándose en la supuesta conformidad de una mayoría y quitándose al mismo tiempo responsabilidad sobre el acto.
Cuando allá por el 2010 le preguntamos al actual Vicejefe de Gobierno, por entonces Ministro de Espacio Público, por qué se había dado marcha atrás en el proyecto de que la Plaza Martín Rodríguez quedara abierta la respuesta fue; “porque 125 vecinos expresaron su deseo de que se pongan rejas”.
Evidentemente una plaza forma parte de la vida de mucho más de 125 vecinos, pero la expresión de estos fue utilizada para avalar una política de plazas enrejadas que el gobierno impulsaba.
En unos meses se efectuarán las elecciones legislativas que, como su nombre lo indica, son el instrumento democrático para elegir a los miembros de los poderes legislativos nacionales, provinciales y municipales, pero se está instalando la idea de que son elecciones plebiscitarias del Poder Ejecutivo Nacional.
Debemos tener en cuenta que el Gobierno Nacional utilizará un resultado favorable a los candidatos legislativos de la coalición como un aval para sus políticas de endeudamiento y desempleo.
Los gobernantes deben hacerse cargo de las decisiones que toman, sobre todo si estas decisiones afectan la vida de los ciudadanos y defraudan los compromisos asumidos en campaña.
La democracia de la encuestas sirve para cargar sobre el pueblo todas las decisiones ruinosas de los gobernantes.
El 66% de los consultados acerca de si podía hacer una nota de diez mil caracteres respondieron afirmativamente. El 33% que dijo que no fue la perra. Pero creo que está ofendida porque no la vamos a llevar a comer afuera.