Comprar y vender. Vender para comprar. Comprar lo que luego se pueda vender. Con lógica de “bolichero”, Horacio Rodríguez Larreta mueve sus fichas y su billetera de cara a su proyecto presidencial.
Por Fernando Casasco
“Larreta todo lo que puede comprar, lo compra; y todo lo que puede vender – en términos inmobiliarios -, lo vende”. La frase no pertenece a un kirchnerista ni a un (actual) fervoroso opositor, sino a Martín Lousteau, uno de los aliados del jefe de gobierno porteño.
La negociación política y la gestión de gobierno muchas veces pasan por un toma y daca. Dar para recibir, ceder para luego avanzar. En el caso de Horacio Rodríguez Larreta las opciones de compra y venta no se dan en las mismas condiciones ni en similares contextos.
Por lo general, la lógica del jefe de gobierno se basa en la compra de “activos” políticos para su propio proyecto personal. En cambio, la venta pasa por bienes que constituyen el patrimonio público de todos los porteños. Así se muestra selectivo a la hora de elegir sus propias adquisiciones y generoso en materia de enajenar bienes que son de sus mandantes.
La última adquisición del Jefe de Gobierno es la incorporación del hasta hace días intendente de Vicente López, Jorge Macri, como flamante ministro de gobierno de la Ciudad. Si Juntos por el Cambio ha hecho de los cambios de domicilios una regla casi constante (María Eugenia Vidal y Diego Santilli hicieron un enroque en las pasadas elecciones, sin ir más lejos), es más extraña la situación en la que un dirigente elegido para ejercer el poder ejecutivo de un importante municipio pase a formar parte del gabinete no de su provincia o de la Nación, sino de otro distrito.
Así Rodríguez Larreta continúa con su política de poner y sacar figuras de distintos puestos y distritos, como si se tratara de figuras intercambiables, caras o nombres sin más historia que su pertenencia a un partido. En este caso la movida responde a una jugada previa, en la cual el ofrecimiento del ministerio al primo del ex presidente Mauricio Macri fue parte de la negociación para que baje su candidatura bonaerense en beneficio del hombre que finalmente impuso el jefe de gobierno: Diego Santilli.
Al reemplazar al santillista Bruno Screnci en el Ministerio de Gobierno, la misión en el gabinete de Jorge Macri (quién no abandonó por completo su sueño de ser gobernador) parece estar más relacionada con lo político-electoral que con la gestión concreta del día a día en la Ciudad. Distintas fuentes señalan que será el encargado de articular la futura candidatura presidencial de Rodríguez Larreta con los intendentes y dirigentes de la provincia de Buenos Aires.
La incorporación de Macri (primo) forma parte de una estrategia mayor en la que el alcalde busca comprar paz interna y tiempo para su construcción política. Claro que algunos de sus rivales internos no están dispuestos a venderle tranquilamente los activos que acumularon.
Es el caso de Patricia Bullrich, presidenta del PRO a nivel nacional, y cuya relación con Rodríguez Larreta ha sido de un constante tira y afloja desde el final de la experiencia de Juntos por el Cambio en el poder.
La líder del sector de los “halcones” salió rápidamente a facturarle la magra cosecha de bancas en las últimas elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, al señalar que la expectativa en el distrito “era superar el 50%. No es una maldad de mi parte, es lo que objetivamente pasó”. Si bien desde el larretismo se eligió no contestarle y se mostraron concentrados en la gestión, el impacto del dardo se sintió.
Hay que recordar que Bullrich se imaginaba como primera candidata a diputada o disputando la PASO frente a María Eugenia Vidal, a lo que se opuso Rodríguez Lareta para evitar que se dividiera el voto del PRO. Mediante la tregua alcanzada la ex ministra de Seguridad colocó a algunos de sus dirigentes en lugares expectantes en las listas y se le reservó la tarea de recorrer el país para empujar las candidaturas opositoras en distintas provincias. Ni lerda ni perezosa, la ex funcionaria se atribuye parte del triunfo nacional de Junto por el Cambio.
A caballo de ese resultado, Bullrich hizo un intento por disputar la presidencia del bloque PRO en Diputados, a través de su mano derecha Gerardo Milman y otros legisladores cercanos como Fernando Iglesias y Waldo Wolff.
Pero la maniobra fue desarticulada y en la bancada opositora se ratificó la conducción de Cristian Ritondo. De todas maneras, la disputa puede volver a encenderse a la hora del reparto de comisiones.
La nueva pax larretista fue sellada con una foto entre el jefe de gobierno y la titular del PRO y un encuentro de la conducción macrista a nivel nacional.
El entendimiento llegó en paralelo al estallido interno de sus socios radicales: el sector liderado por el nosiglista Emiliano Yacobitti y apadrinado por Martín Lousteau, compuesto por doce diputados, quebró el bloque de la UCR y armó su propia bancada (dentro del interbloque de Juntos por el Cambio), enfrentada con la conducción de Mario Negri.
La rispidez no se observa sólo en la Cámara Baja: el gobernador jujeño Gerardo Morales casi llega a la agresión física a Lousteau (ambos enfrentados por la conducción nacional del partido), luego de recriminarle la escisión y acusarlo de trabajar políticamente para la candidatura presidencial de Rodríguez Larreta. Es el mismo Lousteau que hace apenas tres años lanzó la frase que prologa esta nota.
Los tiempos cambian. Tanto que fue la bancada que responde al ex ministro de Economía y actual senador la que facilitó la escandalosa venta de terrenos públicos y los permisos de construcción espurios que habilitó la Legislatura porteña.
Si Arturo Jauretche decía que “la gran industria de Buenos Aires es construir Buenos Aires”, el lema que ha signado el gobierno de Rodríguez Larreta en la Ciudad podría ser “Gobernar es liberar el negocio inmobiliario”.
Pero si la industria constructiva de hace un siglo se amoldaba a la necesidad de expansión de sus clases medias y populares, en la actualidad es el mercado que dominan las grandes constructoras el que determina la planificación de la mayor urbe del país. Un mercado cada vez más concentrado, especulativo y con clientes cada vez más exclusivos.
En una ciudad con apenas 6,5 metros cuadrados de espacios verdes por habitante (las normas internacionales exigen entre 11 y 15), el Gobierno de la Ciudad encaró una agresiva política de enajenación de terrenos públicos con la intención de beneficiar a los desarrolladores inmobiliarios: el Tiro Federal, Catalinas Norte, la playa ferroviaria de Palermo, la Sastrería Militar, entre otros, son ejemplos de esta política de venta de terrenos para la construcción desaforada.
Ahora, a pocos días de fin de año, el modelo se ha visto explicitado nuevamente con la aprobación de leyes para la construcción del “Puerto Madero 2” que planifica IRSA en los terrenos de la ex Ciudad Deportiva del club Boca Jrs.; y la de urbanización de los terrenos de Costa Salguero y Punta Carrasco, los que aún están pendientes de un fallo judicial, el que obviamente las autoridades porteñas esperan que les sea favorable. Los representantes del pueblo votaron afirmativamente dichos proyectos pese al rechazo casi unánime de los vecinos en las audiencias públicas.
Pero no solo eso: en una sesión apurada antes del recambio legislativo y en una Legislatura vallada, el oficialismo hizo pesar su número de escaños para aprobar diversos “proyectos urbanísticos” de edificios que podrán superar los 70 metros y una especie de amnistía para construcciones que se estén realizando por fuera de los preceptos del código de edificación.
El radicalismo de Lousteau, Yacobitti, Nosiglia y Angelici amagó con ofrecer reparos a los designios del jefe de gobierno y su máquina de facturar, al presentar nueve pedidos de modificación al proyecto original. Pero esas objeciones se disiparon mágicamente y terminaron votando disciplinadamente con el oficialismo.
A los 26 votos de Vamos Juntos (PRO + Coalición Cívica) se sumaron nueve de UCR/Evolución, dos del Partido Socialista y uno del GEN, para sumar 38 (siete más que los requeridos). En contra de las normas se manifestaron 22 diputados del Frente de Todos, Frente de Izquierda y Autodeterminación y Libertad.
Comprar políticamente todo lo que se pueda comprar. Vender inmobiliariamente todo lo que se pueda vender. La frase de Lousteau sobre Rodríguez Larreta cada vez cobra más actualidad.