La Ciudad vota junto a la Nación
El misterio terminó. Las elecciones para Jefe, vicejefe de gobierno, diputados de la ciudad y miembros de Juntas comunales se realizarán en las mismas fechas que los comicios para autoridades nacionales. Pero, ¿es el mejor escenario para que se discutan los problemas de la Ciudad?
Por Fernando Casasco
Horacio Rodríguez Larreta tomó la decisión que todo el mundo esperaba. A diferencia de la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, que coqueteó durante meses con la idea de desdoblar elecciones, el Jefe de Gobierno porteño ya tenía definido que los comicios para elegir su sucesor (así como el resto de los cargos legislativos y comunales) serían en la misma fecha en que se disputará la elección presidencial.
Hasta ahora, las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires habían sido firmes defensoras de la autonomía frente al Ejecutivo nacional para definir las fechas de sus comicios. Esta definición tenía una explicación sencilla: en la opinión pública porteña, fuertemente influenciada por los medios de difusión de alcance nacional, rara vez tienen espacio las discusiones sobre las cuestiones locales en momentos en que se disputa una elección para decidir las autoridades del país.
Además, hasta 2015, salvo en breves periodos de tiempo, el Jefe de Gobierno de la Ciudad y el/la Presidente/a pertenecieron siempre a distintos espacios políticos. La capacidad de definir una elección en fechas separadas de las nacionales, permitía al oficialismo porteño tomar distancia de la influencia ejercida por el partido que dominaba el gobierno federal durante las campañas.
La tendencia sólo fue quebrada un par de veces: en 2003, Aníbal Ibarra acordó con el presidente provisional Eduardo Duhalde la realización de los comicios en los que buscaría su reelección el 24 de agosto, junto con la elección de diputados nacionales. En tanto, en 2009, al ver que varios jefes provinciales optaban por desdoblar el calendario electoral y para evitar una campaña extendida a todo el año, la presidenta Cristina Fernández envió al Congreso un proyecto que estableció que el 28 de junio se elegirían diputados nacionales en todo el país y senadores en ocho provincias, misma fecha ya elegida por el entonces Jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri.
Como queda expuesto, en ninguna de estas excepciones estaba en juego la Presidencia de la Nación. Es cierto que la cláusula transitoria cuarta de la Constitución de la Ciudad otorgaba a la Legislatura la potestad de “modificar la duración de los mandatos del próximo Jefe de Gobierno, el de su Vicejefe y el de los legisladores del próximo período (el que se inició en 2000 y concluyó en 2003), con el fin de hacer coincidir las elecciones de autoridades de la Ciudad con las autoridades nacionales”.
Sin embargo, las leyes sancionadas a continuación unificaron la fecha de asunción y de cese en sus funciones de los mandatarios locales con los nacionales, pero manteniendo la separación de los actos electorales. Siempre la autonomía de la Ciudad se exhibía como baluarte.
Esto fue así hasta la sanción del nuevo Código Electoral, sobre el que informamos en la edición de noviembre de 2018. Dicha norma, en su artículo 60, habilita al Jefe de Gobierno la potestad de unificar las fechas de los comicios, tanto de las PASO como de la primera y segunda vuelta (tanto en la Nación como en la Ciudad hay ballotage, aunque con distintas condiciones).
En este punto surge la paradoja: una norma histórica para la legislación de la ciudad de Buenos Aires brinda al Jefe de Gobierno la facultad para tomar una decisión que va a contramano de la autonomía real de los porteños. Porque a nadie le quedan dudas que la elección presidencial va a copar gran parte de la agenda pública de los próximos meses, dejando a los temas propios de la Ciudad (economía, seguridad, salud, educación, etc.) una parte ínfima en la discusión.
Y es aún más contradictorio cuando la decisión viene de parte de una fuerza política que durante más de once años pretendió exhibir a los porteños su distancia respecto al poder político nacional. Los tiempos cambian.
Al comunicar la determinación, Rodríguez Larreta puso por delante de todos un motivo en especial: el económico. Por supuesto que votar seis veces (PASO, primera y segunda vuelta, tanto en Ciudad como en las nacionales) implica un mayor gasto. Pero ese no fue un pretexto en otras circunstancias.
La clave pasa por las necesidades de la Casa Rosada, más precisamente por los deseos de Macri en la búsqueda de su reelección. Por eso fue el jefe de Gabinete Marcos Peña, hoy casi reducido a la función específica de jefe de campaña de Cambiemos, el encargado de hacer entrar en razones tanto a Vidal como a Rodríguez Larreta para que tomen la determinación de jugar sus respectivas reelecciones junto a la del líder de la alianza oficialista.
Es evidente que Macri necesita de todo el envión extra que le puedan sumar sus “delfines” de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, en medio de una recesión galopante, con alza de la inflación y la pobreza y con su imagen en las encuestas tocando mínimos históricos.
También por este motivo muchos de los gobernadores (incluso de la alianza Cambiemos) han optado o evalúan tomar la determinación de despegar los comicios locales de los del país. Pero el macrismo no podía permitir que esto ocurriera en los distritos gobernados por dirigentes de su propio riñón.
En cuanto a las candidaturas, Rodríguez Larreta ya se anotó antes que nadie para el paso más lógico: buscar su reelección. Lo que tomará más tiempo será la determinación de su compañero/a de fórmula, ya que Diego Santilli ya advirtió que se bajaría de ese puesto, en función de su deseo de encabezar la lista del macrismo en 2023.
La Constitución porteña impide a cualquiera de los dos miembros de una fórmula reelecta postularse a un tercer mandato consecutivo. De todos modos hay tiempo: en la Ciudad la elección del o la candidato/a a vice es posterior a las PASO.
Lo cierto es que la unificación de las elecciones complica también al mayor rival de Larreta en la contienda de 2015, Martín Lousteau. El ex embajador en Estados Unidos permanece en un delgado equilibrio entre su apoyo “crítico” al gobierno nacional (cada vez menos explícito) y su abierta oposición a la gestión porteña.
La conformación de Cambiemos en la Ciudad, concretada hace algunos meses, pondría a Lousteau en la incómoda posición de disputar las PASO porteñas (con escasas chances de triunfo), mientras se desdibuja su perfil de dirigente nacional.
Quién sí esbozó sus pretensiones de disputar la Jefatura de Gobierno fue el ex ministro de Cultura Darío Lopérfido. El ex “joven sushi” parece decidido a reunir lo más rancio de la derecha, ya que entabló conversaciones con colaboradores del economista ultra-liberal José Luis Espert, el ex ministro de Economía Ricardo López Murphy y el dirigente local Yamil Santoro.
Desde la oposición, el kirchnerismo y el PJ aún siguen en veremos. Está claro que a nadie le disgustó la idea de la unificación de las elecciones, pendientes como están del rompecabezas que implica la interna peronista a nivel nacional.
Los kirchneristas se entusiasman con que un regreso de Cristina Fernández traccione votos para el candidato local, ya que ninguno de los que se menciona (Mariano Recalde, Carlos Tomada, Juan Grabois, ¿Victoria Donda?) aparece con chances ciertas por sí mismos en la previa. Tal vez la única excepción sería Axel Kicillof, aunque los más recientes análisis ubican al último ministro de Economía kirchnerista en la disputa por la provincia de Buenos Aires.
¿Otras opciones? El Frente de Izquierda se presentará como de costumbre y muchos señalan a la legisladora Myriam Bregman como la mejor ubicada para ocupar la candidatura.
Dentro de las opciones del progresismo aparece el nombre del presidente de San Lorenzo, Matías Lammens, quien ha rechazado las ofertas que le hicieron desde el macrismo por sumarse a sus filas. Al joven dirigente se lo vio dialogando animadamente con el socialista gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz, quién también empuja la postulación presidencial de Roberto Lavagna.
Así será la carrera electoral 2019. Una puja nacionalizada desde el vamos y con escasa autonomía para la decisión de los porteños sobre su Ciudad.