Barrio Perón: “Primera vez que los sectores populares pudieron acceder a chalets”

Barrio Perón
En 1949, bordeando la General Paz en Saavedra, nacía el “Barrio Perón”. Con características únicas en Argentina que le permitían a sus vecinos “autoabastecerse”. El vecindario tiene un diseño arquitectónico, una fuerte ligazón con el peronismo y un significado socio-cultural que sus protagonistas rememoran.

Por Mateo Lazcano

Hace un poco más de setenta años atrás, en uno de los márgenes de la entonces Capital Federal emergía el Barrio Perón con características únicas. A lo largo de las décadas, se modificó su nombre, la nomenclatura de las calles, parte de su arquitectura y alguna de sus características que le daban esa originalidad.

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Sin embargo, el “Barrio Perón” ubicado en Saavedra mantiene impregnadas sus huellas con el peronismo y un diseño paisajístico que le permite ser reconocido en la zona y en toda la Ciudad de Buenos Aires.

Pese a que hay distintos relatos y fechas de comienzo, historiadores e instituciones vecinales coinciden en que el 10 de noviembre de 1949 se dio la inauguración oficial del “Barrio Perón”. Su origen se remonta a un par de años antes, en los comienzos del primer mandato peronista, cuando la “Fundación Eva Perón” entregó los fondos necesarios para construir este vecindario en tierras linderas a la histórica estancia de Cornelio Saavedra.

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Inspirado en las “ciudades-jardín” inglesas, en un poco más de un año estuvieron listas las obras. Las mismas consistían en 428 casas en total, con 24 modelos distintos. “Había de un ambiente como ‘casas colectivas’, algunas de dos, otras con techo a dos aguas y también tipo chalets con planta baja y primer piso”, explica Alberto Rodríguez, presidente de la Asociación Vecinal del barrio, que tomó posteriormente el nombre de Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta.

La principal característica del vecindario es que estaba pensado para “autoabastecerse”. Ubicado en los suburbios de Buenos Aires, con una avenida General Paz recientemente creada y lejos del transporte que permitía viajar al centro, la idea fue permitir que todos los vecinos tuvieran los servicios más necesarios dentro del propio barrio.

Así, el “Barrio Perón” contaba dentro de su superficie con una escuela pública (la número 19, “Naciones Unidas”), un centro comercial, una estación de servicio, un garage, una sucursal del correo, una farmacia y hasta un cine-teatro. Organizado en forma radial, en el medio se encontraba el parque principal y la iglesia “San Juan el Precursor”, construida en forma contemporánea y con la idea de “abrazarlo”.

La historia del templo tiene una enorme riqueza por sí misma, aunque es inseparable de la del barrio. “Actuaba de centro cívico-religioso”, explica el sacerdote Domingo Bresci*, párroco entre los años 2000 y 2015.

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“Existía un total vínculo de la comunidad con el templo. Los vecinos se encontraban en las misas, las procesiones, los bautismos y los casamientos. Se seguía la idea de la comunidad organizada”, aporta el cura. Incluso, la explanada de la misma era la sede de los actos patrios durante la primera época.

Este rol de la iglesia estaba señalado desde la propia arquitectura. Por norma, ninguna construcción debía ser más alta que el campanario de la entonces capilla, que actuaba como “vigía”, y era visto desde cualquier punto.

El templo era, además, el lugar del barrio de mayor ligazón con el peronismo. “La pretensión era que fuera la Catedral religiosa de la Fundación Eva Perón. A ella debían referir las capillas, curas y religiosos que la integraban”, comenta Bresci.

Para mayor muestra, la nomenclatura oficial de “San Juan el Precursor” lo definía como “Templo Justicialista”. A él fue enviado como primer sacerdote Hernán Benítez, quien era el asesor espiritual de Evita. Su nombramiento marcó una tensión entre el gobierno y la Curia, ya que suele ser esta última la encargada de las designaciones sacerdotales.

Finalmente, Benítez fue aceptado, y su magisterio dotó del “gen peronista” a los primeros años de la iglesia. Una de las principales consecuencias de esta realidad es que el propietario del templo era el Estado Nacional y no la Arquidiócesis, condición inusual que se mantiene aún hoy.

“Tenía lógica, lo habían edificado ellos”, indica Bresci. En este sentido, rememora el religioso, Benítez debió firmar un inventario donde daba cuenta del estado en que recibía los bancos, ornamentos, luces y todos los bienes que integraban al templo, como cualquier edificio público.

Por esta ligazón con los líderes justicialistas, uno de los “mitos” acerca del “Barrio Perón” era respecto a la adjudicación de las casas. Sin embargo, tanto el sacerdote como Rodríguez lo desmienten.

“Solo el 10 por ciento se entregó a familiares y funcionarios. El resto se dio por intermediación de los sindicatos o la Fundación, con prioridad para mujeres con hijos”, indica Bresci.

“No se otorgaron gratis. Por el contrario, los vecinos cuentan que se les hacía difícil pagar los préstamos del Banco Hipotecario”, agrega el presidente de la Asociación Vecinal.

Uno de los primeros vecinos fue un ministro de gobierno, Raúl Mendé. El matrimonio presidencial tenía un gran interés por el incipiente barrio, que se hacía notar en su presencia física. “Eva y Perón venían a charlar con los vecinos y tomaban el té con Benítez los domingos por la tarde”, comenta Bresci, quien agrega que ella estaba “muy pendiente de los detalles de las viviendas”. Dos momentos históricos para el vecindario, como la adjudicación de las primeras casas o la inauguración del templo tuvieron a Evita presente.

Por todo este estrecho vínculo con el peronismo, la realidad del barrio cambió luego del Golpe de 1955. “Hubo mucho vandalismo. Se paseó un busto de Evita por las calles y muchas familias militantes fueron expulsadas de las casas con el argumento de que debían alquileres”, cuenta Bresci.

El cura Benítez pudo resistir solo dos años, hasta que por la presión de los militares contra la Curia fue desplazado. Desde allí y hasta 1999, el templo fue conducido por el padre José María Lombardero, con un perfil totalmente distinto. El “espíritu peronista” de la iglesia recién regresó cuando el entonces arzobispo Jorge Bergoglio nombró a Bresci.

“Nosotros intentamos recuperar la historia”, comenta el sacerdote de 81 años. En ese sentido destaca que intercedió para recuperar otro busto de Eva Perón que estaba en el parque vecino, y que el propio Benítez había escondido, junto a dos placas conmemorativas, o la misa en honor a la “jefa espiritual” justicialista de cada 26 de julio. Una de ellas, en pleno retorno de Perón, había sido presidida por Carlos Mugica en 1973, acompañado de una marcha de antorchas.

Hoy, uno de los tres parques que conforman el barrio tiene el nombre del sacerdote. Allí, durante las décadas de 1960, 1970 y 1980 se desarrollaban “torneos de fútbol relámpago” de los que participaban jóvenes de la zona, que también están en la memoria de los vecinos.

El “Cornelio Saavedra” fue reconocido también por otra particularidad: durante algunos años tuvo un boliche (“Bella Roma”). “Estuvo mal habilitado desde un principio, en plena zona residencial y a metros de una escuela. En la última época había fiestas de egresados todos los días, era un descontrol. Finalmente logramos la clausura cerca del año 2010”, rememora Rodríguez.

La muerte de los vecinos originales y la atracción inmobiliaria por la zona provocaron un cambio del perfil del barrio, que adquirió un estatus de clase media-alta lejana a las raíces históricas. A la par, los servicios originales fueron desapareciendo y los residentes fueron adquiriendo el “comportamiento individualista” de la sociedad actual.

“En este momento, solo nos unimos ante el espanto. Cuando hay temas que nos perjudican a todos los vecinos se involucran y hay unidad, pero por ahí hacemos un acto patrio y vienen diez personas”, lamenta Rodríguez, quien sin embargo destaca que su asociación “es la rueda de auxilio” del vecindario.

Hoy en día, los parques reciben miles de visitantes los fines de semana, que se mezclan con los cerca de 30 “propietarios pioneros” del “Barrio Perón”. Pese a que estos setenta años parezcan lejanos, los testimonios reivindican las características de este barrio “único”, que tiene solo uno gemelo cerca del Aeropuerto de Ezeiza.

“Lo pensás hoy y parece imposible. Hasta teníamos los estrenos de cine que se presentaban en el centro”, recuerda Rodríguez. Bresci, en cambio, prefiere apelar al simbolismo socio-cultural. “Fue la primera vez que los sectores populares pudieron acceder a chalets, algo siempre reservado a la clase alta”, sostiene. Se trata, en definitiva, de una huella histórica impregnada en las paredes del “Barrio Perón”, que difícilmente el paso del tiempo pueda borrar.


Domingo BresciDomingo Bresci se ordenó de sacerdote en 1962. Sus primeros años de cura transcurrieron en las iglesias Luján de los Patriotas, en Liniers, y Luján Porteño, en Floresta. Desde el año 1965 hasta 1975 en la Iglesia Cristo Rey de Villa Pueyrredón. Luego permaneció 25 años en San Vicente de Paul, en Mataderos, y desde el año 2000 hasta el 2015 en San Juan Bautista el Precursor. Participó durante las décadas del ‘60 y ‘70 del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

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