La Presidencia de Javier Milei marca una nueva era en la política argentina, signada por el ajuste del Estado y una nueva ola de reformas pro-mercado. En la Ciudad, Jorge Macri encabeza la continuidad del PRO, pero con un perfil distinto al de su antecesor.
Por Fernando Casasco
“El futuro está en el aire
puedo sentirlo en todas partes,
soplando con el viento del cambio”.
Corrían los primeros años 90 y la banda alemana Scorpions cantaba esperanzada por los vientos de cambio que traería la caída del Muro de Berlín y el desplome del socialismo. Era el fin de la Guerra Fría. Un estadounidense de origen japonés se atrevía a pronosticar “el fin de la historia”, mientras el evangelio neoliberal se expandía por el mundo y derribaba barreras comerciales y arancelarias para beneficio del gran capital. El avance de la tecnología contribuía a pensar que la globalización dependía de que alguien sólo apretara una tecla de su computadora para que el progreso se hiciera presente en cualquier punto del globo terráqueo.
Más de 30 años después, la promesa de bienestar universal de aquellos ¿cándidos? artistas alemanes no se ha cumplido. Las desregulaciones económicas de los 90 generaron crisis bancarias y económicas a lo largo y ancho del planeta, desde México a Turquía, desde Argentina a Wall Street. A la Guerra Fría la sucedió la guerra comercial entre la potencia triunfadora, Estados Unidos y la expansiva China. El poder del terror también se ha globalizado, como lo supieron Buenos Aires, Nueva York y otras ciudades europeas y norteamericanas castigadas por atentados y tiroteos, lo cual derivó en mayor armamentismo, más guerras y más muros.
“Sentís la mosca joder detrás de la oreja y chupás la fruta sin poder morderla”, cantaba por aquellos mismos años el argentino Carlos “Indio” Solari. El capitalismo globalizado no trajo bienestar para todos, lo que provocó una “marea rosa” de cambios a favor de las clases populares en Latinoamérica. Pero también la proliferación de grupos de ultraderecha, xenófobos y autoritarios, en principio en Estados Unidos y Europa, que – gracias a las redes sociales – comenzaron a hacerse escuchar y a ganar peso político.
El descontento y la rabia creciente en grandes sectores de la población se expresó en éxitos electorales para estas fuerzas, que trascendieron el primer mundo y también penetraron a los países en desarrollo. Donald Trump en Estados Unidos, Giorgia Meloni en Italia, el auge de Vox en España, la siempre amenazante Marine Le Pen en Francia, Viktor Orban en Hungría, la reciente victoria de Geert Wilders en los Países Bajos. Y después del gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil, llega al poder en la Argentina de 2023 Javier Milei.
El pintoresquismo del personaje le sumó adhesiones a una idea que no por remanida deja de ser persuasiva: si en la Argentina hay inflación es porque el Estado gasta más de lo que percibe y porque la plata de los impuestos se la roban los políticos. Todo adornado con videos en redes a favor de la libertad, ideas que fácilmente prenden, sobre todo en las mentes más jóvenes. Y el descontento generalizado con los últimos gobiernos, de distintos signos, en un país con 140% de inflación anual y más de 40% de pobreza.
Tras lograr el apoyo de Mauricio Macri, Milei decidió que la culpa ya no era de toda la casta política, sino del kirchnerismo y se apropió de la idea del cambio. Refrendado por más del 55% de los argentinos en el balotaje, se apronta por estas horas a asumir la Presidencia de la Nación como el primer Jefe de Estado “liberal libertario” de la historia. El ajuste, que originalmente lo iba a hacer la casta, lo tendrá que pagar la sociedad en su conjunto. Promete que, de seguir sus premisas, en 35 años podremos ser como la Alemania a la que le cantaba Scorpions.
Detrás de él se encolumnan menemistas, macristas, endeudadores y fugadores de divisas, peronistas y radicales conversos y nostálgicos de la última dictadura militar. De un modo u otro, los vientos de cambio que promete traer sacudirán al país en su conjunto.
El ¿cambio? en la Ciudad
Por debajo del radar del gran salto que representa a nivel nacional la Presidencia en manos de Milei, Jorge Macri se apresta a hacer su propio mini-cambio en la Ciudad de Buenos Aires. Con más tiempo que el que ha tenido el libertario para planificar el diseño de su gobierno, escogió a los miembros de su gabinete casi sin presencia de aliados. En cambio, intentó hacer equilibrio entre las distintas líneas que hoy forman parte del PRO y que también están tensionadas entre sí por cómo se dirimió la interna del partido amarillo y por el posicionamiento frente al nuevo gobierno nacional.
El futuro jefe de gabinete será Néstor Grindetti, ex intendente de Lanús y ex candidato a gobernador bonaerense. Será su regreso al gabinete porteño, tras haber sido ministro de Hacienda de Mauricio Macri en sus primeros dos periodos al frente del Gobierno de la Ciudad. La relación del actual mandamás del Club Independiente con la familia Macri se retrotrae a su pasado como responsable de las cuentas de distintas empresas de SOCMA durante más de 30 años.
Otro hombre muy cercano a Mauricio Macri ocupará la Secretaría General: se trata de Fulvio Pompeo, encargado de las relaciones internacionales del Gobierno de la Ciudad entre 2007 y 2015, y secretario de Asuntos Estratégicos cuando el ingeniero ocupó la Presidencia. Asimismo, el fundador del PRO logró ubicar en el recientemente creado Ministerio de Infraestructura a Pablo Bereciartúa, ligado al ex ministro de Transporte Guillermo Dietrich. Dependerán de la nueva cartera nada menos que el tránsito, el transporte y las obras públicas.
Claro que Jorge Macri se reservó espacios para su propia gente de confianza. El Ministerio de Justicia – separado del de Seguridad – será ocupado por Gabino Tapia, ex secretario de Legal y Técnica de la Municipalidad de Vicente López, mientras que el ex jefe de gabinete del municipio del Conurbano norte, Ignacio Baistrocchi, ocupará el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana.
A ellos se agregarán dirigentes del riñón del flamante jefe de Gobierno en secretarías clave: César Torres, operador todo terreno de Macri, será secretario de Gobierno; Guillermo Romero en la Secretaría General; Gustavo Gago ocupará la Secretaría de Comunicación; y Leticia Montiel será secretaria de Legal y Técnica.
La continuidad con la actual gestión la marcará Fernán Quirós en Salud, único ministro de Horacio Rodríguez Larreta confirmado en su puesto, en tanto Álvaro García Resta se mantendrá en la Secretaría de Desarrollo Urbano. Mientras que Hacienda quedará en manos de Gustavo Arengo Piragine, hombre de confianza del actual titular del área, el larretista Martín Mura.
Cerrados los escarceos para tratar de sumar libertarios, el resto de los cargos se repartirá entre distintos sectores del oficialismo porteño o aliados: Roberto García Moritán, de Republicanos Unidos, ocupará el Ministerio de Desarrollo Urbano; el ex halcón devenido en paloma Waldo Wolff ocupará el Ministerio de Seguridad, acompañado por el ex jefe de gabinete de Grindetti en Lanús, Diego Kravetz; Educación quedará a cargo de Mercedes Miguel, quien trabajó con Esteban Bullrich en la cartera educativa nacional; a Cultura irá Gabriela Ricardes, funcionaria de confianza del bullrichista Hernán Lombardi.
La relación con el radicalismo, que quedó casi en punto muerto tras la dura interna con Martín Lousteau, intenta suturarse a través de negociaciones con Daniel Angelici y Emiliano Yacobiti: a los radicales se les reservaría la Procuración (para la que tiene todas las fichas el ex ministro de Seguridad Martín Ocampo) y otros espacios como la presidencia del Banco Ciudad (donde podrían continuar Guillermo Laje) o puestos importantes en Subterráneos de Buenos Aires, AUSA y la Corporación Puerto Madero.
El apoyo de los radicales será clave para impulsar leyes en la Legislatura: a partir del 10 de diciembre, Juntos por el Cambio tendrá 30 escaños (uno menos que el quórum propio), de los que el PRO cuenta con solo 12, mientras que el resto se divide entre UCR-Evolución, el Partido Socialista, Republicanos Unidos y la Coalición Cívica. Por su parte, Unión por la Patria contará con 18 legisladores, La Libertad Avanza con 9 y el FIT con 3. Todo cambio necesita votos y el nuevo jefe de gobierno deberá juntarlos.