Los clubes Sin Rumbo y Sunderland convocan cada fin de semana gran cantidad de personas, de diversas zonas de Buenos Aires, a bailar tango. La fama de estas milongas, que tienen décadas de historia y se mantienen en vigencia, coloca al barrio urquicense como zona milonguera. Detrás de cada una, hay una gran organización y un fuerte sentido de pertenencia de sus integrantes.
Por Mateo Lazcano
Cada fin de semana, mientras el ritmo de la Ciudad desciende y la gente se dedica a descansar y estar en casa, un destacado número de personas encuentran en los clubes Sunderland y Sin Rumbo de Villa Urquiza un lugar donde llevar a cabo lo que les gusta: bailar en la milonga.
Ambos clubes han construido una historia tanguera, y gracias a una destacada organización, albergan centenares de personas de todas las zonas.
El Club Sunderland está ubicado en Lugones 3161, entre Iberá y Quesada. Fue fundado en 1921, y se practican varios deportes, entre ellos el básquet. También cuenta con un buffet y un salón en la planta alta. Su milonga se llama actualmente “Malena”. Funciona los sábados a partir de las 23 horas en el salón principal del club, la cancha de básquet, ubicada al fondo. Por su fama internacional, comprobada por la cantidad de extranjeros que se acercan, es llamada “La milonga del mundo”.
Dos años antes había sido fundado el Club Sin Rumbo, en Tamborini 6157, a metros de la Avenida de los Constituyentes. El nombre fue tomado por el caballo ganador de una carrera en la que habían apostado sus fundadores. Cuenta casi en exclusividad con una sala ubicada al fondo, donde cada viernes desde las 22 se baila la milonga. En la década del 60 pasó a ser denominada “La Catedral del tango”.
Norma Ruiz es una de las organizadoras de la milonga de Sunderland. Está a cargo del buffet. Recuerda que está hace casi veinte años en la organización de “Malena”: “La vamos piloteando”, confiesa.
Con el club van a porcentaje de la recaudación, pero Ruiz asegura que con la milonga “ayudamos al club a progresar, ya que tiene mucho gasto”. Ella se encarga de que no falten la comida y las bebidas principalmente, sobretodo el vino y el champagne que se sirven.
Julio Medrano es actualmente quien organiza el evento milonguero de Sin Rumbo. Esta etapa comenzó en 2007, pero había estado antes en dos períodos anteriores. Medrano, quien toda su vida perteneció a Villa Urquiza, dice tener un afecto especial por el Club Sin Rumbo.
“Acá vi bailar a los mejores”, dice. Además agrega que “a muchos que arrancan les tiemblan las piernas porque están bailando en Sin Rumbo”. No es casual entonces que la llamen la “milonga más vieja del mundo”, ya que, como Julio Medrano recuerda, no había ni techo cuando se comenzó a bailar tango en este club urquicense.
La institución de la calle Lugones, por ser más grande, reúne más cantidad de gente. Norma Ruiz afirma que entre cien y trescientas personas se acercan en promedio cada sábado que se desarrolla la milonga. Y que cuando hay un buen espectáculo el número aumenta considerablemente. En el club de la calle Tamborini, el promedio es de sesenta participantes, aunque en los días de lleno total llega a alcanzar el destacable número de cien personas.
La milonga en general tiene la característica de ser muy abierta y receptiva en torno a las edades de quienes la desean practicar. En Sunderland baila gente de “16 hasta 90 años, sin exclusividad”. De hecho, comentan que ocurre que algunos aprenden a bailar allí mismo y después continúan yendo por gusto. Esto mismo ofrece Sin Rumbo, donde frecuentemente va un profesor a enseñar.
Pese a estar ubicadas en Villa Urquiza, en ambas instituciones la concurrencia de vecinos es minoritaria, ya que se acerca gente de variadas zonas. Norma Ruiz indica que “vienen de todos lados”. Julio Medrano especifica que concurren de San Isidro, Olivos, San Telmo y del Microcentro.
Esta heterogénea concurrencia barrial no hace más que reforzar la imagen de Villa Urquiza como zona milonguera. No sólo eso: en ambas milongas, como se dijo, se acercan extranjeros, gustosos de conocer las famosas milongas.
Como se baila de a dos, hay un gran número de parejas “milongueras” ya conformadas, pero también llegan “solos y solas”, ya que nadie se queda sin bailar y se forman rápido grupitos. Por tal motivo, es muy parejo el número de hombres y de mujeres.
En Sin Rumbo predomina un clima familiar. Medrano destaca que “la primera media hora la gente va caminando por las mesas, saludándose. Hay mucha buena onda, característico de acá”.
Un viernes a la noche, generar un clima ameno que deje atrás una cargada semana no es fácil de lograr, lo que según su organizador, sorprende mucho a los extranjeros que concurren a Sin Rumbo.
La distribución de ambas milongas es similar. Mesas formadas en un contorno que dejan libre un gran espacio en el medio: el destinado al baile.
En Sunderland, destacan que hay mesas de dos, cuatro, seis y ocho personas, de manera que nadie se sienta solo o por su cuenta. La milonga es puramente social, y promueve el intercambio y la interacción, algo destacable en estos tiempos en los que la tecnología hace que muchos queden recluídos en lo que pasa en su celular y omitan el mundo exterior.
La música está, en las dos milongas, a cargo de disk jockeys. Estos tienen un papel relevante y son reconocidos dentro del evento. El organizador de Sin Rumbo dice que el disk jockey “sabe lo que la gente quiere escuchar. Tiene la habilidad de saber qué gusta”. Y hay clásicos que por supuesto no puede dejar afuera, como Pugliese y Troilo.
En “Malena” destacan que la organización hace que no haya quejas de los vecinos. “Hay colocados elementos para medir la vibración de las paredes”, dicen.
Todos estos factores seguramente habrán contribuido a construir la “fama” de estas milongas. Lo cierto es que ambas reúnen un sentido de pertenencia, una mística propia de quienes participan de ellas.
En Sin Rumbo, Medrano comenta que se mantiene la cultura de las milongas de hace treinta, cuarenta años. “Se baila al piso, se viene bien empilchado”, dice orgulloso. En Sunderland no se quedan atrás: “somos la número uno, tenemos una tradición muy grande”, dice Ruiz, una de las organizadoras. El club de la calle Lugones tiene otra particularidad: a pocos metros está la Avenida Goyeneche, ícono del tango nacional.
Estas milongas, las más importantes de la Ciudad y a la que se acercan incluso extranjeros, están ahí nomás de casa. Por gusto por el tango, por el deseo de hacer algo distinto, por la historia que llevan encima o para conocer gente nueva en un ámbito ameno, estamos todos invitados a darnos una vuelta.