En su primer discurso de apertura de sesiones ordinarias ante la Legislatura porteña, el Jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, hizo un fuerte elogio del gobierno que lo precedió y de la situación en que “encontró” al Estado comunal. Mientras tanto, propuso algunos objetivos concretos, lanzó unas cuantas promesas vagas y evitó pronunciarse sobre cuestiones candentes para la realidad porteña.
Por Fernando Casasco
El relato que de los actos de gobierno hacen los propios gobernantes no hace necesario mentir ni falsear hechos. A veces alcanza con solamente hacer foco sobre algunas cuestiones y dejar en las sombras otras. A diferencia del actual Presidente de la Nación y de su colega gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, ante la Legislatura Rodríguez Larreta destacó la “herencia” que recibió del propio Mauricio Macri, al tiempo que señaló que la Ciudad “está preparada para dar el gran salto y desarrollar todo su potencial”.
“Todo es según el color del cristal con que se mira”, reza el famoso poema de Campoamor: mientras el Primer Mandatario ante la Asamblea Legislativa no mencionó la cantidad de escuelas y hospitales construidos durante el kirchnerismo, ni el alcance de las cinco millones de netbooks repartidas por el programa Conectar Igualdad, su sucesor en la Ciudad destacó que los alumnos primarios porteños tienen su netbook o que en los hospitales porteños se puede sacar turno por teléfono.
Macri pasó por alto el alcance de una política monumental como la Asignación Universal por Hijo (a la que prometió “universalizar”), o la cantidad de jubilados incluidos en las distintas moratorias, en tanto que Rodríguez Larreta destacó la atención de “8.600 chicos” en los centros de Primera Infancia de la Ciudad y los beneficios del SAME.
Al tiempo que el Presidente no mencionó la renovación de los trenes urbanos de los últimos años, el Jefe de Gobierno se congratuló en que en la Ciudad haya “cada vez más líneas de Metrobus” y que cada vez más gente pueda “moverse en bici”.
En cambio, el discurso del Jefe de Estado se encarnizó fundamentalmente con el déficit fiscal heredado de la gestión de Cristina Kirchner (al que aumentó el propio Macri, incluyendo en él medidas de su gobierno como la baja de las retenciones agrícolas y las devoluciones por ganancias a trabajadores con ingresos medios y altos), sin hacer mención a la política de desendeudamiento con acreedores privados y organismos internacionales.
Paradójicamente, Rodríguez Larreta no hizo mención alguna a cuestiones económicas, entre las que podría haber resaltado que la deuda de la Ciudad se triplicó en los últimos ocho años. “Yo sólo te conté media verdad al revés”, canta Joaquín Sabina.
De cara a su propia gestión de los próximos cuatro años, Rodríguez Larreta hizo hincapié en ciertas áreas a las que consideró cruciales para su gestión: ellas son educación, salud, seguridad, transporte, espacio público y medio ambiente.
Pero en la mayoría de ellas sobraron promesas vagas y faltaron mayores definiciones. Algo esperable de un discurso inicial, dentro de una gestión que se considera “exitosa”: cuando el carro anda, los melones se acomodan solos, dice el dicho.
Entre los puntos destacados, el Jefe de Gobierno prometió la construcción en los próximos años de 30 escuelas, todas ellas con sus salas de jardín de 3 años, el equipamiento digital para las salas de 5, la implementación de ocho nuevos corredores de Metrobus (cinco de ellos interurbanos), la incorporación de 300 nuevos vagones y la reducción de las frecuencias en el Subte y la construcción de doce nuevas plazas.
Hasta allí la escueta lista de compromisos medibles y verificables que lanzó Rodríguez Larreta. Por lo demás, habló de “acercar a la salud a la casa de los vecinos”, con la construcción de centros de salud “a 15 minutos” de todos los hogares; señaló que se trabajará junto al gobierno nacional para “mejorar la forma en que se vive en las villas” y para otorgar mayor cantidad de créditos para la compra de viviendas.
Asimismo, prometió duplicar la cantidad de residuos que se reciclan, dotar de mejor equipamiento a las fuerzas de seguridad recientemente incorporadas y apoyar la innovación y la cultura.
Por último, anunció su intención de que los vecinos participen en la toma de decisiones respecto a las obras que se realicen, “votando por redes sociales, por teléfono o de manera directa”.
En una presentación que realizó unos días antes, el Jefe de Gobierno comunicó la decisión de convertir la Villa Olímpica que se construirá en Villa Soldati para los Juegos de la Juventud 2018 en unas dos mil viviendas para sectores de escasos recursos. En ese sentido, también se proyecta la urbanización de la Villa 31, mediante un convenio de traspaso de los terrenos, hoy en poder del Estado nacional.
Pero los planes no terminan allí: la estrecha sintonía con el Gobierno nacional, llevan a Rodríguez Larreta a confiar en el traspaso de más atribuciones que las que esbozó frente a la Legislatura. Por ejemplo, se proyecta un acuerdo para que la Justicia porteña pueda investigar delitos como los de enriquecimiento ilícito, prevaricato, lesiones, abuso de armas y usurpación de autoridad, así como la absorción por parte de la comuna de los fueros civil, comercial y de familia.
Asimismo, la gestión PRO de la Ciudad ha reclamado históricamente a la Nación el control sobre puertos y juegos de azar, en una polémica que ha sido prenda de disputa entre el kirchnerismo y el macrismo. Ahora la fuerza gobernante tiene a su disposición la posibilidad de avanzar un paso más hacia la autonomía porteña. ¿Lo dará?
En su defensa del transporte público y su promesa de aumentar las frecuencias del Subte, el Jefe de Gobierno tampoco se refirió a un posible incremento en el valor del boleto. Si bien el Vicejefe Diego Santilli aseguró que aún “no está en carpeta”, fuentes del macrismo sostienen que podría elevarse de $ 4,50 a $ 6 en los próximos meses.
Ante la asamblea, Rodríguez Larreta también destacó el “diálogo” encarado por su fuerza política en la Legislatura porteña. Allí, parece que su camino está relativamente allanado. La cercanía con otros sectores de la coalición Cambiemos como los diputados de Suma+, compuesta por legisladores del radicalismo y de Martín Lousteau, la Coalición Cívica y Confianza Pública (la bancada que lidera Graciela Ocaña), le permitieron sumar 39 votos en la sesión extraordinaria en la que se aprobó el traspaso de la Policía Federal.
Por último, y no menos importante, está la cuestión política. El sorprendente triunfo de Cambiemos a nivel nacional y bonaerense, dejó bajo la luz de los focos más poderosos al Presidente de la Nación y a la gobernadora Vidal.
A Rodríguez Larreta este segundo plano no le disgusta y le permite trabajar con mayor tranquilidad. Pero en el costado negativo, se encuentra el hecho de que debió armar su gabinete a las apuradas y sin muchas de las espadas con las que contaba, que emigraron al otro lado de la General Paz o al gobierno nacional.
Curiosamente el miembro de su gabinete que quedó en la picota en el comienzo de su mandato es uno de los más experimentados políticamente: el titular de la cartera de Cultura, Darío Lopérfido, quién puso en tela de juicio la cifra de desaparecidos y alentó con sus expresiones la tristemente célebre “teoría de los dos demonios”.
Muchos vieron en esa actitud una continuidad del editorial del diario La Nación (propiedad de la familia política del ministro) que el día posterior al triunfo de Macri abogaba por el fin de los juicios contra los crímenes de lesa humanidad y la prisión domiciliaria a los genocidas.
Pese al reclamo de organismos de Derechos Humanos, intelectuales y destacados artistas, el Jefe de Gobierno confirmó la continuidad del funcionario. Se trata de la primera mancha para una novel gestión, que creía marchar con “onda verde”.