La continuidad del macrismo o la posibilidad de que se quiebre su hegemonía. Las elecciones del próximo 27 de octubre no sólo determinarán los destinos del país, sino que también comenzarán a decidir quién gobierna en la capital de todos los argentinos. Entre la confianza de Rodríguez Larreta y el entusiasmo de Lammens parece definirse la contienda. Tombolini y Solano buscan dar una sorpresa
Fernando Casasco
Propuestas de los cuatro candidatos a Jefe de Gobierno
De una forma u otra, la que se avecina en la Ciudad de Buenos Aires será una elección histórica. Para Horacio Rodríguez Larreta se presenta la chance inédita desde que se declaró la autonomía porteña de superar el 50% de los votos y ser reelecto Jefe de Gobierno sin necesidad del balotaje (Aníbal Ibarra estuvo cerca de ese guarismo en 2000 y no hubo segunda vuelta porque Domingo Cavallo – su rival – renunció a ella).
Del lado de la oposición, Matías Lammens aspira a llevar al actual jefe de gobierno a un mano a mano que se resolvería el 24 de noviembre. Se ilusiona con ser el aspirante de un armado progresista, que incluye como fuerza principal al peronismo porteño, que acabe con la hegemonía del macrismo en el distrito luego de doce años.
Sólo otros dos candidatos completan la línea de partida para las elecciones del próximo 27 de octubre: Matías Tombolini de Consenso Federal y Gabriel Solano del Frente de Izquierda y los Trabajadores. Ambos con el objetivo más módico de aumentar su representación en la Legislatura porteña.
Como ya adelantamos en ediciones anteriores, la campaña de Rodríguez Larreta hace su fuerte en la “municipalización” de la gestión. El jefe de gobierno deja a su lado sus ínfulas de líder político a nivel regional o nacional y se concentra en el día a día de la gestión y el contacto con los “vecinos”, cual intendente de pueblo chico. Busca escapar de la “mancha venenosa” que hoy parece traspasarle el presidente Mauricio Macri.
De allí también que haya lanzado una serie de compromisos módicos para su gestión de los próximos cuatro años, en caso de ser reelecto. Construcción de 19 escuelas, refacciones y compra de equipamiento para hospitales, renovación y construcción de comisarías comunales y vecinales, puesta en valor de calles comerciales, construcción o remodelación de plazas y patios de juegos, instalación de 10 mil nuevas cámaras de reconocimiento facial, la plantación de 100 mil árboles, senderos escolares en todos los barrios. Promesas mucho más “modestas” que la transformación a gran escala de la Ciudad que encaró en su primer mandato.
De las grandes obras sólo quedan la segunda etapa del Viaducto Belgrano Sur, que atravesará los barrios de Constitución, Barracas y Pompeya, la puesta en valor de la terminal de ómnibus de Retiro, la mudanza del Ministerio de Economía a la ex cárcel de Caseros, en Parque Patricios), la concreción del demorado Parque de la Innovación en Núñez y la “transformación” del predio de la cárcel de Devoto (cuando se concrete su traslado).
Un punto clave de su plataforma es la eliminación de todas las barreras del Ferrocarril Sarmiento. Todavía está en estudio si será a través de la continuación del soterramiento de las vías (ya se excavó la trinchera entre Haedo y Villa Luro, pero su avance está sujeto a la falta de financiamiento) o con la construcción de un viaducto a semejanza de los de los ferrocarriles Mitre y San Martín (lo que prefiere el Gobierno porteño por su menor costo, pero es resistido por los contratistas).
Todo esto involucra también al gobierno nacional, que tiene a su cargo el manejo de los ferrocarriles y la obra del soterramiento, por lo que la definición electoral de octubre entre Macri y Fernández también pone en juego estos planes.
En materia de transporte, existe la promesa de avanzar con la línea F de subte (que unirá Barracas con Palermo), cuya licitación internacional ya fue lanzada, pero que se prevé inaugurar recién en 2027. Mientras tanto, los planes de Larreta continúan la tónica de los doce años pasados: anunció nuevos carriles de Metrobus en las avenidas Alberdi y Directorio y la continuación del que recorre el Bajo, hasta el barrio de La Boca.
La necesidad de mostrar obras de mayor “cercanía” se emparentan con una palabra que siempre da vueltas en estos casos: financiamiento. Rodríguez Larreta promete que todos sus proyectos pueden solventarse con fondos propios de la Ciudad de Buenos Aires, sin requerir la ayuda nacional. Pero para ello necesita escaparle al fantasma de la recesión y la crisis económica que se abate sobre el gobierno de Macri y golpea con furia a la capital del país.
Los índices de pobreza, indigencia y desempleo marcan un retroceso constante en la calidad de vida de los argentinos y de los porteños y el Jefe de Gobierno, por más que lo intente, no puede mostrarse absolutamente ajeno al proceso político que generó semejante nivel de descomposición en el entramado social.
Justamente en este déficit social es donde hace hincapié la campaña de su rival, Matías Lammens. Lejos de adjetivar a Rodríguez Larreta por las obras emprendidas (algunas con mayor criterio que otras), el postulante del Frente de Todos viene reclamando “un plan para aliviar el bolsillo de los porteños, ya que el Estado no se ha ocupado ni ha generado políticas tendientes al desarrollo productivo del distrito”.
En línea con los postulados de la campaña nacional que encabeza Alberto Fernández, Lammens hace hincapié en el encarecimiento del costo de vida para los vecinos, los trabajadores, los comerciantes y promete “reordenar las prioridades en función de las verdaderas necesidades de los porteños y las porteñas para reactivar la producción y el empleo”.
El postulante opositor propone políticas activas de apoyo a las pymes y promover la contratación de jóvenes en microempresas de la ciudad. También anunció la creación de una agencia de ciencia y tecnología, con especial énfasis en la competitividad y la generación de valor agregado en los sectores productivos.
Asimismo, Lammens propone aumentar el presupuesto para educación – que se vio reducido en su impacto global durante los doce años macristas – de manera de garantizar y aumentar las vacantes en el sistema educativo.
Un punto novedoso de la propuesta del Frente de Todos es el referido a la transparencia de la gestión pública, justamente uno de los puntos en los que mayores críticas ha recibido históricamente el kirchnerismo: el candidato anunció – en caso de ser electo – la creación de una Oficina Anticorrupción, que quedaría a cargo de la oposición. Además, prometió una ley de pauta publicitaria: según datos de la oposición, en 2018 el gobierno porteño gastó más de 4 millones de pesos por día en publicidad, una suma que le hubiera alcanzado para la construcción de dos escuelas por mes.
Por su parte, desde Consenso Federal, el economista Matías Tombolini centra sus críticas al actual gobierno en el área que mejor maneja: la de las finanzas. El hombre de Roberto Lavagna en el distrito propone una baja en las alícuotas tanto de ABL como de Ingresos Brutos.
Afirma que el Ejecutivo debe regular tarifas y expensas y remarca la necesidad de la creación de los ministerios de Trabajo y Producción “para, así, reactivar el consumo, la producción y el empleo, sin generar efectos negativos en la gestión”.
El cuarto contendiente, Gabriel Solano, del Partido Obrero en el FIT, remarca la necesidad de un aumento generalizado de salarios para paliar la grave crisis social que padece el distrito. Entre sus propuestas de gobierno destacan el pase a planta permanente a los 18 mil trabajadores del Estado precarizados; un plan de construcción de viviendas que dé respuesta a más de 500 mil personas con problemas habitacionales y “una política decidida en defensa de la educación y la salud pública”.
Sobre el cierre de esta edición, los cuatro candidatos tenían su primer cara a cara en un debate público. En dos semanas, las urnas – es decir, los porteños – dictarán su veredicto.