A fines de diciembre comenzó la demolición del histórico chalet de Parque Chas, desatando el rechazo de vecinos y asociaciones civiles que buscan proteger el patrimonio arquitectónico del barrio. A pesar de la autorización del Gobierno porteño, una medida precautelar detuvo su destrucción. Se aguarda una decisión judicial definitiva mientras se organiza una movilización para el viernes 10 de enero a las 18 horas.
Por Juan Manuel Castro
“Cada vez que pasamos, lloramos por lo que se perdió”, dice la vecina, arquitecta e investigadora Magdalena Eggers sobre la demolición del último chalet del barrio porteño de Parque Chas, ubicado en la esquina de La Pampa y Ávalos, que se inició a fines de diciembre. Una empresa proyecta construir un edificio con una planta baja y dos pisos. Ante un amparo de asociaciones civiles, el primer lunes de enero la Justicia dispuso una medida precautelar que ordenó detener la destrucción de esta centenaria vivienda de dos plantas. “Esperamos que dicten una medida cautelar y, si eso pasa, vamos a tener que ver qué se hace”, agregó. El viernes 10 de enero a las 18 habrá una manifestación ciudadana frente al inmueble.
A mediados de diciembre, la empresa recibió el visto bueno del Gobierno porteño para demoler el chalet en su totalidad, pese a su relevancia arquitectónica y social. Por eso, la propiedad fue tapiada y rodeada de cartelones. Se retiraron puertas y otros elementos de valor.
Ante el inminente desenlace, el grupo autoconvocado “Somos Parque Chas” expuso el 20 de diciembre: “Esta puede ser una pérdida invaluable para el barrio que el año que viene (2025) cumple un siglo de historia y que es tan ponderado por urbanistas y arquitectos”.
“Sabemos que sostener una casa de estas características implica un costo económico importante. Pero ahí es donde debe responder el Estado con políticas públicas que preserven los bienes que son parte del patrimonio cultural de los vecinos de Parque Chas y de todas las personas que circulan por la zona”, remarcaron en un comunicado.
El sábado 21 de diciembre convocaron a una movilización desde la Plaza Chazarreta en Barzana y Moscú hasta La Pampa y Ávalos.
Pese a la manifestación ciudadana, dos días más tarde empezaron las primeras tareas para desmantelar el techo de tejas y otros sectores del inmueble.
En ese contexto, la ONG Basta de Demoler y el Observatorio del Derecho a la Ciudad se habían hecho eco de los reclamos vecinales y habían acudido ante el Juzgado de Feria N° 2 de la Ciudad de Buenos Aires, que hizo lugar a su reclamo y dispuso esta precautelar. Se espera que durante la tercera semana de enero haya una definición: si hay una cautelar firme o no.
Mientras las máquinas están apagadas, por estas horas el Gobierno porteño debe presentar la documentación oficial que avala la demolición de este “hito para la historia de Parque Chas”, tal como lo define Eggers.
“Mientras tanto, cruzamos los dedos para que sea algo que a todos les sirva. Ya demolieron el techo y otros sectores. Lo que necesitamos es recomponer lo que ya se destruyó”, dijo la arquitecta.
Un siglo atrás, Vicente Chas, descendiente de una familia de comerciantes y hacendados, heredó un sector de tierras limitado por lo que hoy son Constituyentes, La Pampa y Triunvirato. Con el visto bueno de la municipalidad, trazó la icónica forma de telaraña o laberinto que hace tan especial al barrio, algo único en una ciudad que desde sus inicios tuvo manzanas en forma de damero.
En 1925 se construyeron las primeras viviendas sobre La Pampa y más tarde llegaron a ser un centenar, repartidas en todas sus calles. Los chalets de este tipo pintoresquista eran novedosos, amplios y cómodos.
Con las décadas, muchas de estas construcciones fueron modificadas, divididas o directamente demolidas. Gambeteando los embates del tiempo, las historias familiares y los contextos económicos, la construcción de La Pampa y Ávalos había sobrevivido.
Según contaban los vecinos, la última dueña fue una mujer llamada doña Luisa. Sus dos hijos se habían mudado y la propiedad se puso en venta.
Luego de varios años sin interesados, hace poco un vecino de Parque Chas, a través de una empresa familiar, adquirió el inmueble. También encomendó el proyecto a un estudio de arquitectura y a comienzos de 2024 iniciaron los trámites ante el Gobierno porteño.
El 17 de diciembre la Dirección General de Registro de Obras y Catastro autorizó la demolición total del inmueble, contaron los arquitectos a La Nación.
En este punto, Eggers denuncia que eso fue posible ya que el Consejo Asesor Patrimonial (CAP) desestimó cualquier tipo de protección al chalet, pese a su relevancia arquitectónica y cultural y a que no tenía daños estructurales.
Este es un órgano integrado por funcionarios del Poder Ejecutivo porteño y representantes de entidades ligadas a la arquitectura y la edificación.
“No tenían argumentos para desestimarlo”, señala la arquitecta y lamenta: “Miran así nomás y no conocen la historia del barrio tal como la tenemos nosotros, no saben de los hitos culturales o históricos del barrio”.
Además, Eggers destaca que en este caso “hay apuro por demoler” la propiedad, ya que, según investigó y ratificaron los arquitectos a fines de diciembre, hasta el momento no hay autorización para construir en la parcela. Según la normativa vigente, allí puede haber una edificación con una planta baja y dos pisos.
“Nunca imaginamos que lo iban a demoler, pensamos que el que lo iba a comprar lo iba a conservar. De hecho, se podía conservar el chalet y edificar en un sector de garaje que no tenía relevancia patrimonial. Alternativas había”, plantea la arquitecta y vecina.