Día Internacional del trabajador en homenaje a los mártires de Chicago

Martires de Chicago
logo-nota-elbarriopueyrredonSe celebra el Día Internacional del Trabajador en homenaje a los dirigentes anarquistas integrantes de la Asociación Internacional del Pueblo Trabajador, detenidos y juzgados tras la huelga del 1° de mayo de 1886. Cuatro de ellos fueron ejecutados en la horca, otro se suicidó en su celda y tres purgaron condenas de prisión.

Por Ignacio Di Toma Mues

Día del Trabajador

La jornada laboral en la década del ’80 del siglo XIX era de 16 horas por día y la lucha por las 8 horas de trabajo fue una ardua tarea que inmigrantes anarquistas llevaron adelante en EEUU. El Presidente Andrew Johnson en 1886 promulgó la ley que establecía las ocho horas de trabajo, pero la norma logró su plena vigencia en todo el país del norte recién en 1938.

En Chicago, tras la huelga y protestas obreras, algunos establecimientos implementaron la jornada laboral de ocho horas. Apenas estalló la huelga (el 1º de mayo de 1886) con el fin de lograr la entrada en rigor de la ley promulgada por Johnson, la prensa norteamericana reaccionó en forma virulenta.

New York Times: “Las Huelgas para obligar al cumplimiento de las ocho horas pueden hacer mucho para paralizar la industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad del país, pero no podrán lograr su objetivo”

Filadelfia Telegram: “El elemento laboral ha sido picado por una especie de tarántula universal, se ha vuelto loco de remate; pensar en estos momentos precisamente en iniciar una Huelga por el logro del sistema de ocho horas”.

Indianápolis Journal: “Los desfiles callejeros, las banderas rojas, las fogosas arengas de truhanes y demagogos que viven de ahorros de hombres honestos pero engañados, las huelgas y amenazas de violencia, señalan la iniciación del Movimiento”.

La huelga paralizó Chicago y también tuvo importantes consecuencias en ciudades como Nueva York, Detroit y Cincinnati. En el marco de una feroz represión y cientos de obreros asesinados y heridos, en una de las tantas movilizaciones de los trabajadores – durante una carga policial – murieron siete policías. Uno de ellos fue víctima de un explosivo y el resto murió por las propias balas disparadas por las fuerzas de seguridad.

Sin prueba alguna fueron condenados por instigadores (agitadores sociales) ocho dirigentes anarquistas, integrantes de la Asociación Internacional del Pueblo Trabajador. El jurado estuvo integrado por hombres de negocios y un pariente de uno de los policías muertos.

El fiscal manifestó: “La ley está en juicio. La anarquía está en juicio. El gran jurado ha escogido y acusado a estos hombres porque fueron los líderes. No son más culpables que los miles que los siguieron. Señores del jurado, condenen a estos hombres, denles un castigo ejemplar, ahórquenlos y salven nuestras instituciones, nuestra sociedad”.

Fueron condenados a morir en la horca George Engel (tipógrafo), Adolph Fischer (periodista), Samuel Fielden (obrero textil), Albert Parsons (periodista), Louis Lingg (carpintero), Michael Schwab (tipógrafo) y August Spies (periodista). A Oscar Neebe (vendedor) lo sentenciaron a 15 años de prisión.

Antes de recibir la sentencia los acusados se dirigieron al tribunal.

“¿Por qué razón se me acusa de asesino? Por la misma que tuve que abandonar Alemania, por la pobreza, por la miseria de la clase trabajadora. Sólo por la fuerza podrán emanciparse los trabajadores, de acuerdo con lo que la historia enseña. ¿En que consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caen en la degradación y la miseria” (George Engel)

“¡Mi defensa es vuestra acusación! Las causas de mis supuestos crímenes: ¡vuestra historia! (…) Ya he expuesto mis ideas. Constituyen parte de mi mismo y si pensáis que habréis de aniquilar estas ideas, que día a día ganan más y más terreno, (…) si una vez más ustedes imponen la pena de muerte por atreverse a decir la verdad y los reto a mostrarnos cuándo hemos mentido digo, si la muerte es la pena por declarar la verdad, pues pagaré con orgullo y desafío el alto precio! ¡Llamen al verdugo!” (August Spies)

“¿Y qué justicia es la vuestra? Este proceso se ha iniciado y se ha seguido contra nosotros, inspirado por los capitalistas, por los que creen que el pueblo no tiene más que un derecho y un deber, el de la obediencia. El capital es el sobrante acumulado del trabajo, es el producto del trabajo. La función del capital se reduce actualmente a apropiarse y confiscar para su uso exclusivo y su beneficio el sobrante del trabajo de los que crean toda la riqueza. El sistema capitalista está amparado por la ley, y de hecho la ley y el capital son una misma cosa. ¿Creéis que la guerra social se acabará estrangulándonos bárbaramente? ¡Ah no! Sobre vuestro veredicto quedará el del pueblo americano y el del mundo entero. Quedará el veredicto popular para decir que la guerra social no ha terminado por tan poca cosa.” (Albert Parsons)

“En todas las épocas, cuando la situación del pueblo ha llegado a un punto tal que una gran parte se queja de las injusticias existentes, la clase poseedora responde que las censuras son infundadas, y atribuye el descontento a la influencia de ambiciosos agitadores. La historia se repite. En todo tiempo los poderosos han creído que las ideas se abandonarían con la supresión de algunos agitadores; hoy la burguesía cree detener el movimiento de las reivindicaciones proletarias por el sacrificio de algunos de sus defensores… Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la libertad de la especie humana, entonces, yo les digo muy alto, disponed de mi vida.” (Adolph Fischer)

El 11 de noviembre de 1887 fueron ahorcados Spies, Engel, Parsons y Adolph Fischer. Se calcula que más de medio millón de personas asistieron al cortejo fúnebre.

Louis Lingg se suicidó en su celda pocos días antes de la ejecución. Samuel Fielden y Michael Schwab recibieron la conmutación de la pena por la de cadena perpetua para finalmente ser liberados en 1893.

“Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro. (…) firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora” (José Martí, escritor y periodista cubano corresponsal en Chicago del diario La Nación)

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