“El alcoholismo dejó de ser una enfermedad
de las personas, es un problema familiar”

Urquiza se Organiza

COMUNA 12 |

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Este año cumple 40 años el grupo de Alcohólicos Anónimos que funciona en la Parroquia Cristo Rey de Villa Pueyrredón. Colaboran en hospitales de la zona y dan charlas abiertas a la comunidad.

Por Mailén Maradei

Alcohólicos Anónimos es una organización no gubernamental internacional que se dedica a ayudar a personas que tienen problemas con el alcohol. La institución funciona desde 1935 cuando un hombre de negocios y un médico de Estados Unidos decidieron compartir sus experiencias con el alcohol con otras personas para superar esta dependencia.

En la actualidad, según estadísticas oficiales de la ONG, Alcohólicos Anónimos funciona en más de 140 países y cuenta con 115 mil grupos locales en todo el mundo donde trabajan ayudando a personas en esta situación.

En la Ciudad de Buenos Aires, funcionan 75 grupos. Uno de ellos lo hacen en la Parroquia Cristo Rey (Larsen 2384)en el barrio de Villa Pueyrredón, los días lunes, miércoles, viernes y domingos de 19 a 21 horas. Allí, el grupo local de Alcohólicos Anónimos también ofrece charlas abiertas y gratuitas para toda la comunidad.

En diálogo con El Barrio de Villa Pueyrredón, Juan B., miembro de Alcohólicos Anónimos, que prefiere mantener su identidad en reserva, relata: “El 18 de octubre el grupo de Villa Pueyrredón cumplirá 40 años en el barrio. Siempre estamos atentos y procuramos que algunos de los miembros del grupo hagan una colaboración en los hospitales de la zona porque, por primera vez después de mucho tiempo, el Ministerio de Salud está convocando a las organizaciones que nos encargamos de atender las adicciones para paliar la gran demanda que hay de información y de tratamiento en los centros de salud”.

Los grupos locales también funcionan en el Hospital Tornu, Alvear, Zubizarreta y Pirovano. El traslado de los grupos a los centros de salud se debe a la demanda de personas que concurren allí con problemas de alcoholismo.

En ese sentido, Juan B dice: “El alcoholismo dejó de ser una enfermedad de las personas y se convirtió en un problema familiar. Hay hospitales donde niños de hasta 12 años llegan con coma alcohólico durante los fines de semana. También, se convirtió en un hecho cultural porque hay amigos que toman entonces el chico se siente presionado a consumir y todos no estamos preparados para tomar y tener mucha resistencia”.

Las causas del alcoholismo difieren según cada persona. “Cada carrera alcohólica -experiencia – difiere en la modalidad de consumir, en los horarios, en la cantidad y en el tipo de bebida que se consume así que uno se hace alcohólico por las circunstancias. Cuando uno tiene una carencia afectiva muy importante o no alcanza a decir lo que está sintiendo, normalmente detrás de eso, hay una persona alcohólica. Uno está alcoholizado pero en el fondo tiene mucha timidez porque toma a escondidas y hay muchas ideas que uno tiene en la cabeza que no están bien. Los psiquiatras que trabajaron con nosotros descubrieron que la mayoría de los alcohólicos tiene una carencia de afecto importante. Muchas veces eso está relacionado con el despertar y el aceleramiento de la enfermedad”, afirma Juan B.

El programa de Alcohólicos Anónimos plantea un proceso de recuperación que comienza cuando una persona se acerca a la institución y le entregan un folleto con doce preguntas que debe responder.

También, las personas pueden asistir a las reuniones y escuchar las experiencias de los compañeros. “A nosotros nos hace bien recordar nuestras experiencias para saber de dónde venimos y todo lo que hemos progresado”, cuenta Juan B y agrega: “es suficiente con que la persona diga hoy no voy a beber y si uno está recuperándose, se dé cuenta que le conviene seguir. Todo el camino de la recuperación es una reeducación de la voluntad porque hay que renovar las ganas de vivir sin alcohol y de lograr metas”.

Durante el proceso de recuperación, es muy importante que la persona reconozca que tiene problemas con el alcohol. Luego, debe pedirle ayuda y ponerse al servicio de una persona o poder superior.

“Este paso es muy importante que lo realicen porque, cuando uno llega al grupo, está muy decaído en cuanto a las creencias”, dice Juan B.
Aunque el programa no responde a ninguna religión, la espiritualidad y la meditación son parte de la recuperación. “El programa de Alcohólicos Anónimos es espiritual, tiene que ver con hacer un trabajo íntimo y de buscar vivir en armonía con las cosas que están bien y llevarle el mensaje a todos los que están sufriendo y hablarles de lo que nos pasa cuando dejamos de beber” sostiene Juan B.

Otra función fundamental de la recuperación es la reparación de las relaciones familiares que se debilitaron producto de la enfermedad. “Con el alcohol, las relaciones en la familia se enrarecen y se ponen muy tensas porque el alcohólico/a tiene una vida regular y de pronto, empieza a faltar al trabajo, a salir, empieza a justificarse porque no quiere demostrar que tiene una dependencia. Seguramente que la mayoría de los alcohólicos lastimamos las relaciones con la familia, les mentimos e hicimos cosas inconscientemente por eso no podemos vivir si no hacemos algún tipo de reparación hasta donde sea posible. El ejercicio de enfrentar nuestras miserias nos hace muy bien”, señala Juan B.

Tras realizar el proceso de recuperación, Juan B cuenta su experiencia: “Mi ventaja de no tomar alcohol haciendo el programa es que aprendí a enfrentar la realidad. Durante mi recuperación, yo pasé situaciones muy duras pero pude salir adelante gracias al programa de Alcohólicos Anónimos porque me sentí abrazado emocionalmente. Aquí se genera la confianza y la fe y eso fortalece espiritualmente. Me hace muy bien estar apadrinando a compañeros que son muy exigentes, que quieren vivir muy bien y dejar de tomar. Es muy importante que quieran hacer el programa porque así uno puede enfrentar la vida en mejores condiciones”.

En una sala de la secretaria de la Parroquia Cristo Rey, distintos lemas adornan un pizarrón. “Piense, piense, piense, piense”, “tómalo con calma”, “No a la primera copa” y “Vive y deja vivir”, estas frases son útiles para las personas que llegan a las reuniones y también lo son para Juan, quien dejó de beber hace 36 años.

“Desde que dejé el alcohol, mi vida cambió. Cuando llegué acá tenía más de cien kilos. Hoy, me alimento con comida natural, trato de no meterme en conflictos y de ser útil. Vivo en positivo y muy aferrado a algunos principios que aprendí acá como tener la mente ocupada haciendo cosas buenas”, cuenta Juan B.

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