Con tres décadas de práctica, Román Alexis Wigor, 39 años, vecino de Villa Urquiza, se consagró campeón panamericano de la Federación Internacional de Taekwondo. En el mes de junio partirá hacia Hungría en búsqueda del campeonato mundial de la Asocación Internacional de Kickboxing.
Por Juan Manuel Castro
El “Do” de la palabra Taekwondo significa “camino”. Román Alexis Wigor, vecino de Villa Urquiza, está en marcha hace tres décadas. “Es algo que me gusta, me centra. Mis amigos me dicen que estoy loco, pero soy un loco lindo”, se define.
Dio sus primeros pasos en el Club Fénix de Villa Devoto, de adolescente llegó a cinturón negro. De chico fue instructor y de adulto comenzó a competir a nivel local y en el exterior. Fue campeón sudamericano, lo que le abrió las puertas a la selección nacional con la que logró otros tantos triunfos. Este mes, a sus 39 años, se coronó campeón panamericano.
“La verdad que este esfuerzo valió la pena”, destaca Román, y señala que este logro se inscribe como un tema de superación personal: “Las medallas son una caricia al alma, te dan energía para no perder el eje”.
Sus palabras de celebración se entremezclan con la cautela y el desafió de lo que vendrá: en junio viajará a Hungría para representar al país en Kickboxing (WAKO), una disciplina marcial con muchas similitudes con el Taekwondo en la parte deportiva de lucha. “Uno crece un montón en esas competencias, intentando mejorar que es lo importante”.
Todo esto con el doble mérito de ser deportista amateur: los costos de los viajes salen de su bolsillo. “Se hace difícil, hay que elegir a qué competencia ir. Si fuera por mí, iría a todas. Es un esfuerzo, pero es algo que disfruto y me apasiona”.
Llegar a negro
Román nació en el barrio de Villa Devoto y a los nueve años se acercó por primera vez a este arte marcial. “Es algo que me gusta, me centra. Soy un tipo con exceso de energía, es mi cable a tierra”.
Comenzó a practicar en el Club Fénix de Devoto. “Mi profesor de toda la vida, Ezequiel Rodríguez, daba las clases. Arranqué ahí y se fue dando de a poco”, recuerda y señala: “Al principio, cuando uno es chico era que quería llegar a cinturón negro”. Algo que logró relativamente al poco tiempo. “No estaba enfocado en la competencia, simplemente era parte del proceso para seguir avanzando y mejorando”, recuerda.
“Cuando uno llega a esa categoría hay nueve grados (Dan), es un camino extenso. Mi primer Dan llegó cuando tenía 15 años. Cuando rendí para segundo, tenía 18. Fue importante porque fue mi primer torneo como adulto y como cinturón negro. En una pelea podías estar mano a mano con alguien de más de 30 años. Era todo un cambio”.
La enseñanza y el estudio
En la misma época en que hacía sus primeros pasos con el cinturón negro terminaba la secundaria y pensaba qué rumbo tomar. Hubo otros cambios, como una mudanza a Villa Pueyrredón.
Tenía dos caminos en mente: ingeniería mecánica en la Universidad Tecnológica Nacional o la educación física. Se volcó por lo primero, pero no le terminó de convencer. Tuvo un año sabático y volvió a barajar tras un test vocacional: probó con la ingeniería industrial (“un mar de conocimiento con poca profundidad, un poco de todo”).
En paralelo, aquellos años los vivió en plenitud como profesor de Taekwondo. Enseñó en el Club Kimberley en Villa Urquiza y otras instituciones de la zona entre sus 19 y 26 años. “Estiré lo de las clases lo más que pude y después me puse las pilas para terminar la carrera. Quería terminar esa etapa de estudios y tener una carrera, una profesión, pensaba que con eso iba a costear mis prácticas deportivas, como deportista amateur”.
Así lo hizo a los 30 años. Al poco tiempo consiguió trabajo en su flamante profesión y llegó a su vida un “cambio de paradigma” con respecto a las artes marciales.
En busca del perfeccionamiento
“Llegó una edad en que me interesó más la competencia que el tema de incrementar la gradación”, reflexiona. Ya recibido, y alejado de la enseñanza de esta disciplina, le dijo a su profesor que quería ingresar en torneos internacionales. “Sentía en ese momento que estaba con mis últimas balas, que tenía una fecha de caducidad y que llegaría en breve”.
“Mi profesor me recomendó ir con Marcelo Bordiez, quien se convirtió en mi nuevo instructor. Enseña en el Club Unión de Olivos. Está muy metido en la competencia de elite, y empecé a viajar a torneos internacionales con él. De a poco empecé con entrenamientos de elite en lucha competitiva”.
“Fue un cambio de paradigma enorme. Cambió mi vida porque venía de hacer un Taekwondo recreativo. La primera vez que me metí en ese dojo era una jaula de leones”, bromea.
“El entrenamiento empieza cuando te levantás y cuando te acostás. Sos un deportista, tener que comer sano, ya sea para dar el pesaje o estar en forma. Depende de la exigencia del entrenamiento diario es lo que vas a comer esa jornada”.
El paso del tiempo, un cambio en la forma de verlo
“Al empezar a competir de forma sostenida, hubo dos cambios de paradigma. El primero era la parte de la estrategia de combate y la parte física, me empecé a acondicionar lentamente. La otra parte que tuve que abordar mucho fue lo de la cabeza”, reflexiona Román.
Señala que empezó una terapia con el psicólogo deportivo Martin Chain (Mind Training): “Trabajé la cabeza, me convencí que no tenía fecha de caducidad. Si se cuelgan los guantes, se verá más adelante. Ahora, me siento mejor que a los 20. Esa etapa la superé; son limitaciones que uno se pone”.
Y agrega: “Uno piensa que jamás podría salir campeón sudamericano, si pensás que no vas a serlo, vos lo vas a impedir”, sintetiza.
Y se sacó la mochila
A los 30 años empezó a competir de forma regular en torneos nacionales e internacionales. Cuatro años más tarde ocurrió uno de los hitos deportivos en la vida de Román.
Como una paradoja del destino, a la misma edad que él se pensó en retirada dio uno de los grandes saltos en su carrera: “Luego de cuatro años compitiendo, fui campeón sudamericano. Luego de frustraciones, idas y vueltas. Ahí empecé a encarrilarme. Cuando gané fue una alegría infinita, me sacaba una mochila enorme, era una cuenta pendiente que tenía”.
“Fue algo maravilloso, empecé a creer en mí mismo”, resume.
A la selección
“Mi manera de ver las cosas es que hoy es el último día”, señala, ahora como oportunidad y no como carga, es darlo todo en el presente, no demorar o patear para adelante los desafíos”.
Román asegura que “en esta disciplina, como en otras, muchas veces a los que les va bien es a los más perseverantes, de conducta intachable, que entrenan y se alimentan bien. No hay tantas condiciones naturales, es una cuestión de lo que se adquiere con la disciplina”.
Cuenta que su instructor le dio cada vez más desafíos por delante. “Me tenía presente para ir a más competiciones. Me llamaba para hacer entrenamientos especiales con grupos selectos”. Y es en ese contexto, que es convocado al seleccionado argentino de Taekwondo ITF (Federación Internacional de Taekwondo).
“Estaba extasiado, super contento. Era un objetivo que no me había puesto, pero apareció y empecé a entrenar con la elite del Taekwondo nacional. Eran los mejores, los conocía por tener más o menos trato. Estaba ahí junto a ellos”.
Más logros con la albiceleste
A los 36 años, Román estaba pleno, enfocado y con nuevos objetivos. Pero, por ese entonces, irrumpió la pandemia de Covid-19 y lo obligó a reformularlo todo: “Fue un bajón. Se cortó el tema de las competencias y por un momento temimos estar encerrados para siempre. Por suerte más adelante llegó una copa europea donde invitaron a la Argentina”.
Clasificaron primeros en la parte de lucha en equipos. “Fue otro logro más y muy importante por el momento en que se daba”. Y en el 2022 surgió el Sudamericano en Brasil. “Quedé segundo en lucha y fuimos primeros en la lucha en equipo. Así, estando en la selección había quedado primero dos veces, un orgullo”.
Ese mismo año en el mundial en Eslovenia clasificó tercero en lucha individual, y por equipos lograron el segundo puesto y primeros en formas. Y en mayo de este año llegó el Panamericano en Mar del Plata.
“En lucha individual quedé primero y por equipos también fuimos primeros. La verdad que este esfuerzo valió la pena”, sintetiza. Además de lograr el segundo lugar en rotura de poder, disciplina en la que lo prepara Roberto Mattar.
Así, en breve volverá a tomar un vuelo lejos de su barrio para asistir en junio al mundial en Hungría de WAKO (World Association Of Kickboxing Organizations): “Empezamos esta disciplina con Marcelo Bordiez. La verdad que sirve para complementar el Taekwondo, ya que algunas modalidades de combate son similares. Uno crece un montón en esas competencias”.
“Mi instructor dice que cuando nosotros viajamos y vivimos la experiencia de compartir esas sensaciones con amigos, pasa a convertirse en el “Do” del significado de Taekwondo. Lo comparto, es parte del camino que nosotros elegimos, somos unos locos lindos que elegimos este camino, el de seguir mejorando, el de no parar”.