Si hay algo que no nos perdonaría Diego Armando Maradona es que nos convirtiésemos en viudos y viudas de él. Y que nos pasáramos llorando toda la vida por el “10” que se fue, en vez de soñar en los “10” que podrían venir.
Crecí “futboleramente” en una época donde podías ver al unísono a Zanabria, Alonso, Bochini, Babington, o Potente, por nombrar algunos, y perdón si me olvido de alguien, seguro que así es. Y entre ellos emergió él. El más grande. La síntesis genial.
Le siguieron detrás un selecto grupo de jugadores talentosos. El anteúltimo de ellos se retiró en 2015: Juan Román Riquelme. El último – por ahora – sigue en el ruedo: Lionel Messi. Maradona es el resumen más genial de todos ellos. Pero no vino de otro planeta, es de acá, del potrero argentino. Indudablemente es una exquisita metáfora poética en el relato del gol de todos los tiempos narrado por Víctor Hugo: “de qué planeta viniste… barrilete cósmico”.
Quienes hace un poco más de 50 años empezamos a patear una pelota con sueños de crack, y leíamos la vida de los jugadores que nos deslumbraban en forma de historieta en El Tony y D’Artagnan, sabemos de qué se trata.
Los pibes del barrio íbamos al Parque General Paz a jugar. Con cuatro piedras armábamos los arcos, cinco o seis empezábamos a patear, y en un rato éramos un “rejunte” contra otro “rejunte”. “Puedo jugar”, te decía un desconocido, “dale, entrá flequillo, patea para allá”. La cancha tenía los límites del capricho del momento, “de aquel árbol hasta acá”… y si había llovido, barro… que lindo jugar en el barro.
Y cuando el Estado se hizo presente, nuestra ilusión se convirtió en realidad como el cuento de la Cenicienta, y jugamos en cancha grande con nuestras camisetas todas iguales, del mismo color. Los Evita del ’73. Te daban pantaloncitos, medias, camisetas, y no recuerdo si las zapatillas también.
De esa manera surgieron los jugadores que admirábamos, del potrero. Y Diego Armando Maradona es el resumen más acabado y genial de todos ellos. El fútbol no murió con él, al fútbol lo están matando, y eso sí que le dolía. Está en nosotros mantenerlo vivo, y dejar de comprar la fruta podrida que nos venden los mercaderes de este hermoso deporte.
Como dijo el más grande de todos nosotros, los que alguna vez pateamos una pelota soñando jugar en primera, “el fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo. No le quepa la menor duda a nadie…“. Todos sabemos como termina esa frase, y también sabemos todo lo que él tuvo que pagar.
Por Ignacio Di Toma Mues