El “Grupo Scout Juan Martín de Pueyrredón”, el próximo 1° de agosto, cumple 40 años en el predio de Ezeiza y Argerich, Villa Pueyrredón. En este lugar 60 niños, niñas y adolescentes realizan actividades lúdicas y solidarias. Participan de iniciativas barriales y aseguran que la pandemia les permitió trazar nuevos vínculos.
Por Mateo Lazcano
El “Grupo Scout Juan Martín de Pueyrredón” celebrará su 40º aniversario el próximo 1° de agosto. Su sede en Villa Pueyrredón se encuentra desde su fundación en Ezeiza y Argerich, y si bien la pandemia forzó el traslado hacia las plataformas virtuales, lograron mantener el espíritu que caracteriza a los miembros del “escultismo”.
Participan de este grupo scout 60 niños, niñas y adolescentes (un 80% de ellos son residentes del barrio) con el que están vinculados en actividades que organizan distintos colectivos e instituciones. Natalia Córdoba es la jefa del Movimiento Juan Martín de Pueyrredón, que pertenece al distrito “Urquiza”. “Como movimiento, somos del barrio y nuestra gente también lo es. Estamos plenamente identificados y orgullosos de Villa Pueyrredón”, señala.
Todo surgió en 1981, cuando Miguel Ángel “Cacho” Crespo fundó el “Grupo Scout Juan Martín de Pueyrredón”. Él era integrante de otro grupo scout vecino, en Agronomía, que llevaba el nombre de “Martín Rodríguez”.
El lugar elegido fue en el Barrio Gral. San Martín, en uno de sus extremos. La sede de Ezeiza y Argerich, que mantienen hoy, fue la locación de ese entonces. “Era un lugar que se compartía con un centro de jubilados, que después lo dejaron, y quedó todo para nosotros. Empezó con una casillita, donada por el antiguo grupo scout, y después fue creciendo y haciéndose más grande, con donaciones, y ayuda de la comunidad”, explica Natalia.
Participan del grupo niños, niñas y jóvenes de 7 a 21 años, aunque una vez superada esa edad no corre un veto, sino que se puede pasar a ser colaborador. “La edad es una referencia porque depende del desarrollo de cada persona”, dice Natalia.
El “Juan Martín de Pueyrredón” se divide en cuatro subgrupos de acuerdo a los años que tengan sus integrantes. Está la “Manada Lobo Sabio”, que nuclea a los que tienen de 7 a 11 años; la “Unidad Scout Quebracho”, para 12 y 14 años; la “Comunidad Caminantes Fénix”, para la franja de 15 y 17, y finalmente los miembros de la “Comunidad Rover Clan destino”, que va de los 18 a los 21 años. Todos ellos concurren (en tiempos normales) los sábados desde las 15 horas. Y se suman actividades extras o campamentos.
“La idea es construir a la formación de los jóvenes en cuanto a ciudadanos críticos y comprometidos. Lo hacemos mediante juegos, vida al aire libre, talleres, proyección personal individual, trabajo en equipo o patrullas, donde se designan roles y se desarrolla el liderazgo” remarca Natalia.
Como cada grupo que vive del encuentro, la interacción y la compañía entre sus miembros, la pandemia tuvo consecuencias para los scouts. “Nos afectó – indica Natalia – a nuestro punto de encuentro, porque uno de nuestros ejes es la vida en la naturaleza. No pudimos aprovecharlo, hubo que adaptar el programa de jóvenes a la virtualidad”.
Sin embargo, Natalia trata de encontrar lo positivo a este tiempo complejo. “Pensamos que todo espacio de encuentro, de vínculo, pueda sostenerse en un contexto difícil, hablamos de la importancia de tejer redes. Lo hicimos con grupos reducidos pero también abiertos a la comunidad. Paralelamente sostuvimos el comedor dando viandas y los más grandes tomaron un proyecto de donación de ropa que tenían, y lo masificamos. El grupo de los adolescentes, hizo donación de juguetes”, detalla.
La pertenencia del movimiento a Villa Pueyrredón no es solo geográfica. El grupo ha participado de iniciativas barriales. “Tenemos un eje en la buena acción, o servicios a los demás, algo que se trabaja en todas las edades. Buscamos generar vínculos con otras instituciones del barrio o propuestas propias. En la pandemia llevamos a cabo el comedor y las donaciones, y para fechas como el día de la niñez o Navidad, hacemos entrega de juguetes”.
En relación a esta idea, se destaca la actividad “derecho a jugar”, que en 2019 llegó a reunir a 300 personas en el predio de Villa Pueyrredón. “Es un día entero dedicado al juego. Esa jornada, abrimos el grupo para quien quiera venir, con propuestas lúdicas, recreativos, que pueden ser artísticas, desafíos físicos, juegos de mesas, shows, talleres, merienda compartida. El año pasado se hizo virtual; este año estamos buscando de hacer algo aunque sea pequeño presencial”, anticipa.
Natalia destaca que el objetivo “está puesto en que los chicos y chicas puedan descubrirse a sí mismos, ver lo que les gusta, potenciar lo que son, y que entiendan que el grupo scout es un espacio de bienvenida. Que sientan que es importante que vengan y que los compañeros se lo hagan sentir, el sentido de pertenencia”.
Y hace referencia a los nuevos vínculos que se sumaron durante la pandemia a partir de las actividades solidarias o con comercios que difunden sus actividades. “Esperemos contribuir al barrio y dar nuestro siempre listos para lo que precisen”, cierra con el espíritu clásico que guía a esta comunidad scout.