Hace pocos años, un grupo de entrenadores de toda la vida del club Comunicaciones lograron legalizar el boxeo y desde entonces cada vez son más los chicos que se suman a practicar de este deporte. Seis de ellos ya tienen su licencia para pelear. También entrenan mujeres. En esta entrevista, uno de sus profesores, Damian Rosatti, comenta cómo, a costa de sacrificio y esfuerzo, pudieron devolverle al club de Agronomía un cálido lugar para el boxeo.
Por Mateo Lazcano
No es fácil encontrar el gimnasio donde se entrena boxeo en el Club Comunicaciones. Si uno va por primera vez, necesita una gran concentración para recordar las indicaciones que le dieron, buen estado físico para subir las escaleras hasta el segundo piso, y una perseverancia y seguridad para no ceder a las tentaciones que brindan otros deportes que se practican en la misma ala en el club. Sin quererlo, al llegar por fin al espacio dedicado al boxeo, se recorrieron brevemente los requisitos necesarios para convertirse en un buen boxeador.
El gimnasio está ubicado en un sector cercano a la entrada del Club, en San Martín y Tinogasta. En una noche fresca, el clima cambia cuando se ingresa a la sala, impregnada del calor humano fruto del entrenamiento de aquellos que sueñan convertirse en grandes pugilistas. Allí, entre bolsas, guantes, colchonetas, cuadritos conmemorativos, trofeos y el ring, está Damián Rosatti.
Este hombre, de 32 años de edad, es uno de los cuatro profesores que enseñan boxeo en Comunicaciones. Tiene el orgullo de decir que todos los elementos que componen el gimnasio los compraron a pulmón cuando se hicieron cargo, en el 2011.
“Después que se fuera Laudonio en los 90, estaba todo abandonado. Pusimos una bolsa y fuimos de a poco armando el lugar, todo de nuestro bolsillo”, dice Damián. Pero asegura que la mala administración fiduciaria de entonces, impedía que hubiera nuevos socios y no permitía tampoco que se sumara otra actividad. Así no estaban en condiciones de representar al club y comenzaron a hacerlo por su cuenta.
Todo cambió con el cambio del órgano fiduciario, que actualmente encabeza Jorge Rapaport. “Pudimos presentar todo y hace dos años y medio ya estamos legalizados como actividad”, comenta satisfecho Damián.
Gracias al boca a boca y a la repercusión que tuvo la actividad se fueron acercándose cada vez más chicos. Comunicaciones integra, junto con otros clubes, la Liga Metropolitana de Boxeo.
“Al día de hoy, tenemos seis chicos compitiendo, con licencia. Sacar la licencia lleva un proceso de preparación y fogueo, porque el ring no es para cualquiera”, comenta el entrenador. Y agrega que Alejo, el primero que compitió, lleva ya seis peleas y está invicto.
El importante nivel de competitividad que presentan algunos obligó este año a los profesores a dividir la preparación, separando lo recreativo de lo competitivo. Ellos se dividen y así pueden dedicarle el tiempo y la atención necesaria tanto a aquellos que recién comienzan y precisan que les estén encima como aquellos que entrenan para competir y requieren rigurosidad y mayores correcciones.
En un club de barrio, por más que sea grande como Comunicaciones, no es fácil hacerse de recursos para sostener la actividad. Con humor, Rosatti dice que se convirtieron en “expertos en rifas y festivales” para recaudar el dinero para los equipamientos indispensables.
Desde que están como actividad en el club, la cosa es más ordenada: “la administración cobra la cuota y después nos paga a nosotros como monotributistas”, dice el profesor. Y destaca las ayudas que el club les dio, como la compra del ring profesional, de la que primero se encargaron los profesores por su cuenta y luego la institución se hizo cargo. “También becan a los chicos que están para competir pero no tienen plata para cubrir los gastos”, se alegra Damián.
Mientras es entrevistado, el entrenamiento no cesa en el gimnasio de boxeo. Son más de cinco los chicos que hacen abdominales, saltan a la soga o le pegan a la bolsa.
Todo, en un clima de enorme cordialidad y comunidad entre todos. El mismo Damián saluda a cada rato a los jóvenes que llegan a entrenar y les hace chanzas. “Son todos buena gente, hay mucha buena onda acá. Los que compiten se llevan bien entre sí, algo que no es tan normal en otros clubes. Puede pasarte que hay pica o competencia entre ellos, pero acá incluso se ayudan”, dice el entrenador.
La vida de Damián está sumamente ligada al boxeo. Empezó en el Kickboxing y rápidamente se sumó al deporte de los guantes en el club Argentinos Juniors. Un accidente en la mano y el embarazo de su mujer a los veinte años lo obligaron a alejarse de la práctica y a trabajar muchas horas.
“Pero siempre tuve el hobbie de ser técnico de la federación y lo conseguí”, se alivia mientras sigue contando su historia. “Ahora manejo un camión doce horas para mantener a mi familia y a la noche, tres veces por semana vengo al club a entrenar a los chicos”, dice.
No sólo de hombres se compone el boxeo en Comunicaciones. Dos días por semana hay entrenamiento de mujeres, algo que alegra a los profesores coordinadores. Por otro lado, pese a que es común que en el boxeo haya jóvenes que se acerquen para dejar atrás un duro pasado de adicciones, Rosatti reflexiona que no ha habido casos así desde que están a cargo. Y vincula ello a la ubicación de Comunicaciones en plena Ciudad.
Cuando piensa en los objetivos próximos, en el futuro, Damián es optimista. “Hay chicos que tienen poquitas peleas, hay que llevarlos y para el año que viene vamos a andar bien. Capaz podemos meterlos a los nacionales masculinos que se hacen en todas las provincias o los juveniles, tenemos fe”, se esperanza.
Y destaca que si, como esperan, se constituye la asociación civil de la Liga Metropolitana, podrán otorgarse subsidios que fomenten aún más la actividad.
Para cuando la charla finaliza, los chicos terminaron la preparación física y lo esperan a Damián Rosatti y a los otros profesores.
Entre golpe y golpe, desde este rinconcito del Club Comunicaciones les seguirán transmitiendo sus conocimientos técnicos y dándoles su mayor consejo: concentración, duro entrenamiento, perseverancia y seguridad, para convertirse en grandes boxeadores.