“Hay que desdramatizar el futbol infantil”

Entrevista a Diego Lanza, profesor de fútbol |


En pleno Mundial, es importante ponerse a reflexionar sobre cómo se preparan los chicos de las inferiores. En esta nota, el vecino Diego Lanza, coordinador del fútbol de menores del Club Estudiantes de Caseros, en su sede de Villa Devoto, analiza con crudeza la situación actual. Sin embargo, destaca experiencias como la Escuelita deportiva del parque de la estación de Villa Pueyrredón, donde enseña en forma gratuita.

Por Mateo Lazcano

bujinkan illa pueyrredón

El pasado mes, los ojos de gran parte del país, estuvieron atentos a lo que sucedía en Rusia. Allí, la camiseta de la selección nacional, era portada por Lionel Messi, Sergio Agüero o Javier Mascherano, entre otros. Pero todos ellos, tarde o temprano, ya serán historia. Por ello, es interesante pensar hoy cómo se preparan los jóvenes que, en un futuro no tan lejano, poblarán las canchas del fútbol argentino, y, si la suerte los acompaña, emularán a los jugadores de hoy.

Diego Lanza es canillita hace 28 años en la parada de Griveo y Chivilcoy. Pero hace diez años es también coordinador del fútbol infantil de la sede de Villa Devoto del Club Estudiantes de Caseros, donde se practica baby fútbol y futsal, antes del salto al fútbol de 11 jugadores y las divisiones inferiores.

Con una década en el área, Diego Lanza es una voz autorizada para hablar de la actual situación del fútbol infantil. Su análisis es crudo y preocupante, aunque deja abierta la posibilidad de mejorarlo. “Se vive una gran intolerancia en todos lados y eso llega a los chicos”, comienza.

“Se hace un trabajo que muchas veces no alcanza. Los chicos se forman con muchas presiones, de los mismos entrenadores y de los padres. Hay que quitarle dramatismo al futbol infantil, tratar de no jugar siempre con el resultado. Pero resulta muy complicado hacerlo porque se está acostumbrado, y cada vez más, a eso”, describe el profesor.

Lanza profundiza el análisis: “El tema resultado influye mucho en el rendimiento y el estado anímico de los chicos. Inferiores es la etapa para bajar los decibeles, pero no se da. En el club por ejemplo hay una de las categorías en la que estamos primeros. Yo nunca les hablo de la tabla, pero son ellos mismos que vienen con eso y en muchos casos se la transmiten los propios padres”.

El entrenador ahonda en la situación con un ejemplo reciente: “Hace unas semanas uno de los chicos me dijo: ¿pero qué, vos no querés salir campeón?. Y ahí tuve que parar un poco la pelota y decirle bien clarito como son las cosas. Y le expliqué, que yo no es que no quiera ser campeón, es importante eso, pero no lo único. Entonces le dije: Yo quiero que ustedes se formen, enseñarles los que tengo que enseñarles, y después si somos campeones, bienvenidos, pero no es el objetivo principal”, comenta Lanza.

Y agrega: “Estamos hablando de chicos de 12 años, esto no es algo que anda pensando él sino que alguien se lo transmite, y eso es lo grave”.

La presión del resultado, continúa Diego, se empieza a ver en el ánimo de los juveniles. “En esa categoría los chicos están últimamente jugando más nerviosos, más tensionados. Y esa carga no se la transmito yo, porque en la semana, ni antes de empezar el partido les digo nada con respecto a la tabla. Estoy de acuerdo en la competencia, me crié compitiendo, pero tiene un límite, y mucho más cuando sos tan chico”, enfatiza.

“La etapa de inferiores es la parte más sana y limpia que tiene el fútbol. Está cargada de ilusiones”, destaca Diego, aunque no todo el panorama es positivo. “Siendo tan chicos, algunos ya tienen representante. Todo es muy apurado, pensando en lo económico y se desvirtúa todo. En lo que me ocupa trato de hacer lo posible para llevar a cabo lo que pienso, pero no es fácil”, dice.

“El Club Estudiantes trabaja muy bien. Estoy hace diez años como coordinador y nunca me exigieron resultados. Me piden que forme bien a los chicos y les transmita los valores que tienen que tener. Lógicamente si puede salir un chico que llegue a la primera del club, mejor, pero no es lo único”, destaca Lanza.

La institución tiene dos sedes en Villa Devoto (Beiró 5175 y otra en un predio en Nogoyá y Bermúdez). El tema social tampoco queda al margen. Muchos de los chicos que Lanza entrena atraviesan complejas situaciones, que exceden al fútbol pero que repercute allí.

“Lo social está complicado, es algo profundo y que no es fácil”, dice el profesor. “Hay pibes que vienen al club y no están acompañados por sus padres. Lamentablemente no está el tiempo para sentarnos a charlar con cada uno como deberíamos”, se lamenta, aunque también destaca que entre los jóvenes hay un “muy buen comportamiento”.

Diego tiene desde este año una nueva actividad relacionada al fútbol: es profesor en la Escuelita deportiva de Villa Pueyrredón, que brinda actividades gratuitas a la comunidad. Cada viernes (de 17 a 18.30 hs.) entrena a un grupo de chicos en la canchita del parque de la estación. Llegó a ella en forma fortuita.

“Todo nació por intermedio de este medio. Leí una nota de la Escuelita y me propuse para colaborar con material. Y resulta que estaban justo buscando una persona para dar las clases de fútbol. Justo en ese horario no puede ninguno de los profes del club porque es la hora de entrenar, así que me decidí a ir yo”, narra Lanza.

Destaca que es una interesante experiencia para alguien orientado a preparar jóvenes para la competencia. “El entrenamiento no es tan competitivo, sino que buscamos algo más recreativo. Queremos que aprendan un poco obviamente, pero también que se diviertan y pasen un buen rato”, explica el profesor.

Por tal motivo, aclara, les da ciertas libertades que no permite la exigencia de la competencia: “por ejemplo, no les marco si sacan un lateral no del todo bien, como si lo hago en Estudiantes”.

El Club Estudiantes colabora con la escuelita cediendo las pelotas, conos y lo necesario para poder entrenar los viernes. Incluso, adelanta Diego, están evaluando la posibilidad de incluir algunas becas para chicos que entrenen en la Escuelita pueyrredonense y no puedan, por motivos económicos, anotarse en el “Pincha” de Caseros.

Lanza trabaja en la Escuelita con un grupo de 25 jóvenes en promedio, un número que va variando. La gran complicación se da con la mezcla de edades. “Yo estoy solo, y entonces trato de dividirlos como puedo, generalmente entre chicos, medianos y grandes. En un club eso ya viene separado de acuerdo a las categorías”, explica.

Por ello, menciona que muchas veces tiene preparado un entrenamiento y debe cambiarlo de acuerdo a la concurrencia de chicos. “Dentro de lo que puedo aportar les está sirviendo y yo mientras pueda hacerlo lo voy a seguir haciendo, es muy gratificante”, cierra respecto al tema.

Cada semana, tanto en el predio de Estudiantes como en la canchita del parque de la estación de Villa Pueyrredón, decenas de chicos corren atrás de la pelota. La situación se repite en miles de clubes del país. Escuchar a los que están adentro como Diego Lanza, y que todo el mundo del fútbol oriente la mirada hacia corregir lo que él marca con preocupación, tal vez sirva para mejorarlo. Y ver sus frutos dentro de varios mundiales.

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