Horacio González, desde el ocio lírico en nuestro barrio al intelectual que tanto amó a su patria

Horacio González en Villa Pueyrredón
Horacio González, en un acto en la Plaza Martín Rodríguez en 2011, se refirió a sus paseos de adolescente en bicicleta por Villa Pueyrredón y la tarea de “perder las tardes en el ocio lírico en la vereda de la galería” de Artigas, ubicada entre Griveo y Carlos Antonio López. En esa ocasión le rendía un homenaje a Humberto Costantini, escritor, militante de la izquierda revolucionaria y un hombre de Villa Pueyrredón. Hoy, desde nuestro medio, a él le rendimos nuestro homenaje.

Por Ignacio Di Toma Mues
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Horacio González, sociólogo, docente, ensayista y militante, nació en el año 1944 en el Hospital Pirovano. Vivió en Villa Pueyrredón, en la calle Zamudio, entre Ladines y Griveo. Se crió con su abuelo – empleado del ferrocarril – y un padre ausente. Su madre fue bibliotecaria en la Biblioteca Popular Pueyrredón Sud.

bujinkan illa pueyrredón

En un testimonio del año 2015 – que se puede encontrar en youtube –, editado por la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, recuerda, cuando era chico, el pitido de la locomotora y también el de la Grafa: “me despertaba la sirena de la entrada de los obreros a las 6 de la mañana”. Recuerdo que define como las escenas idílicas de la Argentina del primer peronismo. Y relata que para todo “jovenzuelo” del barrio que tenía una bicicleta el pasatiempo era ir hasta la Grafa, ir a Parque Chás, “que era el barrio de las calles trazadas por un beodo”.

Acto en la Plaza Martín Rodríguez

El 1° de octubre de 2011, durante un acto en la Plaza Martín Rodríguez (Habana y Helguera) en homenaje a Humberto Costantini (1924-1987), escritor, militante de la izquierda revolucionaria y un hombre también de Villa Pueyrredón, mencionó sus años de adolescencia en el barrio. Ese día recordó que “el nombre de Costantini sonaba en las calles donde me desempeñaba como eficiente ciclista” y agregó “entre el paseo en bicicleta y perder las tardes en el ocio lírico en la vereda de la galería, la vida del escritor parecía una incógnita interesante, por lo menos para mí y algunos amigos”. También citó a otro gran escritor que nació y murió en el barrio: Néstor Sánchez (1935-2003).

Y mencionó la revista “El grillo de papel” y la calificó como “un acontecimiento que lo instó a seguir leyendo y en ese camino de lector se encontró con Costantini”. Seguramente a muchos adolescentes les habrá pasado lo mismo cuando llegó a sus manos “El ojo mocho”, publicación que se editó entre el año 1991 y 2008, en la que escribía Horacio González.

Este cronista, que participó del acto en la Plaza Martín Rodríguez, recuerda el decir pausado y reflexivo de Horacio González. “La palabra de Costantini permite esta reunión barrial, que es una reunión de corazones, de ciudadanos, de compromiso político y ojalá haya en este círculo de vecinos el chico y la chica que inicie el camino que nunca cesa: la pasión argentina, la pasión literaria y la pasión por la transformación social”.

Y justamente esa fue una de las tareas – convocado por Néstor Kirchner – que llevó adelante como director de la Biblioteca Nacional entre los años 2005 y 2015: acercar a los chicos y chicas a “la pasión argentina, la pasión literaria y la pasión por la transformación social”.

“Fue el intelectual, militante, ensayista, docente que amó a la Argentina en colores, con relieve, de modo tormentoso y pasional”, lo definió el periodista Mario Wainfeld. Y señaló, sobre su tarea en la Biblioteca Nacional: “fue un gran director de la Biblioteca, transformada en un hogar para la cultura, la polémica, la diversidad”.

Desde el año 2013 venía enfrentando a la muerte. Primero un ACV en el aeropuerto de Panamá cuando regresaba de un Congreso de la Lengua; y en 2015 fue intervenido por una hemorragia renal que un año y medio después lo llevó a recibir un trasplante de riñón. La Covid no perdonó.

Este cronista imagina que de la mano de su mamá, en los años ’60, cuando Horacio González paseaba con su bicicleta por Zamudio y Griveo, o cuando dejaba que la tarde se perdiera “en el ocio lírico” en la galería de Artigas, se cruzaba con él por esas calles del barrio.

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