En la Ciudad de Buenos Aires sólo dos nosocomios tienen un Hospital de Día para pacientes psiquiátricos. Uno de ellos es el Hospital General de Agudos Dr. Enrique Tornú, ubicado en Parque Chas. Se sostiene gracias al trabajo de cinco profesionales mujeres que deben enfrentarse a la desidia del Gobierno porteño.
Por Mateo Lazcano
Dentro de la amplia superficie que en el barrio de Parque Chas ocupa el Hospital de Agudos Dr. Enrique Tornú, emerge una pequeña, pero destacada y vital área de atención, que es el hospital de día de salud mental. Lleva 30 años atendiendo a personas adultas, varones y mujeres, con padecimiento mentales crónicos. Con trabajo interdisciplinario y variadas actividades, el objetivo vital es evitar que no sufran recaídas y deban ser internados. Cinco profesionales mujeres del Tornú mantienen y sostienen este espacio casi de manera autogestiva e independiente, con un denodado “trabajo a pulmón”.
La historia
El equipo interdisciplinario está formado por Adriana Molina, terapista ocupacional, que está desde el inicio en el año 1992; Valeria Fornaciari, médica psiquiátrica; Fernanda Maiola, trabajadora social, y Daniela Pérez Vasaro y Sofía Estrada, ambas psicólogas.
La idea del hospital de días surge, rememora Adriana, “al ver que había pacientes que eran atendidos por el médico, la psicóloga, la terapista y eventualmente algún otro especialista surge. Y para optimizar recursos se arma un dispositivo en el que intervienen los mismos que atendían a la persona, de manera conjunta”.
“La idea nació de una terapista ocupacional que tenía una experiencia de haber trabajado de manera similar en el Sanatorio Méndez de Caballito. Presentó un proyecto a la Dirección y fue aceptado”. Del equipo original, dos profesionales por cada disciplina, actualmente sólo queda Adriana.
¿Cómo funciona?
De aquel entonces, además de Adriana, quedan algunos pacientes, algo no inusual si se considera los cuadros crónicos que tratan. La dinámica es bastante estricta: se atiende todos los días, entre las 9 y las 12 horas, en una frecuencia de dos actividades por día, de manera intensiva. Las adhesiones las manejan de manera independiente las profesionales.
“Contemplamos a pacientes psicóticos o con alteraciones del ánimo cuyos cuadros son crónicos, que generalmente salen de una internación o en los que se busca evitar pasar a esa etapa. Por eso el trabajo es intensivo, para estar atentas a cualquier síntoma de recaída o rebrote y poder controlar cómo está resultando la medicación, dando margen para ajustarla rápido”, cuentan.
Los pacientes se comunican por correo electrónico, se acercan al lugar o son derivados de otros hospitales como el Pirovano. Hay un criterio de edad que va de los 18 a los 60 años. Además, deben contar con un “referente vincular” que pueda garantizar el acceso al tratamiento. “Muchas veces en este rubro hay problemas con la adherencia al tratamiento. Hay pacientes que están solos. Nosotros no podemos ir a las casas, buscarlos y traerlos, y por eso se precisa tener a alguien a quien contactar en esos casos”, aclaran.
También hay condicionantes que actúan como impedimento para inscribirse. “Deben ser personas que puedan cumplir el horario y no tengan una actividad que pueda hacerlas faltar. Tampoco aceptamos a quienes no estén dispuestos a hacer un tratamiento grupal, porque este dispositivo es así, y lo mismo con aquellos que se encuentren en peligro inminente; esos casos los derivamos a la guardia porque exceden a la capacidad que podemos manejar en esta circunstancia”, detallan las integrantes del hospital de día.
A pesar de la cantidad de pacientes con patologías en su salud mental, hay muy pocas experiencias de este tipo en la Ciudad de Buenos Aires: solo los hospitales Tornú y Álvarez. Después están los llamados “monovalentes”, que se dedican exclusivamente a estas enfermedades: Tobar García, Alvear, Moyano y Borda.
Las profesionales, para poder evaluar el estado del tratamiento, fijaron una serie de instancias: al principio y final de cada semana se reúnen a planificar actividades, al tiempo que hacen una asamblea semanal. En lo cotidiano, se brindan talleres diarios, junto a espacios de control farmacológico y terapia grupal o individual, eventualmente si es necesario.
Por una cuestión metodológica, el dispositivo diario cuenta con un tope máximo de 10 personas con una duración entre seis meses y dos años, dependiendo el caso. Pero también hay otra instancia que es mensual.
“En todo momento se va evaluando y la persona participa. Hay que tener en cuenta que son pacientes crónicos, por lo que no se da un alta. Pero paulatinamente si hay coincidencia en la mejora se va bajando paulatinamente la frecuencia de concurrencia, hasta llegar a un encuentro mensual. Allí trabajamos la medicación y la psicoeducación, que ya se detalla en la etapa intensiva, pero se refuerza aquí, como el tema de estar atento a los síntomas”, dicen.
Falta de insumos y desidia
Como le pasa a la mayoría del sistema de salud en el territorio porteño, el hospital de día sufre la falta de presupuesto y las trabas burocráticas, sumadas a una desidia generalizada. En su caso, sostienen, que ni si quiera logran alcanzar cierta visibilidad dentro de la estructura interna del Tornú, un desafío que buscan revertir.
“La farmacia aporta poca medicación, así que hay que remarla mes a mes. Para muchas cosas juntamos plata entre nosotras”, revelan. Lo más impactante de esta situación es la falta de conexión a internet, que las profesionales deben suplir abonando con su dinero una red de WIFI. Lo mismo con insumos básicos como el papel higiénico o el agua.
Al pensar en su tarea, Adriana, Sofía, Fernanda, Valeria y Daniela, encuentran en las experiencias actuales de antiguos pacientes el gran impulso a seguir. “Una chica por ejemplo está estudiando yoga y trabajando en un cotillón, y es muy gratificante. Nuestro objetivo de máxima es lograr la resocialización del paciente, tanto en lo laboral, lo académico, como en lo cotidiano en general. Por eso se siente mucho orgullo haciendo esto, y a la vez alivio. Porque a esto le ponemos mucho, y termina demostrándose que es completamente efectivo, que se contribuye a mejorar la calidad de vida”, celebran.
Una huerta en el Tornú
En 2016 crearon una huerta en las instalaciones del nosocomio. “Tenemos la suerte que tiene mucho parque, y nos parecía algo muy interesante, porque vinculaba distintas actividades, a quienes asisten al hospital de día y al barrio en general”, expresan. Después de la pandemia, las coordinadoras empezaron a pensar en convertir el lugar en un espacio “biosustentable”, con plantas nativas y mariposas.
Se contactaron con la ONG “Un Árbol”, y el pasado 11 de mayo se hizo la plantación, en un evento que incluyó una charla-taller para los propios pacientes y para los vecinos y vecinas que se acercaron. Participaron del acto autoridades del Hospital Tornú.
“Se plantaron más de 50 plantas, la mayoría aportadas por nosotros y otras tantas, por el vecino y especialista Eduardo Haene (ingeniero agrónomo). Son especies varias de arbustos, herbáceas y enredaderas rioplatenses, con mucho poder atractor de insectos polinizadores”, detalla Nahuel Cuba, integrante de la organización ecologista.
“Se hizo en mayo porque es la mejor época, no hay temperaturas extremas. La idea es que ahora hasta que lleguen los días cálidos las plantas se fortalezcan y el jardín pueda empezar a expresarse en verano y el próximo otoño. Mientras tanto, se colocarán carteles indicando los nombres y bancos para descansar, buscando que el espacio sea un lugar de encuentro, educación y aprendizaje, como un aula verde a cielo abierto”, concluye Nahuel.