Huerta vecinal: Crónica de una tarde verde

En la huerta vecinal de Villa Pueyrredón, proyecto de la Unidad Básica Rodolfo Walsh, un grupo de vecinos se juntó a escuchar una charla-taller a cargo de Carlos Briganti, “El Reciclador”, quien mostró ejemplos para cosechar en terrazas o balcones y explicó cómo compostar. Criticó la política de basura del Gobierno e interpeló a toda la sociedad respecto a varios comportamientos en torno al reciclaje y la siembra.

Por Mateo Lazcano

bujinkan illa pueyrredón

El paisaje no podría haber sido mejor. El celeste del cielo, los rayos tibios del sol en la curva descendiente del verano, y la brisa justa para no necesitar ningún abrigo ni estar sofocado. Y el verde. El color dominante en la tarde, el del pasto, los arbustos y las plantas que crecen al costado. Pero el color también con el que convencionalmente se identifica al reciclado. Una tarde entonces verde, por donde se lo mire y donde se lo piense.

Así transcurrió durante el pasado domingo 24 la charla-taller de “El Reciclador”. Durante una hora y media, con más de treinta vecinos escuchándolo e interviniendo con preguntas, Carlos Briganti enseñó, recordó e insistió sobre el reciclaje en general, sobretodo aplicado a las huertas urbanas.

Como la de Villa Pueyrredón, allí en Curupaytí y Argerich, proyecto impulsado por la Unidad Básica Rodolfo Walsh, donde cada sábado a partir de las 17 horas se reúne un grupo de vecinos a cultivarla.

Didáctico y sintético, como el docente que es, Briganti se despachó durante la tarde sobre un tema muchas veces explicado pero pocas veces aplicado como el reciclaje. Como dijo una asistente, “puso ejemplos muy prácticos en algo sobre lo que desde la teoría sabemos todos”.

Esas cualidades del expositor hicieron amena la charla, que tuvo virajes críticos a la sociedad, los gobernantes y partes humorísticas. La interacción con los espectadores le agregó la característica de taller: éstos podían pasarse de mano en mano cada elemento que “El Reciclador” traía para ejemplificar.

Carlos Briganti se propuso salir de la lógica que caracteriza a las huertas como algo complejo de hacer y que demanda mucho tiempo. Mostró cómo es posible plantar en un cajón de madera, una bolsa de alimento para mascotas o hasta en un neumático de autos, en balcones, terrazas o patios.

Habló sobre la importancia de una tierra con nutrientes y oxigenada, trayendo una sencilla evaluación de calidad: “hundiendo el dedo en la tierra, cuanto más profundo éste baje, mejor estará la siembra”. Briganti por momentos fue provocativo, al punto que dijo que aseguraba que pese a trabajar con reciclaje de productos orgánicos y tener las manos en apariencia sucias, llenas de lombrices, “estaba menos contaminado que comiendo muchos productos procesados”.

“El Reciclador” dedicó buena parte de la exposición a enseñar a compostar. Esa actividad consistente en colocar restos orgánicos en un espacio, para que los microorganismos actúen degradándolos naturalmente, dando lugar a un abono para la tierra. Mostró distintos tipos de tachos y señaló elementos más útiles que otros. Esta parte fue la que más ocupó la charla, y fue reconocido por otro de los asistentes como “lo que más le quedó como cambio a implementar”.

Sobrevoló durante toda la tarde la idea de lo “anormal” de la huerta vecinal en Villa Pueyrredón. Briganti se mostró optimista de poder verla crecer hasta la esquina, y destacó el proyecto. Pero interpeló a aquellos que están alerta respecto a que el Gobierno de la Ciudad pueda desalojar la huerta. “Tenemos que cambiar la mirada del espacio público”, aseguró.

Más duro aun contra el Gobierno fue cuando “El Reciclador” habló de la política de basura de la administración del PRO. Atacó fuertemente a los contenedores: “mezclan todo en un mismo lugar, es lo peor que puede hacerse. Capaz ahí adentro hay una silla en buen estado junto a la yerba mate”.

Agregó que no hay ninguna mirada de reciclaje, y sentenció que el próximo objetivo gubernamental es la incineración. Sostuvo que en Europa la rechazan, y que generan fuerte olor. “Las van a mandar a Villa Riachuelo, donde están los que no van a escuchar cuando se quejen”, dijo Briganti.

Hubo un momento de reflexión hacia el público, donde los colocó como responsables. Fue cuando el expositor hizo referencia a los plásticos PET, es decir las botellas de “plástico” de gaseosas, aceites, perfumes, entre otros. Estos elementos tienen una descomposición muy tardía, lo que perjudica al medioambiente.

Briganti se tomó del comentario de un asistente (“no sé dónde dejarlos”) para cuestionar cierta “falta de voluntad” para averiguar, sumado a la comodidad de “ponerlo en la bolsa de basura y sacarse el problema de encima”.

“El Reciclador” dijo que a pocas cuadras del lugar – en la Cooperativa “El Álamo” – recibían esos plásticos, mostrando lo cercano que estaba la posibilidad de solucionar el inconveniente. Poco después, pasó de la crítica a la sorpresa del público, al acercar ladrillos producidos con el reciclado de estos plásticos PET, con los que “se construyen hasta casas”, comentó. Los asistentes se pasaron de mano en mano asombrados el material, sorprendidos por su poco peso.

Otros tópicos de la tarde fueron la fumigación con agrotóxicos y la conservación de productos. Para ello tuvo una frase demoledora: “si un yogur tiene un vencimiento de seis meses, algo está mal”, expresó.

El último gran momento tuvo que ver con la cosecha de una de las frutas más famosas: la palta. Briganti recibió repetidos comentarios de asistentes que contaban sus fracasadas experiencias intentando sembrarla. Muchos de ellos se asombraron cuando contó que la palta tarda diez años en dar fruto. Y que en bastantes ocasiones nunca germina.

“Tiene que verse como un legado, como dejar algo. Pero hoy en día, si no lo puedo disfrutar yo, no me importa. Está muy poco presente la idea de hacer algo por los demás. Y el otro problema es que en estos momentos se quiere todo ya. Pero los tiempos de la naturaleza son otros, por suerte”. Esa fue su crítica final a la sociedad actual.

Para ese entonces el sol iba decreciendo paulatinamente pero a paso firme. Con el fondo de la enorme cantidad de vegetales creciendo en vivo y en directo, en distinto tamaño, color y forma, interrumpido solamente por el ensordecedor pasar del tren, Carlos Briganti fue finalizando la charla-taller. Hubo venta de su libro, sorteos, foto grupal e invitación a futuros eventos. Y fue abordado por las preguntas individuales de los vecinos.

Mientras en la pequeña barranca formada luego de la vereda, en los terrenos del ferrocarril, donde está la huerta, los asistentes comenzaron la retirada. Con ellos, corría de un lado al otro un perro de tamaño pequeño. Él había sido otro de los protagonistas de la tarde. No hubo persona presente que no girara la cabeza risueño al verlo ladrar a cuanto otro perro pasara, desde arriba de la barranca, sin dejarlo subir.

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