Huerta vecinal, recuperando aires de provincia…

Huerta vecinal Villa Pueyrredón
La Huerta Vecinal de Villa Pueyrredón, un lugar recuperado por la acción comunitaria con las mejores tradiciones de los inmigrantes fundantes del barrio. Se reúnen los miercoles, sábados y domingos a partir de las seis de la tarde.

Por Ignacio Di Toma Mues

En 2001 la traza de la calle Curupaytí, desde Nazca hasta el puente del Fomentista, era un lugar muy poco frecuentado. Típico de las calles que “corren” paralelas a las vías ferroviarias, con terrenos abandonados de un lado y casas del otro.

bujinkan illa pueyrredón

Un grupo de vecinos y vecinas, con Alicia Vidal, docente y creadora del emblema del barrio, como abanderada de la causa, convirtieron la esquina pegadita a la barrera en una hermosa plaza (patio porteño lo denominaron desde la administración de Jorge Telerman, allá lejos y en el tiempo).

Hace un poco más de dos años, por impulso de la Unidad Básica “Rodolfo Walsh” (La Cámpora, Villa Pueyrredón), nació la Huerta Vecinal en Curupaytí y Argerich, con el objetivo de promover la soberanía alimentaria y la educación ambiental. Los miércoles, sábados y domingos después de las seis de la tarde, muchos son los que se acercan a trabajar la tierra en medio de tanto urbanismo sin espacios verdes.

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Entre la plaza y la huerta, el 29 de noviembre del año pasado, como un nexo necesario, se inauguró el paseo de Plantas Nativas “Yolanda Ortiz”. “El objetivo de este paseo es generar espacios que nos permitan reconectar con algunas de las especies nativas de Buenos Aires y favorecer a la biodiversidad asociada a nuestra flora” expresan desde la Huerta Vecinal.

Estas acciones comunitarias, en este sector que fuera de tierras abandonadas, recrearon un lugar de encuentro, esparcimiento, y amor a la tierra, una sana costumbre de nuestros inmigrantes y fundantes del barrio.

En casi todas las casas había en los fondos un “terrenito” para la huerta y a veces un gallinero, y también jardines en sus frentes con árboles frutales y flores, en los que supimos incursionar en nuestra niñez para “robarnos” higos, naranjas o mandarinas, y más de una vez una flor para obsequiar a nuestros amores.

Las historias barriales nos cuentan que en primavera era inconfundible el aroma a glicinas. Y como no recordar el tango de los hermanos Expósito, Homero y Virgilio, que inmortalizó Roberto Goyeneche, emblema de la Comuna 12: “perfume de naranjo en flor promesas vanas de un amor que se escaparon en el viento…”

Este corredor, con su plaza, el paseo de plantas nativas y la huerta, le brindan nuevamente esos aíres de provincia a nuestro barrio, cuyas tierras antes de la federalización del municipio de Buenos Aires formaban parte del partido de San Martín.

En el atardecer, el sol, cayendo sobre la zona aledaña a la estación de Migueletes, despliega un manto de luces y sombras sobre la huerta vecinal, nacida desde la comunidad para recuperar para sí el espacio público.

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