Un barrio (Villa Pueyrredón), una plaza (Martín Rodríguez), un homenaje con una palabra encantada: “Humberto Costantini”, al decir de Horacio González, director de la Biblioteca Nacional. Una placa en el lugar preciso con las palabras justas “Hombre de barrio, ciudadano de esta patria, poeta de nuestra lengua, intraducible y nostálgico volviste del infame exilio aquí. Nuestro amor, nuestra memoria, nuestro homenaje para vos: Humberto Cacho Costantini”. Sin embargo fantasmas devenidos de profundos infiernos hurtaron su presencia en este espacio verde de nuestro barrio.
Por Ignacio Di Toma Mues
Humberto Costantini, escritor, poeta y militante revolucionario
El 16 de junio de 2011 la Legislatura sancionó la iniciativa de la diputada Laura García Tuñón que dispuso la colocación de una placa en la Plaza Martín Rodríguez, ubicada entre las calles Habana, Argerich, Pareja y Helguera, en memoria del escritor, poeta, militante revolucionario y vecino de Villa Pueyrredón, Humberto Cacho Costantini.
A partir de ese momento un sinfín de idas y vueltas impidieron que la placa estuviera donde debía estar, hasta que a fines de octubre de este año Alejandro Gibelli, promotor de la iniciativa junto a Graciela Drago, logró que se cumpliera con el mandato legislativo.
Sin embargo – al cierre de esta edición – Alejandro llamó a la redacción para avisar que se habían robado la placa y que la legisladora García Tuñón estaba presentando una nota de pedido de informes en el Ministerio de Ambiente y Espacio Público, a cargo de Diego Santilli.
Previo a este lamentable suceso “El Barrio Villa Pueyrredón” entrevistó a Graciela Drago y Alejandro Gibelli impulsores del homenaje a Humberto Costantini.
Entrevista con Graciela y Alejandro
Una hermosa mañana en la plaza, las fotos de rigor junto a la placa en homenaje a Costantini, y luego una amena charla que comenzó con esta pregunta: ¿Qué pasó el sábado 1° de octubre de 2011?
(Alejandro Gibelli): “El viernes 30 de septiembre a última hora me llaman de Protocolo de la Legislatura para decirme que no está la autorización para la colocación de la placa y de la marmolería me avisan que la guardiana de la plaza (Martín Rodríguez) no deja que instalen el basamento donde se debe colocar la placa. Imaginate, teníamos todo preparado para el acto del sábado y la verdad que era una situación por demás compleja porque iban a venir muchos invitados (entre ellos Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y vecino en su adolescencia de Villa Pueyrredón), la familia, vecinos, organizaciones del barrio… y la verdad que no tener la placa instalada era un disparate”.
Alejandro cuenta que le sugirieron desde Protocolo (y también de Espacio Público de la Ciudad que era la repartición que no había librado aún el permiso) que colocara la placa y después del acto se la llevara. En cuanto esté la orden se coloca definitivamente, le dijeron.
(Alejandro): “Después del acto la cargué en el baúl del auto y así la tuve unos meses hasta que la llevé a la marmolería que queda enfrente del cementerio de Flores. Un mes después apareció la autorización pero de la marmolería no me atendían o me decían mañana la colocamos”. Alejandro se cansa de esperar y decide ir a buscar la placa personalmente y con un empleado de la marmolería colocan finalmente la placa en la plaza.
(Graciela Drago): “Alguno de los libros que tengo de Costantini se debe exclusivamente a que una amiga me los dejó en guarda y yo me hice la tonta… en un momento empecé a buscar los libros para comprarlos y me di cuenta que no existían más. Es terrible, no están los libros y no están los que los tenían, no hay marca y esto es una manera de desaparecer de alguien que fue muy importante, que nos formó la cabeza a muchos”.
Graciela le trasmite su inquietud a Alejandro. “Ah, bueno, le hacemos un homenaje” le dice y le lleva la idea a la legisladora porteña, Laura García Tuñón.
Él milita junto con García Tuñón en la Unidad Popular, expresión política en la ciudad de Buenos Aires para Todos, un partido de construcción territorial de la CTA liderado por Claudio Lozano.
En este entramado se da una extraña conjunción de tinte futbolero: Gibelli, la diputada García Tuñón y Cacho Costantini son hinchas fanáticos de Estudiantes de la Plata. Justamente él escribe un poema “Porteño y de Estudiantes” cuando el pincha sale campeón mundial en el ’68. La diputada además es de origen platense y militó, como Costantini, en el Partido Revolucionario de los Trabajadores.
El barrio está muy presente en los cuentos de Humberto, dice Graciela y agrega que “recuperar nuestra historia es necesario porque si no nos desarmamos como personas, el tiempo y el espacio son coordenadas que se construyen en un volumen, yo no sé cuanto conseguiremos, pero Costantini era de aquí, escribía aquí, era un vecino”.
Graciela afirma que el mérito de Alejandro y la legisladora García Tuñón fue entrar en el sistema institucional y comenta que tiene un amigo que trabaja en organizaciones empresariales que asevera que todas ellas tienen una parte de normas estrictas y una parte de “laissez faire” (dejar hacer)
(Graciela): “La misión del innovador es explotar la parte esa que está libre para crear cosas nuevas. Entonces, por lo que diablos sea, quizás por que la gente de la Legislatura son unos tipos macanudos el proyecto salió por mayoría absoluta, la vía que se encontró fue un hecho institucional importante”.
Si se recorre el barrio nos encontramos con las escuelas “Rodolfo Walsh” y “Agustín Tosco” y la plaza “Nunca Más” (Alejandro agrega en Saavedra la plaza Ho Chi Minh, líder revolucionario de Vietnam).
Al plantearles que quizás estas iniciativas tienen cabida en la ciudad porque, desde la subestimación, el poder considera a estas ideas pasadas de moda o inofensivas, Graciela es contundente. “Que lo hagan por lo que quieran, igual yo no creo que sean inofensivas… y bueno que con su pan se lo coman… y por ahí leen un poema de Costantini y les gusta, andá a saber. Además los criterios de análisis del PRO no son para utilizar como ejemplo”.
(Alejandro): “En los ’70, con pleno empleo, estadísticas holandesas y con formaciones académicas que ni siquiera en Europa se generaban, ante la fisura del sistema capitalista que era tan evidente, la construcción de un modelo igualitario, era viable desde un método, un camino. Hoy el equilibrio del sistema es el bolsón de personas que están fuera del sistema, que están excluidos y que piden incluirse, ser explotados, no piden revolución, no piden queremos los bienes de producción. En el medio han pasado muchas cosas, la marca a fuego de la masacre, del genocidio, se va trasmitiendo por generaciones. El fantasma del que no está, y que está más presente que nunca, hace más evidente que el genocidio fue algo planificado, fríamente decidido. Como decía Zitarrosa, fue exterminada la hierba de raíz y después fue regado el campo con sal para que la memoria no trascienda. Nosotros lo que estamos haciendo es sembrar lentamente el terreno y yo lo único que hago es caminar en ese sentido para recordar lo que no me puedo olvidar”.
Tenemos mucho que llorar y quizás no hemos llorado lo suficiente, comenta Graciela, y ya finalizando la charla, deja una muy buena reflexión: “No perdamos la posibilidad de festejar todo lo que podamos festejar, entonces este cacho de Costantini metido aquí es una cosa para festejar, este es un espacio de fiesta que nos merecemos, es la contracara de esta posibilidad de llorar que tenemos. Lo podemos llorar y lo podemos celebrar. Este es su barrio y yo creo que en algún lugar él se está muriendo de risa con esto. No perdamos esto por una actitud demasiado preciosista en términos de lo que está adentro del sistema o lo que está afuera”.