El anuncio de fin de año, limitando días y horarios en educación especial al 70% de los estudiantes, es hoy una dura realidad. Un inicio de clases con más tristezas que alegrías. El viernes 11 de marzo a las 12 horas las familias de las escuelas especiales se movilizarán hasta el Ministerio de Educación porteño. En esta nota lo que está sucediendo en la Escuela de Educación Especial y Formación Laboral N° 21 “Rosario Vera Peñaloza” de Villa Pueyrredón
Por Ignacio Di Toma Mues
A fines del año pasado una noticia produjo una situación de desconcierto y desasosiego en toda la comunidad educativa vinculada a la educación especial, y en particular en la Escuela de Educación Especial y Formación Laboral N° 21 “Rosario Vera Peñaloza” de Villa Pueyrredón (Obispo San Alberto 2379). El Ministerio de Educación porteño comunicaba la reducción de la jornada educativa a partir del ciclo lectivo 2022 para los alumnos y alumnas mayores de 22 años.
“En la Escuela 21 ingresaban de los 14 a los 30 años a las clases comunes, y después se creó la educación no formal de 30 a 36 años” señaló a nuestro medio una docente de la “Rosario Vera Peñaloza”. Hoy, al inicio de clases, el 70 % de los estudiantes se han visto afectados.
Los mayores de 22 años que se inscribieron este año cursan tres horas de martes a viernes o de lunes a jueves. Se crearon tres grupos que concurren por la mañana y otros tres grupos por la tarde. Esta nueva modalidad generó deserción. Muchas familias, en su mayoría integradas por madres y padres de edad avanzada, vieron dificultada su rutina diaria establecida hace muchos años. Puede decirse que sus hijos e hijas se “criaron” en la escuela. La resolución que implementó la Ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, a fin del año pasado, fue un cambio abrupto que desarmó el orden familiar.
Algunas familias los anotaron en centros de día, pero son lugares que no tienen como objetivo lo pedagógico, son lugares para estar. Mientras que otras los inscribieron en la escuela porque tiene talleres, como cocina, carpintería, cadetería y serigrafía, entre otros.
Hay estudiantes de la Rosario Vera Peñaloza que se movilizan solos, pero otros no. “Hay madres que les toma más tiempo el viaje que las horas de clases. Muchos padres son ya de edad avanzada y tienen problemas de salud. Y les resulta muy difícil encontrar un lugar donde mandar a sus hijos y que se sientan felices. Por eso, aunque les cueste los traen igual. Otros los mandan a centros de día” señaló una docente de esta escuela de educación especial de Villa Pueyrredón.
La reducción de la jornada a sólo tres horas para la gran mayoría, generó un malestar palpable en los chicos y chicas al no llegar a comprender porque se tienen que ir cuando otros se quedan. Se dio el caso de un alumno que, durante dos días, al mediodía, se quedó en la puerta, no quería irse. Un vecino del barrio, Carlos Olmedo, que vive a dos cuadras de la escuela, relató lo sucedido.
Pasaba por el lugar y le llamó la atención ver a este chico con síndrome de Down, parado en la entrada, con un mate descartable (tipo “mate listo”). Se acercó, le preguntó que le pasaba, y muy triste, le contestó que quería estar en la escuela, y no se movió de la puerta por un largo rato. Este vecino le decía “no te querés ir a tu casa”, y se negaba; también se acercaron otras personas del propio establecimiento para persuadirlo, para lograr convencerlo.
“Para estos chicos no es fácil que los papás reúnan 20 pibes en sus casas, o encontrarse en la plaza como los chicos de la secundaria común, cuesta mucho este tipo de encuentros que antes tenían en la escuela, hay una pérdida de relación abrupta” comentó la docente.
“Los chicos llegan, desayunan, van al salón, están juntos y eso es enriquecedor, el poder compartir con su grupo de pares, identificarse con el otro, estar en la escuela para ellos es importantísimo” explicó la docente. El nuevo horario fue también un ajuste en el servicio de comedor, que cada año empeora su calidad alimentaria. Hoy los mayores de 22 años sólo reciben una colación, que puede ser un sanguchito de queso, una manzana o una barra de cereal.
El horario reducido hace que sientan que el tiempo pasa más rápido, y el aprendizaje se complica. El ritmo de cada estudiante es diferente y esto dificulta bastante lo pedagógico. La maestra, o el maestro, les enseña a sus ritmos – a sus tiempos – aprender a hacer determinados trabajos. A diferencia de la escuela primaria común, donde aprenden a leer y escribir en determinada edad, al mismo ritmo, todos iguales, en la especial cada estudiante tiene su tiempo.
“Había un grupo de chicos – dijo la docente – que estaban yendo a la escuela secundaria, integrados y ayudados por un docente, luego venían a la escuela especial, iban al comedor y después se quedaban con una docente que los ayudaba con la tarea del colegio. Este año vienen sin comedor dos horas, y no todos los días, solo dos veces”.
Por si no faltara nada, también se discontinúo el programa “Aprender Trabajando”, donde los estudiantes recibían una pequeña remuneración por el trabajo que realizaban en los talleres de la escuela. Uno de ellos era el de huerta, que nuestro medio dio a conocer en su momento, donde aprendían lo que era el cuidado de la naturaleza y la huerta, y “eran felices con eso” a decir de sus docentes.
En la nota sobre la huerta que publicamos en diciembre de 2019, las docentes contaban que “nos estamos preparando para compartir la producción de zapallos, tomates, remolacha, choclo. La huerta está dando algunos frutos, y aunque todavía la naturaleza nos demanda tiempo estos van a ser ofrecidos a ámbitos que lo necesites como la olla popular de nuestro barrio”.
“Los alumnos – decían en la nota – se concientizaron sobre el no uso de agrotóxicos y creación de control de plagas sin la utilización de productos contaminantes. Produjeron cebo para hormigas, espantapájaros, y productos naturales para ahuyentar a las hormigas con bolitas de paraíso, un árbol que se puede observar en la zona”.
Quizás sirva como un buen resumen de la situación actual unas reflexiones de la ex Directora de la Escuela Rosario Vera Peñaloza, la docente Patricia Martínez: “La realidad es que para jóvenes con discapacidad mental no hay nada fuera de las escuelas de Educación Especial. Tienen un equipo impecable, multidisciplinario, y cada proyecto se hace en base a la singularidad y la particularidad de cada alumno y cada alumna… es contradictorio que en una ciudad que hay superávit, y es la ciudad más rica del país, no se pueda sostener la escuela especial y no se permita que las y los jóvenes con una discapacidad permanezcan hasta los 30, 35 años, como hasta ahora. Es una barbaridad excluirlos, expulsarlos, es una medida discriminatoria y arbitraria”.
Por último, debemos decir que la Escuela 21 “Rosario Vera Peñaloza” tiene su sede en una hermosa casona de principios del siglo pasado, con árboles y grandes jardines. Fue construido en el año 1902 por una de las primeras familias que se instalaron en Villa Pueyrredón, el Dr. Carlos Garófalo y su esposa Matilde Jäger.
En 1930 fue alquilada por el Consejo Nacional de Educación y expropiada en 1947. Un lugar histórico de nuestro barrio, que debe el Gobierno de la Ciudad cuidar ediliciamente. Esta escuela llegó a tener muchas actividades que ya no se brindan, como viajas a Chapadmalal gratis – se pagaba solo el micro –, campamentos con los profesores, natación en la pileta del Club 17 de Agosto, además de un servicio de comedor que era para todos y de muy buena calidad.
Y como cierre de esta nota, informar que el viernes 11 de marzo a las 12 horas las familias de las escuelas especiales se movilizarán hasta el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires bajo la consigna de “Por el Futuro de la Educación Especial, Los derechos de nuestros hijos e hijas NO SE QUITAN”