“La Campanita” cumplió 50 años en el barrio

El kiosko Grimar’s de Condarco y Griveo, bautizado por el barrio como “La Campanita”, cumplió 50 años en el barrio. Marisa Nicolini cuenta su historia.

Por Mailén Maradei

“Mi papá dijo que la primera vez que venga un cliente no le iba cobrar lo que compre y el primer cliente que vino, pidió una cajita de fósforos”, dice Marisa Nicolini, propietaria del kiosco “La Campanita” que cumple 50 años.

El kiosco, ubicado en Condarco 4906, es un proyecto familiar donde participan todos los parientes de Marisa Nicolini y de sus hermanas Griselda y Sandra. Hijos, nietos y sobrinos siguen comprometidos con el emprendimiento que comenzó Ernesto Nicolini en 1965, tras abandonar su empleo en una fábrica de electrodomésticos. Para esto, decidió reformar el jardín de su casa e instalar el kiosco que permanece con la misma estructura que en sus comienzos.

“Además de tener el local, mi papá puso un taller en mi casa y arreglaba encendedores y había instalado espejos para ver cuando los clientes llegaban, arreglaba los encendedores y atendía el negocio”, relata Marisa emocionada.

Luego de unos años, la madre de Marisa, ella y sus hermanas empezaron a manejar el local y su padre abrió un negocio para reparar encendedores pero la suerte de este proyecto quedó truncada y volvió a “La Campanita”.

Aunque el negocio es conocido como “La Campanita” ó “El Kiosco de la Campanita” en realidad se llama “Grimar’s” en honor a las tres hijas de Ernesto – Marisa, Griselda y Sandra – pero los vecinos lo renombraron así porque tiene una campana.

En relación a esto, Marisa explica: “La idea fue de mi papá porque en esa época se usaba poner timbres en los negocios pero nosotros habíamos pensado que la campanita era más cálida. Además, podemos estar haciendo otras cosas y acudir cuando nos llaman”.

Tras el fallecimiento de su madre en diciembre de 2014, Marisa y sus hermanas decidieron realizarles un homenaje a sus padres y colgaron un cartel con la leyenda “El Kiosco La Campanita cumple 50 años”.

En este sentido, la hija del fundador resalta: “Estábamos muy movilizadas porque mi mamá falleció en diciembre y no sabíamos si festejar o no y después lo pensamos bien y es un homenaje a nuestros padres”.

Asimismo, decidieron homenajear a sus clientes regalándoles una caja de fósforos, el primer objeto que Ernesto vendió. “Estamos festejando el año del aniversario porque seguimos entregando fosforitos y los vecinos nos siguen regalando plantas, flores y chalinas. La gente fue muy cariñosa y nos agasajó”, señala Marisa.

La repercusión que generó el aniversario del kiosco “La Campanita” fue muy buena y una de las hijas del fundador relató que los vecinos del barrio, le comentan que “lo conocían” a su padre y le preguntan “¿Cómo pudieron estar tantos años?”.

“Muchos se emocionan y nos cuentan que venían con sus padres y ahora traen a sus hijos. También, nos dicen ¡Qué bueno que pudieron hacer el homenaje!” dice Marisa.

También se trasladó a las redes sociales, ya que un grupo de vecinos de Villa Pueyrredón decidió viralizar el cumpleaños de “La Campanita” en Facebook.

“Hay una página del barrio donde pusieron una foto diciendo “Miren, ¡Qué loco el kiosco cumple 50 años!” y todos los vecinos hicieron comentarios. Me produjo mucha emoción y un día agradecí por todos los comentarios”.

“La Campanita” está abierto durante todo el año. Ni el tiempo ni los feriados, impidieron que el negocio este cerrado para el barrio. “No lo cerramos nunca. Durante las vacaciones, nos turnamos toda la familia para abrir el kiosco”.

Además de tener el kiosco, Marisa y sus hermanas nacieron en el barrio y la mayoría de los clientes las conocen hace años por eso el vínculo con Villa Pueyrredón es muy entrañable para ellas.

Aunque la fisonomía de la comuna cambió por los edificios, Belén Murúa, nieta de Ernesto Nicolini, sostiene: “Que nosotras seamos vecinas del barrio genera un vínculo diferente con el cliente. Mis abuelos me decían si un vecino necesita algo, lo voy a atender igual aunque haya cerrado el kiosco”.

Asimismo, Belén recuerda: “Cuando era chiquita, si mis abuelos dormían la siesta, mis tías y mi mamá atendían y nosotros tuvimos esa educación también. Ahora, estamos tratando de trasladársela a mi hijo. El kiosco es parte del folcklore de la familia”.

Grimar’s es un negocio familiar y un servicio para los vecinos ya que la familia Nicolini realiza distintas actividades como el cambio de figuritas para conectar a los niños del barrio. “Hace poco, hicimos un sábado de cambio de figuritas para los chicos, vinieron todos e hicieron una movida muy linda. También, estaban las madres con los chicos”

Grimar‘s es un símbolo de calidez, solidaridad y de unión que el barrio se resiste a perder y que la familia de Marisa Nicolini sostiene como un valor fundamental.

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