A 10 años de sancionada la ley de Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos, los objetivos están lejos de cumplirse. Se desincentiva la separación en los domicilios, uno de los aspectos esenciales. Las cooperativas barriales, clave en la recolección diferencia y aprovechamiento del material.
Por Martín Dalla Zorza
El martes 16 de septiembre se llevó a cabo en la Legislatura porteña un debate sobre la ley de Basura Cero, a 10 años de su sanción. El objetivo fue hacer un balance sobre el cumplimiento de la normativa, que trata sobre la gestión de los residuos sólidos urbanos y la progresiva disminución del envío de basura a los rellenos sanitarios.
La conclusión a la que se pudo arribar es que en la Ciudad de Buenos Aires estamos muy lejos de llegar a la meta de reciclado total en 2020.
El encuentro fue convocado por Pablo Bergel, responsable de Verde al Sur, quien abrió la exposición lamentando que no haya representantes del Gobierno de la Ciudad en la mesa. Es que todos los participantes coincidieron en señalar que la gestión macrista, encargada de implementar la ley, ha llevado adelante una política errática y adversa al espíritu de la norma.
Una de los aspectos clave de la ley Basura Cero son las metas: el texto toma como base la cantidad de basura enviada a los rellenos sanitarios en 2004 y estipula objetivos de reducción de esa cantidad. En 2012 se debió haber enviado sólo la mitad. Para 2017 se espera que se envíe sólo un 25% de aquella marca inicial. Y se prohíbe para 2020 la disposición final de materiales.
Estadísticas
Soledad Sede, integrante de Greenpeace, expuso los números concretos de la situación actual: la marca en 2004 fue de 1.492 toneladas, y el año pasado se enterraron 1.279 toneladas, una reducción de apenas el 15%. ¿Por qué? Entre otras cosas porque desde la sanción de la ley nunca se disminuyó el envío de basura a la CEAMSE. Por el contrario, todos los meses fue en aumento, hasta llegar al récord de 2.270 toneladas en 2011. Ahora deben redoblarse esfuerzos para controlar la situación.
Sede reconoció que “existen ciertas medidas que fueron acertadas, que lograron ayudar a sacar a la ciudad de ese récord de enterramiento de 2011: una planta especial para residuos áridos, la diferenciación de grandes generadores que deben costearse sus residuos, puntos verdes en las plazas que tienen gran recepción del público e instruyen a los vecinos”. Pero también advierte que la separación en origen es fundamental en el logro de Basura Cero: “De ninguna manera vamos a poder llegar a un 75% si no nos ocupamos de la separación en origen y de la recolección diferenciada, y la posterior reutilización de los residuos”.
Allí está el aspecto decisivo que todos los expositores quisieron remarcar. Juan Manuel Velasco, ex ministro de Ambiente porteño e impulsor de la normativa, afirmó: “La ley define taxativamente a los recuperadores urbanos como los actores centrales del proceso de reducción de enterramiento de los residuos. Ahí está el problema central de la falta de cumplimiento: lo que el gobierno actual ha dejado de hacer sistemáticamente es promover que los recuperadores urbanos sean los sujetos activos de la recolección de residuos. A veces bajo el prejuicio de que no tienen la capacidad de gestionar un servicio público, ¡cosa que vienen haciendo desde 2001! Otras veces bajo un prejuicio tecnológico: para qué trabajar con los cartoneros si tenemos las máquinas”.
¿Solución tecnológica?
Precisamente, en este momento está en debate la licitación de dos plantas de tratamiento mecánico biológico de residuos, denominadas también MBT por sus siglas en inglés.
Estas máquinas reciben todos los residuos mezclados y luego de un proceso recuperan parte de lo que les ingresa. Soledad Sede fue determinante: “Las plantas de MBT contradicen el espíritu de la ley porque desincentivan la separación en origen”. Además según sus cálculos recupera sólo un 42% del material que ingresa: el resto de desecha. “Económicamente es mucho más conveniente que cada ciudadano separe en su casa a que el Estado contrate una máquina para que haga el trabajo que cada persona puede hacer en su hogar”, reflexionó.
Horacio Feinstein, miembro de la comisión de seguimiento de la ley, fue crítico con la distribución de los recursos: “Empapelan la ciudad, en eso sí se gasta. Los que vivimos aquí nos encontramos con una profusión de contenedores. Me gustaría saber cuánto cuestan y de dónde vienen”, cuestionó. Velasco agregó: “Siempre uno nuevo. Dentro de poco tendremos unos aéreos. Cualquiera que estudie educación sabe que la construcción de hábitos se hace en base a la repetición. ¿Cómo vamos a lograr la separación si estamos poniendo distintos contenedores?, se preguntó”. Feinstein complementó: “Cada nuevo contenedor es una oportunidad de negocio. Se benefician las empresas recolectoras de basura, que pueden juntar más basura en menor tiempo. Ése es el móvil para poner los contenedores”.
Rol del Estado
Por último Velasco realizó un aporte a la discusión en torno al rol del Estado: “¿Cuál es el principal problema que tienen los recuperadores para la gestión de los residuos? La variación del precio. Hoy el plástico no vale nada, por ejemplo.¿Qué papel debe asumir el Estado entonces? El mismo que ha cumplido siempre en cualquier tipo de producción.: intervenir y poner precio sostén. No estoy diciendo nada raro: lo que le garantiza a las empresas recolectoras de la ciudad. En el mismo sector, en la misma área: a las empresas recolectoras le garantizamos precios sostén y a los cartoneros no, ¡es de locos!” exclamó. “Eso no lo vimos cuando hicimos la ley. Es para garantizar la sustentabilidad del sistema, de lo contrario es un problema”, concluyó.
Hacia adelante
Cada vez que se comentan los objetivos de la ley Basura Cero y se contrastan con la realidad, flota una sensación de objetivo inalcanzable. Sin embargo, esta exposición no terminó así. En primer lugar porque se reclamaron aspectos específicos, como por ejemplo la información. Velasco afirmó: “Los datos de los residuos y el enterramiento están muy asociados a los niveles de consumo y por lo tanto al bienestar o malestar de la situación económica general del país. Sería interesante que las universidades puedan establecer indicadores que permitan diferenciar eso”.
A su vez se hizo referencia a que muchos ciudadanos aportan ideas para la gestión de sus residuos. Feinstein detalló que “los residuos son de los ciudadanos, podemos decidir qué es lo que queremos hacer con ellos. En las comunas hay mucha gente con ideas sobre qué hacer con la basura y con proyectos formulados. Esto merece ser escuchado”, reclamó.
Y el público también se animó a contar sus experiencias, algunas de las cuales ilustraron lo que indicó Feinstein. Estuvo Coco de la Cooperativa Correcaminos, un emprendimiento que funciona en la comuna 15. Actualmente los integrantes recorren casa por casa retirando los materiales para reciclar, ofreciendo un servicio esencial para aplicar el espíritu de la ley: la separación en origen. “Quise hacer un proyecto cartonero que le sirva a la comunidad y a nosotros, inclusivo. Tenemos matrícula, tenemos proyectos, tenemos estatuto. Fuimos a capacitarnos, y decidimos salir a laburar con una propuesta”, relató con orgullo. No fue solamente un presentación: “Yo los invito a conocer el proyecto Correcaminos, a todos, incluidos los empresarios, porque acá estamos para proponer, no para protestar. Les proponemos hacer una gran alianza. Si hay un negocio para hacer, hagámoslo juntos. Nosotros no tenemos la espalda económica, ¿por qué no podemos asociarnos y salir todos ganando, incluyéndonos?”, expresó.
Así cerró el encuentro con un mensaje positivo sobre las acciones que se vienen realizando en los barrios, donde se dice que a la basura hay que llamarla residuo, y comprender que puede ser un recurso para recuperar. Ése es el principal objetivo de la ley Basura Cero, que a 10 años de su sanción no se consolidó como política integral en la Ciudad.