“La experiencia de fotografiar me enseña a mirar distinto el mundo y la vida”

Tadeo Bourbon, fotógrafo y vecino de Saavedra
Tadeo Bourbon, fotógrafo y vecino de Saavedra, hace años realiza coberturas sobre movilizaciones sociales. Una instantánea suya sobre la represión a jubilados dio la vuelta al mundo. “Me interesa que la fotografía sea una herramienta que sirva para amplificar o difundir las voces de las luchas o de las personas y sus historias”.

Por Juan Manuel Castro

La foto un vecino de Saavedra para condensar esta época. Parece un martirio bíblico, un claroscuro de los grandes maestros antiguos, pero es una instantánea que se repite todos los miércoles.

En la Plaza Festival Cultural Villa Pueyrredón
bujinkan illa pueyrredón

El fotoperiodista Tadeo Bourbon retrató cómo las fuerzas federales, con cascos, escudos y desenfreno, redujeron y reprimieron al Cura Jorge Romero, conocido como Chueco, párroco de la Villa 15 en Ciudad Oculta, que apoyaba a los jubilados frente al Congreso.

Historias barriales

La imagen dio la vuelta al mundo, a millones de usuarios anónimos de redes que hablaron de una “dramática cobertura”. “Me da ánimos que se visibilice el tema. No tomo dimensión de la repercusión. Que les peguen a los jubilados es terrible, que los fotógrafos tengamos que laburar con cascos y máscaras por los gases es ridículo”, señala Tadeo, que cuenta con una extensa trayectoria y una producción desplegada en distintos países.

Los jubilados hace añares marchan por mejores condiciones de vida, pero con el protocolo anti-piquetes del Gobierno nacional libertario empezó la represión. Los uniformados vallan y bloquean la calle mientras gasean, pegan y detienen a quienes están sobre la plaza al frente del palacio legislativo.

Han arrestado y demorado a manifestantes, adultos mayores, militantes, trabajadores de prensa e incluso religiosos, como pasó con el padre Chueco.

“Nos encontramos en una situación de angustia constante”, reconoce Tadeo, de 32 años y oriundo de Vicente López, pero destaca que junto a sus colegas prevalece la “necesidad de contar lo que está pasando… se trata de dar testimonio”.

El fotorreportero menciona “la anestesia social” vigente “porque la gente ve fotos de viejos gaseados todos los miércoles y no pasa nada; tienen que aparecer cosas impresionantes como un cura agarrado por ocho policías”.

“Es hasta extraño si lo ves de lejos”, afirma sobre los operativos policiales, que empezaron a incluir la detención o represión a trabajadores de prensa. “Hay una respuesta colectiva en una profesión solitaria, habla bien de cómo nos estamos cuidando y contemplando los unos a los otros”, destaca.

Esto también se extiende a “pensar proyectos” y habla de la colaboración con sus colegas Juan Valeiro y Lucia Prieto para gestar “algo más grande” con el fin de “contar la época”, tanto los miércoles de jubilados como con otras luchas como el Conicet y el sector científico; los trabajadores de la salud y demás reivindicaciones.

De hecho, el grupo ha realizado colaboraciones en medios como la Revista Crisis, en los ensayos “Radiografía federal del recorte educativo” y “Por una ética de lo impredecible”.

El trabajo de Tadeo, como su cobertura de las manifestaciones de jubilados y jubiladas en alrededores del Congreso para el periódico MU de la cooperativa Lavaca, es consecuente con la motivación que lo llevó a tomar una cámara por primera vez.

“Me interesa que la fotografía sea una herramienta que sirva para amplificar o difundir las voces de las luchas o de las personas y sus historias. Me gusta involucrarme y contar desde un lugar humano” y asegura que “la foto es una excusa para acercarme a lugares que no me animaría ir sin la cámara. La experiencia de fotografiar me enseña a mirar distinto el mundo y la vida”.

Al terminar la secundaria, empezó a estudiar historia, a la vez que leía mucho sobre Latinoamérica, con obras como las de Eduardo Galeano a la cabeza. “Me despertaba ganas de viajar. Laburaba en el año y después me iba de mochilero. Al principio era viajar por viajar, después me dieron ganas de tener una cámara”, recuerda.

“Cuando veía las fotos de mis viajes no me gustaban tanto. Entendí que me interesaba más la gente con la que compartía vivencias que los paisajes. Ahí fue un clic. Como también me empezó a parecer insuficiente la historia, decidí estudiar comunicación social y fotografía en la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina”, agrega.

En esos años, en los que oscilaba entre el centro porteño y Vicente López, realizó mucha fotografía callejera: “Siempre llevaba la cámara, registraba muchos viajes en transporte público, estaba mucho en los trenes Mitre y Belgrano, en la estación Retiro y el subte C”. Así produjo sus primeros trabajos, muchos de ellos en blanco y negro.

Más cerca en el tiempo, accedió a una beca para cursar en el extinto Centro de Imagen de Perú: “Ahí me di cuenta de que me gustan los proyectos a largo plazo. Es lo que me gusta, contar historias con más intimidad”.

“Darle tiempo es clave para lograr intimidad, en general lo que me interesa es que las personas se sientan reflejadas en lo que cuento, no quiero imponer mi mirada, no quiero hacer interpretaciones que no me correspondan. Que mis laburos tengan cooperación con las personas que retrato”, señala a modo de filosofía profesional.

En Perú estuvo un año estudiando y residiendo. En ese contexto, viajó a varias comunidades y allí desarrolló el ensayo fotográfico titulado Pecati: “Significa perforar en Shipibo, y es un proyecto que conjuga testimonios, archivo y fotografías que evocan lo sucedido, entre 1996 y el 2000, durante el Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar en el gobierno de Fujimori”, evoca.

“Fue parte de mi formación. Hice cuatro viajes a las comunidades y me entrevisté con las mujeres que fueron víctimas de lo que hizo el Gobierno”, señala. “A las víctimas se les privó de la capacidad de ser madres, pero no se les ha privado de la capacidad de resguardar la verdad de lo ocurrido”, reflexiona sobre este ensayo que publicó en 2021.

De forma similar, en 2019 participó junto a varios colegas de la formación semanal del Laboratorio de creación y educación en fotografía 20 Fotografos en San Pedro la Laguna, Guatemala. “Trabajamos unas fotos basadas en la cosmovisión de los lugareños y las mixturamos.

El proceso fue tremendo”, repasa Tadeo sobre la obra que incluye paisajes de ensueño y un registro de los integrantes de la comunidad que la habita.

Con esta misma impronta, ha participado en distintos ensayos visuales sobre problemáticas sociales y ambientales. Por ejemplo, “Tayiñ Mapu” es una investigación visual sobre la crisis climática y económica que atraviesan los habitantes de la meseta patagónica de Chubut. A esto se suma la cobertura para la Revista Crisis en 2023 sobre desalojos mapuches en Villa Mascardi.

En la Ciudad de Buenos Aires ha realizado coberturas de diversas manifestaciones de los colectivos feministas y luchas por la Memoria frente al terrorismo de Estado. Se suma un amplio registro sobre los festejos callejeros cuando Argentina ganó el Mundial de Qatar en diciembre de 2022.

Este mismo talento lo ha utilizado para desarrollar una extensa trayectoria que incluye retratos de figuras de la cultura popular que han aparecido en medios como el diario La Nación y su labor en “Aimi Fotografía”, un emprendimiento privado que abarca eventos sociales, en particular casamientos.

Más allá del talento técnico y la mirada sensible, Tadeo reconoce que el desarrollo de la tarea fotográfica, dadas las condiciones materiales actuales, requieren “una autogestión desgastante y metódica”, que “hay mil cosas detrás de hacer la foto y que hoy sos tu propio representante, lo que te demanda un nivel de divulgación y presencia. Nadie te llama porque haces buenas fotos solamente”, expresa.

Sin desanimarse, pero consiente del panorama, el vecino de Saavedra continúa con sus proyectos individuales y colectivos, atento a los hechos recientes y al devenir social.

Con respecto a su vida en el barrio, Tadeo cuenta que desde hace tres meses vive a pocas cuadras de la Plaza Vicuña Mackenna y del Parque Saavedra. “Es un barrio que siempre me copó. Soy de Vicente López y me gustó porque está más cerca, pero conserva la esencia de barrio, pese al avance de la gentrificación. Hay casas bajas y horizonte, tenés una amplitud visual”, destaca.

“Además, siempre observé y observo mucha la vida barrial, mucha secuencia cotidiana de gente en las veredas, charlas entre vecinos. Es encantador”, concluye.

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