Sonrisas políticas, alertas económicas. Mientras el oficialismo nacional enlaza momentos críticos, el macrismo a nivel local se anotó un triunfo al conformar la alianza con el radicalismo. En cambio, el ajuste económico amenaza las arcas de la gestión local.
Por Fernando Casasco
Habemus Cambiemos en la Ciudad. Algo parecido a una fumata blanca se ensayó durante el breve acto en el tradicional Café Tortoni en el que se anunció el acuerdo alcanzado entre el PRO y la UCR porteña, al que asistieron también los socios menores de la alianza, la Coalición Cívica-ARI y el partido Confianza Pública.
No estuvieron presentes las caras más visibles. Tanto el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta como el diputado nacional por Evolución, Martín Lousteau, antiguos rivales en los comicios para la Jefatura de Gobierno en 2015 evitaron la foto. En cambio, asistieron por el PRO el vicejefe de Gobierno, Diego Santilli y el titular de la Unión Cívica Radical en la Ciudad, Guillermo De Maya. Por la CC-ARI estuvo presente Paulla Oliveto y Diego Mariano García, por el mini partido de Graciela Ocaña.
Estos tres últimos, más el ministro de Ambiente y Espacio Público, Eduardo Macchiavelli (mano derecha de Rodríguez Larreta), serán los integrantes de la Junta Promotora de la alianza en la Ciudad, la que tendrá a su cargo el cumplimiento de las etapas que debería culminar con la presentación de Cambiemos como sello en los comicios de 2019.
De todos modos, los representantes de las distintas fuerzas admitieron que la conformación de la alianza recién está dando sus primeros pasos, los cuales realizarán de a uno en uno. Por el momento no habrá conformación de un bloque único, sino que los miembros de Evolución (el armado de Lousteau con la UCR, en el cual también participa el Partido Socialista) mantendrán su autonomía en la Legislatura porteña.
Si las negociaciones avanzan habrá listas conjuntas, en las que el piso para la integración por parte de las minorías que se presenten en las primarias será del 15%, siguiendo la proporcionalidad según el sistema D’Hont. A la hora de pensar en una disputa renovada entre Rodríguez Larreta y Lousteau, pero ahora en el marco de una PASO, el radical De Maya se excusó al señalar que “no es momento de especular con candidaturas”.
Por lo expuesto todos salen ganando: por el lado de Rodríguez Larreta al cumplir con las órdenes impartidas por el presidente Mauricio Macri, quien reclamaba la formación de Cambiemos en el único distrito en el cual no se había armado la alianza con el radicalismo. Por otra parte, el Jefe de Gobierno mantiene en sus manos la lapicera que le permitirá armar las listas del PRO (ampliamente favoritas en una interna) y su equipo ministerial.
Del lado del radicalismo porteño consideran un paso adelante la conformación de la entente electoral, sin abandonar totalmente su reclamada autonomía. Pocos días antes de firmar el acuerdo el propio De Maya, durante un encuentro partidario, renovó sus críticas al oficialismo porteño sobre su gestión en las áreas sociales, como la educación, la salud o la justicia.
“No tenemos nada en contra de que Buenos Aires sea la más linda del mundo, pero es inmoral si no tenemos vacantes en los colegios, si no tenemos salud pública en los hospitales, si no tenemos seguridad y si no tenemos justicia”, disparó, al tiempo que remarcó: “No queremos ser lacayos de nadie”.
Del lado de Lousteau, si bien no descarta la posibilidad de presentar nuevamente su candidatura a Jefe de Gobierno, por el momento no la tiene firmemente decidida. Una nueva derrota ante Rodríguez Larreta y su ausencia en los comicios generales provocaría una licuación del módico capital político que ha venido acumulando.
En cambio, los radicales se aferran a la esperanza de tener un candidato competitivo en el enrulado ex ministro, el cual les permitiría ingresar mayor cantidad de postulantes en las boletas legislativas.
La otra gran ausente en el acuerdo fue Elisa Carrió, quien con su silencio dio un aval tácito a lo actuado por los socios de Cambiemos. La diputada se reservó sus constantes críticas a los dos hombres fuertes entre bambalinas de la UCR (Enrique “Coti” Nosiglia y Daniel “Tano” Angelici), en pos de una unidad política que sirva de módico bálsamo al apesadumbrado gobierno de Macri.
Si bien no habrá, al menos por ahora, unidad entre los bloques legislativos, el acuerdo entre el macrismo y el radicalismo tuvo su correlato al interior del recinto de Perú 50. En la última sesión Evolución votó junto al oficialismo de Vamos Juntos la negativa a la formación de una comisión que investigue los aportes a la campaña porteña, según el proyecto que había presentado el kirchnerista Carlos Tomada.
Es la economía, estúpido
La noticia del armado político terminó siendo una pequeña gota en el tormentoso océano que intenta atravesar el gobierno nacional. Ocurre en la misma semana en que arrecian las denuncias por el financiamiento ilegal de la campaña de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires (ver aparte); en que el escándalo de los “cuadernos de la corrupción” salpica también a empresarios del riñón del macrismo; en que ocurren dos muertes trágicas en una escuela bonaerense a consecuencia de la desidia y la desinversión; y en la que vuelven a golpear con fuerza sobre los bosillos la inflación y los tarifazos.
Para colmo de males, las noticias buenas no parecen asomar en el horizonte. El acuerdo alcanzado con el Fondo Monetario Internacional impone serias restricciones a la hora de elaborar los presupuestos y exige mayores ajustes a las arcas estatales.
En medio del tironeo entre Nación y las provincias por la dimensión del recorte que debe hacer cada una de las jurisdicciones a sus finanzas, a fin de achicar el rojo fiscal, surgió desde el interior el reclamo por los subsidios en materia de servicios públicos que reciben la provincia y la ciudad de Buenos Aires.
Tras algunos meses de estudio, el presidente Macri concedió el traspaso del control sobre la concesión de las distribuidoras de electricidad Edenor y Edesur, así como del ente que tendrá a su cargo la supervisión del sistema de transporte metropolitano a ambas jurisdicciones. En cambio, quedó fuera del esquema el traspaso de AySA.
De todos modos, por la complejidad del sistema, la negociación aún no estará cerrada. Cuando concluya, tanto la gestión de María Eugenia Vidal como la de Horacio Rodríguez Larreta, serán las responsables de mantener/reducir los subsidios tanto en la boleta de la energía eléctrica como en el boleto de colectivos y trenes, así como de anunciar los potenciales aumentos de tarifas.
Desde las oficinas del Jefe de Gobierno admiten la posibilidad de hacerse cargo de dichas concesiones, pero exigen un esquema gradual. Por un lado está el impacto en las arcas: las mismas ya se verán reducidas tras los anuncios de reducción en el cobro de Impuesto a los Ingresos Brutos – previsto en el Pacto Fiscal -, lo que implica al fin de este año unos 4 mil millones de pesos menos, a lo que habría que agregar unos 6 mil millones más que se irían en materia de subsidios a las facturas hogareñas y los pasajes del transporte público.
La otra pata es intangible, pero una de las principales en la cabeza de todo dirigente: el impacto político de la decisión. Por ahora tanto Vidal como Larreta quedaron afuera de la responsabilidad de los aumentos de tarifas, que ha recaído en un 100% sobre las espaldas del gobierno nacional. A partir del traspaso, deberán a ser los gobernantes de la Ciudad y de La Plata los que tendrán que poner la cara ante cada aumento.
De todos modos, en el Gobierno porteño se relativiza dicha especulación. Muestran el escaso impacto que sufren por los aumentos en el subte. Y se enfervorizan al exhibir sondeos de imagen en los que Rodríguez Larreta supera al propio Macri en la aprobación de los porteños.
Los próximos meses y la marcha de la crisis económica se encargarán de ratificar o rectificar dichos análisis.