Cada trozo de madera tiene
un pedacito de historia
Matías Flocco tiene un taller de carpintería en Villa Pueyrredón, donde trabajan con madera reciclada. Hace poco tiempo, él y un grupo de colegas conformaron la “liga de carpinteros”, una innovadora propuesta. En diciembre realizaron una exposición de sus trabajos en el barrio.
Por Mateo Lazcano
La “Liga de Carpinteros”, artesanos de la madera en Villa Pueyrredón…
El oficio de la carpintería tiene una historia milenaria. De hecho, la mitología cristiana señala hasta al propio Jesucristo como carpintero, y a lo largo del tiempo el trabajo con la madera ha ido innovando, mejorando sus maquinarias y manteniendo su vigencia. En estos tiempos, donde las viviendas son más chicas y se plagan de electrodomésticos, pensar en la presencia del tradicional e imponente mueble de madera puede resultar anacrónico.
Pero no es así. Los carpinteros resisten y mantienen su oficio. La madera se mantiene como objeto de culto y de una presencia única en el hogar. Y los encargados de trabajarla encontraron otra faceta de este oficio que suele ser tan individual y de encierro en un taller: un grupo de trabajadores nucleado en la zona de Villa Pueyrredón conformó la “Liga de Carpinteros”.
Este grupo de artesanos de la madera fue creado hace dos años con el fin de realizar “actividades relacionadas con el oficio”. Matías Flocco, de 34 años, uno de sus integrantes y a cargo del taller “Salvador” situado en Salvador María del Carril 2563, dialogó con este periódico.
“Si bien la carpintería suele ser un oficio repleto de secretos, nuestro principal desafío es compartir conocimientos”, afirma, sobre la utilidad de esta unión entre carpinteros.
la madera llama la atención, tiene algo romántico, sobre todo viéndolo, tocándola, oliéndola
“Algunos, como yo, somos de Villa Pueyrredón. Hay otros de Villa Ortúzar, Florida, pero todos cercanos. A todos nos une el amor por la madera y hemos crecido: comenzamos siendo ocho, ahora somos doce, y tenemos muchos interesados que nos contactaron sobre cómo formar parte de la liga”, asegura Matías, quien aclara que la ‘Liga de Carpinteros’ “es algo abierto pero tampoco queremos que explote porque consideramos que funciona mejor con pocas personas”.
El grupo realiza encuentros quincenales, en los que se van turnando para que cada taller sea la sede. “Normalmente, por el ritmo de trabajo, es complicado tomarse el tiempo para realizar algo más artístico y creativo. Entonces una de las propuestas que tenemos para los encuentros es esa, que sea un espacio de creación”, explica el carpintero pueyrredonense. En ese sentido, señala que la liga realiza elementos que reciben una “mano” de cada experto de encuentro a encuentro.
“Son los equecos. Los vamos rotando, cada uno le va a agregando algo y cuando termina la vuelta, se termina. Tal vez uno le pone la mano, otro los pinches, otro un trozo de madera, así”, cuenta. “De este modo se logran combinaciones que de otra forma no se dan, y cada uno tiene la libertad expresiva de poder hacer lo que quiera”.
Los elementos realizados por este grupo durante este 2019 fueron expuestos el pasado 14 de diciembre en el bar “El Motivo” de Villa Pueyrredón. “Fue la primera vez que salimos de nuestros talleres. Llevamos todos los trabajos, hubo música en vivo y como hicimos difusión, se acercó mucha gente del barrio a la muestra”, relata.
Sorprendido por la presencia de cerca de 200 personas en la reunión, destaca que “la madera llama la atención, tiene algo romántico, sobre todo viéndolo, tocándola, oliéndola”.
La “Liga de carpinteros” posee, además, un rol cooperativo para el oficio diario. De manera horizontal, sus integrantes comparten datos de los proveedores, realizan compras comunitarias, se recomiendan.
“A través del grupo planteamos los problemas, consejos, nos vamos salvando. Eso se fue dando naturalmente y en este segundo año se vio más confianza y compartimos más. También damos charlas sobre afilación, técnicas de acabado, que es una forma de aprender técnicas que a veces los carpinteros se las guardan, no las comparten o que son pagas. Nosotros apostamos a la solidaridad”, comenta.
El carpintero destaca la convivencia entre los colegas, dentro de un grupo que incluye incluso a las dos grandes “escuelas” del oficio: los “híper estrictos con el filo y las terminaciones y los que utilizan más las herramientas eléctricas y máquinas”, dice. Matías se identifica con la segunda característica.
Pese a su corta edad, este vecino tiene un currículum envidiable en el área de la carpintería. Comenta que ha tenido siete talleres, el primero a los 18 años, y que siempre aprendió el oficio de forma “autodidacta”. “Yo no estudié nada, siempre tuve inquietud creativa. Empecé a pintar a los 14 años y siendo adolescente ya vendía bastidores y marcos”, detalla.
Sobre “Salvador”, Matías enfatiza que “siempre nuestra primera propuesta es trabajar con madera reciclada”. Y agrega que él y sus compañeros del taller “vamos como corriendo atrás de la ella, como en una búsqueda del tesoro”, indica.
“La madera la encontramos en demoliciones, volquetes. Para algunos es basura, pero nosotros lo vemos de otra forma. Por afuera puede parecer que no sirve más pero cuando la cepillás te das cuenta de su calidad”.
Al respecto, Matías hace foco en las características de esta práctica, que tiene incluso un costado sustentable y ecologista. “El trabajo de reciclar, o sacar clavos, muchas veces es contar la historia de donde surgió la madera de un mueble. A mí me gusta decirles a los clientes: ‘Esto vino de una casa de Villa Crespo’. Este material no tiene un impacto tan grande en nuestro hábitat más cercano, pero muchas de las que están de moda son maderas de desmonte. A veces hacer una mesa con un cacho de madera enorme es triste porque implicó la tala de millones de árboles”.
El taller realiza bodegas, muebles y revestimientos, principalmente. Mayormente, utilizan la pinotea, que es una madera con más de cien años de antigüedad, original de Norteamérica y que fue totalmente extinguida con el correr del tiempo. “Está en la mayoría de las casas antiguas de Buenos Aires” señala Matías.
Aunque reconoce que la pinotea no es el tipo de madera más económico. Pero explica que “lo costoso es transformarla”. “Primero tenés que encontrarla, acopiarla en el taller, sacarle los clavos, rellenarlos, es mucho trabajo para conseguir la terminación”.
La magia de este tipo de madera está, según Matías, “al momento de cepillarla, cuando queda como nueva”. “La pinotea tiene muchísima resina. De hecho, cuando la cortás sale una cantidad de perfume impresionante”.
El trabajo que más destaca al Taller “Salvador” es el de las bicicletas de madera. “El proyecto arrancó hace seis años y lo venimos desarrollando en forma paralela a los muebles. Hasta ahora hicimos 43, principalmente para coleccionistas o gente que ama las bicis”, explica, orgulloso.
Las bicicletas de Matías Flocco aparecen en un libro editado en griego entre los 400 tipos de bicicletas de madera que hay en el mundo. Las mismas pueden utilizarse sin problemas para fines recreativos, “aunque la diferencia con las tradicionales tal vez esté en la resistencia”, aclara.
Consultado sobre los límites de cualquier trabajo con este material, Matías redobla la apuesta. “Yo quiero siempre hacer todo lo que se pueda con madera. Hay hasta casas y barcos, imaginate”.
“El carpintero tiene ese desafío, un poco utópico, pero somos conscientes de que trabajamos con un material orgánico y que cada pieza tiene un valor único, lo que nos da gran responsabilidad”.
“Cada trozo de madera tiene un pedacito de historia”, cierra la entrevista el carpintero de Villa Pueyrredón en su taller. Sentado en una silla, apoyado en una mesa y rodeado de objetos, todos de madera.
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