Crítico momento en el oficialismo de cara a 2019
Los Juegos Olímpicos de la Juventud se disputan en la Ciudad de Buenos Aires y los deportistas buscan dar lo mejor de sí para llegar primeros a la meta. En cambio, los dirigentes del gobierno esperan que los ayude a salir del marasmo y que sea un trampolín de cara al desafío que se viene: el año electoral.
Por Fernando Casasco
En toda cita olímpica – como la que en estos momentos reúne en Buenos Aires a jóvenes de entre 15 y 18 años – se superponen decenas de disciplinas y distintos modos de competencia. En las relacionadas con el atletismo y la natación, se pueden observar carreras de diferentes distancias, divididas en las ramas de velocidad y las de fondo.
En la política también suele ocurrir algo similar: están los dirigentes que juegan toda su suerte en poco tiempo y que requieren de la atención constante de los medios de comunicación para mantener chances de alcanzar sus objetivos; y están los que prefieren la construcción silenciosa, el tejido de alianzas y el cálculo de los momentos oportunos para pegar el salto que les permita atrapar la gloria.
Para dirigentes como el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta, la política conforma un modo de vida, que no tiene un principio ni un final pautados. Lo suyo no es el carisma personal ni la salida simpática frente a los micrófonos, aunque preste mucha atención a los gastos en pauta comercial en los medios. En cambio, su “paraíso” se encuentra en la gestión diaria y en la “rosca” con aliados y opositores.
Su carrera por el poder es la carrera de un fondista, cuya meta, aunque parezca lejana, siempre está en su mente.
Fiel a su estilo deportivo, el presidente Mauricio Macri aprovechó su estadía en la ciudad de Nueva York para la asamblea general de la ONU para declararse “ready to run” para las elecciones presidenciales de 2019. “Preparado para postularse” se tradujo aquí en Argentina. Aunque una traducción literal – y con algo de malicia – también habló de que el Presidente está “listo para correr”.
Es que lo que parecería el paso lógico de cualquier jefe de estado habilitado para competir por su reelección se nubló de dudas en los últimos meses, debido a la grave crisis económica que envuelve a la Argentina y de la que el mandatario ya no puede hacerse el desentendido. Camino a los tres años de su mandato, la antigua y meneada excusa de la “herencia recibida” ya no surte efecto, tal como lo demuestran la mayoría de las encuestas.
El Gobierno nacional comienza a mirar con preocupación los sondeos: a la baja en la imagen del Presidente la acompañan los datos sobre intención de voto de cara a las elecciones del año próximo, en los que algunas encuestas ya empiezan a mostrar una eventual derrota de Macri ante Cristina Fernández de Kirchner. Como si tuviera un paralelismo con la cotización del dólar, las acciones de la ex presidenta no paran de crecer, incluso en un mes en el que sumó otro pedido de desafuero por parte del juez Bonadio, en la causa denominada de los “cuadernos de las coimas”.
Pese a todo, muchos oficialistas consideran que el nivel de rechazo que conserva la ex mandataria le impediría un triunfo en una eventual segunda vuelta. Es por ello que a nivel discursivo, el Gobierno y sus voceros mediáticos intentan mantener el foco en la polarización entre Macri y CFK. Y varios consideran que es preferible que la ex Presidenta continúe libre y postulándose, que empujar su detención y la definición de otro candidato por parte de la oposición.
En este contexto, el gobierno sumó un foco de conflicto con las recientes declaraciones del ministro de Justicia, Germán Garavano, quien dijo que “no es bueno para un país que se pida la detención de un ex presidente”. Le saltó al cuello la autonominada adalid de la lucha contra la corrupción, la diputada Elisa Carrió, quien pidió el juicio político para Garavano y fue un paso más allá: dijo que perdió la confianza en el presidente Macri y lo instó a elegir entre avanzar “contra la impunidad” o mantener su alianza con “la familia judicial”.
En medio de la crisis que sacude al Gobierno, algunos dieron vuelta sus caras para mirar hacia el Gobierno de la Ciudad. El nombre de Rodríguez Larreta fue barajado cuando, a comienzos del mes pasado, arreciaban las versiones sobre un desplazamiento de Marcos Peña de la Jefatura de Gabinete. El propio Jefe de Gobierno desterró los rumores a los que consideró un “disparate” en una entrevista que le concedió al diario La Nación.
“Macri tiene un jefe de gabinete de su altísima confianza que está haciendo las cosas muy bien”, enfatizó. Peña conservó su cargo, aunque con algunas de sus facultades recortadas.
El paso atrás de Peña, en quien muchos ven el delfín al que Macri prefiere cuando le toque la hora de dejar el poder, tuvo un sabor agridulce para Rodríguez Larreta. Por un lado, significó una derrota para quien el jefe de gobierno ve como un adversario a la hora de pensar la sucesión presidencial. Sin embargo, el joven politólogo fue ratificado por el Presidente al frente de las estrategias electorales, donde se ha mostrado más eficiente que en la gestión diaria.
Asimismo, el “ready to run” de Macri significa atar su destino al de la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal y al del propio Rodríguez Larreta. El Presidente ya les comunicó la decisión de que ambos unifiquen comicios con los nacionales, a fin de que cada voto a los mandatarios locales redunde en un guarismo superior para la boleta presidencial.
Las mismas encuestas precitadas indican que tanto Vidal como el jefe de gobierno porteño tienen en sus distritos una imagen de entre 10 y 15 puntos superior a la del mandatario nacional. El líder partidario decide así también poner coto a las especulaciones sobre que alguno de ellos dos podría sucederlo el año próximo.
Pese a que la ley porteña impide que haya elecciones unificadas, Rodríguez Larreta impulsa la sanción de un código electoral (desde la autonomía porteña, la Ciudad se guía por el código electoral nacional), que le permita definir la fecha de los comicios sin esta prohibición.
El código que se encuentra en discusión, y que el jefe de gobierno pretende que se apruebe antes de fin de año, incluye la boleta única y una polémica normativa para que los partidos políticos puedan recibir financiamiento directamente de las empresas.
Mientras tanto, las tormentas, según el eufemismo meteorológico favorito del Jefe de Estado, continúan. Los funcionarios del Gobierno nacional tiraron definitivamente a la basura el libreto escrito por Jaime Durán Barba, en el que esgrimían que “lo peor ya pasó”, para pasar a admitir que “vienen meses muy duros”.
En ese sentido, tuvieron especial impacto los datos brindados por el INDEC acerca de un aumento de la pobreza y la indigencia y la previsión de que estos darán aún más altos en los próximos meses.
Las restricciones económicas impuestas desde el acuerdo del gobierno nacional con el Fondo Monetario Internacional desvelan particularmente a Rodríguez Larreta. Es que parte del ajuste requerido por el Fondo recae sobre las administraciones provinciales y el Gobierno de la Ciudad.
En ese sentido, la inversión en infraestructura caerá 5 puntos porcentuales según el presupuesto porteño de 2019: del 21% previsto para este año pasará al 16%. Parte de esos fondos se destinarán a pagar subsidios a las tarifas que le fueron traspasados por la Nación. De todos modos, desde la administración de la Ciudad aseguran que las obras en marcha (el Paseo del Bajo y los viaductos en altura de los ferrocarriles San Martín y Mitre) tendrán asegurada su continuidad.
Más allá de todo, Rodríguez Larreta se calzó el jogging, la gorrita y salió a correr y a capitalizar la vidriera que le dan los Juegos Olímpicos de la Juventud, que se realizan en Buenos Aires. Él también se declaró “ready to run” a fin de ser reelecto. Tormentas, obstáculos, piedras en el camino. Nada parece detener a un corredor que sigue con su meta entre ceja y ceja.