Todo comenzó hace 120 años, cuando Don Jerónimo Oliveri y su hermano, recién llegados de Italia, instalaron un negocio de venta de hielo, forrajes, leña y carbón en Melincué y Cuenca, Villa del Parque. Con el correr de los años, en 1934, el nieto de Jerónimo continuó en el rubro en Villa Pueyrredón. En el mismo lugar permanecen sus descendientes, con algunos cambios.
Piedra fundacional en Villa del Parque
La historia partió desde Génova con proa a la Reina del Plata alrededor de 1900.
Jerónimo y su hermano “anclaron” en Villa del Parque con la fuerza y esperanza propias de su juventud, unida al trabajo y constancia. Acompañados por una gran visión se establecieron en el momento justo. Abrieron un “DEPOSITO DE PAPAS Y FORRAJES”. Abasteciendo también con hielo, leña, carbón, etc., a los nuevos vecinos que iban poblando la zona. Pasado el tiempo, Jerónimo se casa con Teresa Gatti y nacen sus cuatro hijos “porteños”.
La nueva familia se mudó a Villa Urquiza
Una nueva oportunidad de mudarse se presentó y la familia de Jerónimo se ubicó en Burela 2186, casi esquina con la avenida Olazábal, Villa Urquiza (actualmente se encuentra allí, un moderno edificio de propiedad horizontal). Uno de sus hijos, conoció a Elda María Ravelli y tuvo lugar un nuevo matrimonio en la familia. Ella no sólo era vecina sino hija del dueño de la panadería “La Marina” (Olazábal 5572), la cual sigue aún en pie.
1934 casamiento y alquiler de un depósito en Villa Pueyrredón
Así, los flamantes esposos Enrique y Elda comienzan su nueva vida. Por aquel entonces, el destino y “el amor” los llevan a alquilar y luego a comprar ese mismo local con vivienda en Nazca 4513, esquina Vallejos. Allí nace un niño llamado igual que su padre y fue quien nos relató ésta feliz historia.
Herencia familiar
Transcurrieron 86 años y la familia, sigue al pie del mostrador en el mismo sitio. El cambio de hábitos en la sociedad trajo consigo otros productos. Así nos contaron que, en los años ‘80 fue un boom la aparición y venta en el mercado argentino de los alimentos para perros marca Dogui, artículo infaltable hasta el día de la fecha (con otros nombres). Actualmente el local y depósito es un “Pet Shop”.
Recuerdos de otros tiempos
Fluyen los recuerdos de diferentes décadas, tan presentes en la memoria de Enrique como si hubieran ocurrido, el mismo día de nuestra visita. Detalla los vendedores que transitaron por la avenida Nazca cuando él era un niño.
El lechero, representaba la firma “La Martona” en un carro tirado por un caballo. El vendedor de fiambres y quesos (trozados), iba a pie con una canasta vendiendo sus productos. Sonríe al recordar los nombres de Don Julio y Don Francisco, almaceneros cercanos y el viejo Mercado Mosconi (cerró a fines de los ´70, hubo un nuevo intento de reapertura, lejos del esplendor del origen).
Gabriela expuso sobre el mostrador el permiso municipal extendido en 1935, en el cual podía leerse: “En carácter de depósito de carbón y leña”, acompañado por un libro rubricado.
– Se firmaba con lápiz, no había biromes – agregó Enrique. De este modo leímos a continuación en su primera hoja, firmas y fecha con “lápiz color violeta”.
Ante nuestro asombro aparecieron en escena también, el primer teléfono de la carbonería. Se trata de un modelo para escritorio cuyo diseño era conocido como “candelabro o vertical”. Puede leerse claramente debajo de su boquilla la marca Peel Conner de origen inglés. Habían sido fabricados entre 1908 y 1923, momento en que la firma es adquirida por otra compañía cambiando por el nombre de “GEC”.
El gran depósito cuenta con nueva estructura. Acompañan el día a día, otras piezas de museo: agujas que permitieron coser las bolsas de arpillera, una balanza de 1913 (según nos aclara Enrique), la cual aún los clientes solicitan, a modo de favor, para pesar a sus perros de gran porte. Ésta aún conserva sus pesas y un gancho. Se suma, el calador de bolsas (herramienta de acero cónica y acanalada, provista de un mango, que al ser introducida en la bolsa de arpillera, extrae de su interior una muestra del producto, como semillas, etc.).
Todo se evocó con admiración y en forma placentera. Antes de despedirnos, nos explican y señalan que el antiguo piso era adoquinado. Al modificarlo, se reemplazó por cerámicas. Como consecuencia de esto, dejaron – muy cercano al ingreso – una muestra del mismo “a la vista” de quien ingrese.
Destacamos una vez más un agradecimiento especial a la señora Margarita Picón de Briozzo, vecina de Villa Pueyrredón, quien nos contactó con la familia Oliveri. Para concluir saludamos a Enrique, hito del barrio, quien cumplirá años el próximo 2 de enero. ¡Salud y gracias!