El Parque Sarmiento, en Saavedra, fue subsede junto a Tecnópolis de la competencia deportiva el mes pasado. El público respondió con creces y colmó la capacidad, sorprendiendo a la organización. Desde el Gobierno de la Ciudad destacan el legado que dejará para los vecinos. Preocupa cómo quedará el predio – la pista de atletismo está muy mal estado – y el alto costo de organizar el evento. Se le pagó a Coca Cola y a la empresa tecnológica Athos casi 100 millones de pesos para que sean sponsors de los juegos.
Por Mateo Lazcano
Durante doce días, la Ciudad de Buenos Aires se colmó de aroma olímpico. Las distintas subsedes albergaron a las 32 disciplinas, con delegaciones de países de todo el mundo. El público respondió de menor a mayor, hasta lograr, en la última semana, cerrar incluso alguno de los predios por la cantidad de asistentes. La repercusión se vio incluso en charlas de oficina o la atención mediática, sorprendente para un evento juvenil y con poca historia.
El Parque Sarmiento, en Saavedra, fue uno de los testigos. Tuvo únicamente tres competiciones, pero su cercanía con la General Paz logró reunir a mucha gente proveniente del Gran Buenos Aires, que soportó hasta seis horas de cola para poder ingresar al predio. El hecho de que fuera gratuito y la atracción de la marca olímpica convocó miles de personas, independientemente de los deportes no tan populares: tiro deportivo, tiro con flecha y beach handball.
“El balance es muy positivo. La organización de los Juegos Olímpicos de la Juventud, en conjunto con el Comité Olímpico Internacional puso a disposición un evento de primer nivel y de manera gratuita para toda la sociedad. Muchos era la primera vez que veían esos deportes y siempre se mostraron curiosos de saber cómo se practicaba, en que países y sus modalidades de competencia”, dice Nicolás Barbieri, asistente de la organización.
El trabajo se realizó en conjunto entre el Gobierno de Rodríguez Larreta y el Comité Olímpico Internacional (COI). “La Ciudad fue quién puso en valor el Parque con veedores del COI que visitaron nuestro país para sumar con recomendaciones. Se trabajó en equipo”, dicen fuentes oficiales. Entre las dos instituciones hubo también implicancias económicas.
Contra toda lógica comercial y de publicidad, se le pagó a Coca Cola 35 millones de pesos y a la empresa tecnológica Athos 61 millones para que sean sponsors del torneo. El COI le pagó a la Ciudad 14 millones de dólares, pero le impuso al Gobierno contratar a las marcas que acompañan al ente olímpico en la competencia.
Durante los días de competencia, se habilitaron dos accesos exclusivos. Uno sobre la avenida Triunvirato, frente al estacionamiento del CEMIC. Allí se arregló la vereda, en mal estado hace años, y se hizo una dársena de ingreso para los micros que traían a las delegaciones.
La otra, sobre la colectora de General Paz, lindera al campo de golf, permitía conectar con la sede de Tecnópolis e ingresar por atrás de las canchas de fútbol.
El Parque no estuvo cerrado al público durante las jornadas olímpicas. Por el contrario, el buen tiempo convocó, como siempre, a familias que fueron a disfrutar de un asado al sol o un rato al aire libre. Pero fue restringida la circulación: no se podía ir más allá de la pista de atletismo o el sector hacia Triunvirato, de manera que los visitantes, que abonaron los veinte pesos de la entrada, se quedaron únicamente en la cercanía de la entrada a Balbín.
“Cuando Buenos Aires ganó la candidatura en 2013, el gobierno de la Ciudad se sumó a la iniciativa del COI, que pretendía involucrar a la cultura como un eje más y en igualdad a las competencias deportivas. Por eso los Juegos Olímpicos de la Juventud tuvieron su programa cultural en los cuatro parques de competencia. En el predio de Saavedra, como las actividades estaban vinculados al espacio verdes del parque, quienes interactuaron pudieron disfrutar de puestos culturales con actividades donde, con espejos y el reflejo solar, podías mover cuatro tranvías que colgaban sobre un carril aéreo. En Tecnópolis, el eje fue la tecnología y la innovación. La devolución de la gente fue muy positiva, incluso de sorpresa, porque creían que solo iban a ver deportes y se encontraban con la posibilidad de conocer nuestro espacio”, dice el asistente de la organización Barbieri, y al mismo tiempo destaca que entre las dos subsedes recibieron 20.000 chicos de distintas escuelas.
En la pista de atletismo se dispuso la competencia de tiro deportivo. Un argentino, Facundo Firmapaz, logró la medalla de bronce en la disciplina. La pista había sido cerrada semanas antes, lo que motivó las quejas de los deportistas amateur y estudiantes de escuelas que allí practican. La duda ahora es cuánto tiempo volverá a estar disponible. El último antecedente similar, la serie de Copa Davis en 2017, deparó en una inhabilitación de cuatro meses hasta que vuelva a estar apta para practicar atletismo.
Un deporte similar, el tiro con arco, se disputó en un galpón ubicado detrás de las piletas olímpicas abandonadas, reacondicionado para el evento. Pero la gran atención la deparó en el Parque el deporte revelación de los Juegos: el beach handball. El mismo se jugó en un estadio de tablones armado al lado de las piletas de natación, en el centro del Parque. Esta disciplina, inédita hasta ahora, captó la popularidad a medida que los equipos argentinos lograban resultados. El último día, hubo una cola de horas para ver las dos medallas: las mujeres lograron el oro y los hombres el bronce, y desataron el festejo.
Prácticamente todos los días, pero especialmente los fines de semana, el predio de Saavedra colmó su capacidad. La conexión con Tecnópolis fue clave, ya que mucha gente pasaba de una a otra subsede dentro del día. En Villa Martelli, hubo futsal a cancha llena casi todos los días, y bádminton y tenis de mesa. Los que no lograban ingresar a los lugares de competencia se quedaban en los alrededores, en los puestos, siguiendo por las pantallas los deportes o al aire libre. Allí, era común cruzarse con los deportistas que no competían en ese momento, identificados por la vestimenta oficial.
La gran incógnita finalizados los Juegos Olímpicos es saber cuánto le costó a la Ciudad de Buenos Aires, en plena crisis. El presupuesto, calculado en 2013, hablaba de 230 millones de dólares. Solamente llevando ese importe al tipo de cambio actual, eleva la cifra a más de ocho mil millones de pesos, un 7% del presupuesto de toda la Ciudad y un valor superior a la obra del Paseo del Bajo, por ejemplo. Pero tanto integrantes del Comité Olímpico como legisladores opositores dicen que en realidad se gastó mucho más, cercano al doble de ese importe.
“El legado es enorme”, sentencian en la organización. “El Parque Sarmiento tiene su espacio verde completamente renovado, con siembra de pasto, plantas, árboles, y alambrado, y un conjunto de instalaciones refaccionadas. Y la Ciudad cuenta con equipamiento para la práctica de todos los deportes que se disputaron”, agregan.
“A medida que pase el tiempo vamos a ir dimensionando lo significante que fue traer por primera vez a la Argentina un Juego Olímpico. Los vecinos del Parque Sarmiento son afortunados de haber tenido cerca el espíritu olímpico”, cierra Barbieri en nombre de la Organización de la competencia.
Será parte del desafío para la gestión de Rodríguez Larreta, y una forma de ver si el evento logró salvar al Parque del estado de abandono que presentaba, con sectores concesionados y otros con notoria dejadez. O si por otro lado, a medida que se alejen los vientos olímpicos, la idea del “deporte como eje de cambio social” del que hablan funcionarios tendrá aun menos oportunidades de practicarse en el predio de Saavedra, donde hasta ahora, el espacio público se va achicando.