Ser mamá sola por inseminación artificial, una decisión de soberanía corporal. El método de fertilización asistida se puso sobre el tapete por el embarazo de Juana Repetto. ¿De qué se trata? ¿Cómo son las familias de mamá e hija/o?
Por Mariana Vaccaro
“Voy a tener un bebé y mi hijo sabrá que es de un donante anónimo”, lanzó Juana Repetto en el programa donde trabaja como panelista. Segundos después, empezó la catarata de preguntas acerca de ser madre sola. Exponiendo su vida personal, Juana logró que se arme un debate en torno a un tema tabú y salgan a flote preguntas como: ¿Cómo se elige al donante? ¿Cuáles son los pasos para el tratamiento? ¿Qué le decís a tu hija/o cuando crezca?
Plantear dudas es el primer paso para entender de qué se trata y qué relaciones de poder se esconden detrás de los prejuicios. “Hoy en día tener un/a hijo/a sola, o procrear sola, es posiblemente una de las mayores desobediencias al patriarcado. Sin embargo, es una forma más de demostrar que la mujer puede y debe adueñarse de su propio cuerpo”, opinó Pilar Regalado, co-directora del banco de semen Reprobank, lugar en donde Repetto se realizó el tratamiento.
En nuestro país, desde 2013, existe una ley de Reproducción Humana Asistida que establece que toda persona tiene derecho a la maternidad/paternidad, sin que sea un requisito – que antes sí se pedía – que la mujer esté casada o demuestre tener problemas de infertilidad, explicó Regalado a El Barrio Villa Pueyrredón.
Las condiciones son: ser mayor de edad, tener salud general y la voluntad de querer ser madre.
El tratamiento
El tratamiento puede variar según las características de cada mujer.
“Existen dos tipos de tratamientos en reproducción asistida, los de baja complejidad y los de alta complejidad.
Un tratamiento de baja complejidad es en el que se lleva a cabo una inseminación artificial intrauterina (IAI), con o sin previa estimulación hormonal. En este caso la mujer será inseminada con una muestra de espermatozoides procesada, a través de un banco de semen, de un donante anónimo, donante conocido o de la pareja masculina, en un consultorio ginecológico. El tratamiento se realiza a lo largo de un ciclo menstrual, el cual comienza con monitoreos ecográficos y control de administración de hormonas, en los casos que se recomiende, hasta el momento de la ovulación controlada, instante en el que se realiza la inseminación (IAI). Posterior a la IAI se esperan 15 días hasta realizarse una prueba en sangre para ver si se logró el embarazo. Los tratamientos de baja complejidad suelen utilizarse en mujeres más jóvenes y sin problemas de fertilidad.
El tratamiento de alta complejidad es el que requiere de la extracción de los óvulos de la mujer en un quirófano por medio de una punción ovárica, para que una vez extraídos sean unidos y fertilizados con la muestra de espermatozoides en el laboratorio. Este tratamiento es conocido como Fertilización In Vitro (FIV). Cuando hay fertilización y se genera uno o más embriones, serán transferidos al útero de la mujer esperando que haya implantación y embarazo. Estos tratamientos son más complejos e invasivos para el cuerpo de la mujer, aunque brindan mayores probabilidades de embarazo”.
El donante
El varón donante puede ser la pareja, una persona conocida o un sujeto anónimo.
¿Cómo es la elección del donante anónimo?
“Para poder ser donante de semen un hombre tiene que pasar por varias pruebas y análisis para mostrar salud óptima y calidad espermática, además de ajuste psicológico y motivaciones altruistas para donar. Pasará por un circuito de evaluación en el que se le hacen estudios en sangre, orina, semen y genética, y evaluaciones por un médico andrólogo, psicólogo clínico y biólogos. Todo para descartar la presencia de enfermedades infectológicas, bacteriológicas, médicas y de salud mental. Una vez aprobado todo, asistirá a un programa de donación durante el cual tiene cuidados de alimentación, estilo de vida y médicos”, explicó Regalado.
Ser mamá a través de inseminación artificial
“Estoy orgullosa de mi decisión, mi hija es feliz y no necesito nada más para saber que tomé la decisión correcta”, planteó Romina Bertoldi, una mamá por elección. Desde los 24 años pensó seriamente en la maternidad, los años pasaron y el hombre correcto no llegó, pero su deseo de ser madre permaneció.
A los 30 años se realizó un tratamiento de inseminación artificial que tuvo que pagar de su bolsillo porque aún no estaba la ley que en la actualidad permite acceder de forma gratuita.
Romina hoy es mamá de una nena de tres años y una de las mujeres que intenta barrer con los estigmas de ser madre de forma autónoma.
Consultada sobre cómo lleva el tema con la nena, Romina contó: “Para nosotras es un tema que lo tomamos natural, somos un tipo más de familia. Mi hija preguntó una sola vez por el papá cuando estaba por cumplir 2 años, le dije que no tenía, que nuestra familia éramos ella y yo, abuelos, tíos y primos”.
“Ella es feliz, no le falta nada, sobra amor en nuestra familia. Yo hablo del tema con la mayor naturalidad posible”, agregó.