Matías Chenzo, el historietista de Villa Pueyrredón

Matías Chenzo
Matías Chenzo, nacido y criado en el barrio, con más de una década y media de actividad, publicó y autoeditó libros, revistas y obras en formato digital. Es coordinador y profesor de historieta en la Escuela Da Vinci. Fuera del aula, la pasión por la historieta sigue latente.

Por Juan Manuel Castro
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De la “poesía” de Villa Pueyrredón y sus calles a la fantasía de autores como Neil Gaiman (Sandman) o Akira Toriyama (Dragon Ball), de los “creadores de climas” como Charly y Spinetta a los dramas psicológicos. Con estos ingredientes historietista, y vecino del barrio, Matías “Chenzo” De Vincenzo crea sus viñetas, compiladas a lo largo de una década y media en fanzines, libros y publicaciones seriadas online.

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En el presente, “Chenzo” trabaja como coordinador y profesor de historieta en Escuela Da Vinci del barrio de Balvanera, la Primera Escuela de Arte Multimedial donde se forman, con certificaciones intermedias y licenciaturas, dibujantes, desarrolladores de videojuegos, animadores y demás artistas. Fuera del aula, la pasión por la historieta sigue latente, con una gran cantidad de proyectos entre manos.

Chenzo integra una camada de historietistas argentinos que han dado sus primeros pasos en la autoedición de revistas y libros, de forma autodidacta o través de pequeños sellos gestionados en muchos casos por los mismos autores. La participación en eventos y convenciones del género nutre este circuito independiente, un semillero y a la vez un espacio de referencia sobre el arte local.

Matías Chenzo
“El fanzine (revista autoeditada) es una etapa que no se termina nunca”, explica “Chenzo” y señala que “creativamente te da libertades y eso es impagable”.

Su primera experiencia en una feria se dio en la exposición Animate 2007 en el Predio El Dorrego. “Tenía dos publicaciones, una era Exdúcere – primer número de una historia sobre crímenes y fenómenos sobrenaturales – y otra era una compilación de historias cortas”, recuerda.

Lo que siguió fue un camino lleno de experiencias, amigos que derivaron en colegas y socios, ideas que quedaron arrumbadas juntando polvo y tantas otras que salieron de imprenta con olor a tinta fresca, entre ellas la compilación posterior de Exdúcere.

Muchos kilómetros recorridos entre ferias y horas de charla y contacto directo con el público, para seguir adelante y que cada página en blanco sea un desafío y no un plan imposible. De todos modos, hay que ir más atrás en la historia de “Chenzo” para rastrear sus comienzos con el dibujo.

Todo empieza en Villa Pueyrredón. “Mi acercamiento tiene que ver con una instancia que nos atraviesa a todos, que es la primera infancia. Todos dibujamos antes de aprender a hablar. En mi caso el tema es que nunca dejé de hacerlo. La pregunta no es cuándo inicié. Es al revés, no cuando uno empieza a dibujar, sino cuándo otros dejaron de hacerlo”, reflexiona.

En cuanto a la historieta, menciona otro momento clave: “Al principio, cuando era muy chico mis viejos me compraban alguna que otra revista de Superman o Batman, pero no me atraían mucho. La primera vez que leí una historieta que realmente me fascinó y que me pareció realmente interesante para apropiarla como lenguaje fue a los 13 años con un manga (historieta japonesa) de Samurái X que publicaba Ivrea. A partir de esa lectura fue que empecé a interesarme realmente en la historieta como lenguaje”.

Y agrega: “si bien había hecho cosas antes como chico, que eran más como un juego, no me lo tomaba muy en serio”, señala como un momento de cambios en su vida, que forjaron su presente. Por esa época ingresó a la Escuela de Bellas Artes Rogelio Yrurtia. “Hice un año de preparación, un curso introductorio, y el secundario de Bellas Artes, el profesorado y el profesorado superior”, repasa.

También realizó la carrera de Cine de Animación en el Instituto de Arte Cinematográfico de Avellaneda y estudió historieta con Mariano Navarro y El Bruno e ilustración con Luis Scafati.

En todo este proceso nunca dejó de dibujar, de crear, de editar sus propios trabajos. Más allá del gran impacto de Samurái X escrito e ilustrado por Nobuhiro Watsuki, hay otras tantas inspiraciones clave en la historia de “Chenzo”.

“Fuera de lo que es historieta, Charly García o Luis Alberto Spinetta son los artistas que más me influyen en el día a día… Su música es una influencia para ponerme a dibujar, son creadores de climas, de situaciones, de alguna frase que dispara otras ideas”, asegura.

En sus redes sociales hay varios dibujos de los artistas. En uno de ellos, con El Flaco en primer plano, cita la última poesía que escribió Spinetta en vida: “Ahora comprendo que el infinito no ha cambiado: está presente cuando miramos al cielo los que lo amamos”.
Matías también resalta el legado de los cineastas Stanley Kubrick (El resplandor, La naranja mecánica, 2001: Odisea del espacio) y David Lynch (Twin Peaks, Mulholland Drive, Terciopelo azul).

En lo estrictamente ligado al noveno arte, habla del trabajo del guionista y escritor británico Neil Gaiman, autor de Sandman, una historia de fantasía que combina elementos terrenales con mitología, literatura universal y ciencia ficción. También destaca el trabajo del ilustrador Dave McKean, célebre portadista de estas historias.

Se suma también la referencia de Akira Toriyama, el creador de Dragon Ball y todo el universo vinculado a Gokú, uno de los personajes más reconocidos del manga y el animé, la historieta y animación japonesa. “Si bien hoy no los tengo tan presentes, dejaron huella en mí y los sigo recordando con cariño. Suelo revisitarlos de tanto en tanto”, afirma el autor de Villa Pueyrredón.

En cuanto a la historia de Chenzo como autor, en esta década y media de trabajo ha publicado distintos trabajos en formato físico y digital, entre los que se destacan “Cómo armar tu primer CV” (2012) y “La sombra de Franco Salvatierra” (2013), ambas por Ediciones Noviembre, un sello ligado al dibujante Brian Janchez. Luego, en 2016, a casi una década de su salida original, compiló Exdúcere con el sello Imaginante. Por esa época también sacó Dominoes (Atmósfera).

“El paso por el fanzine fue una etapa que no se termina nunca, si bien hago menos fanzines, no me imagino no haciéndolos, es un espacio creativo sin límites. No está anclado a lo estándar del mercado o las imprentas. Uno como autor tiene libertad, si bien está limitado con la difusión, la tirada o el impacto; creativamente te da libertades y eso es impagable”, señala.

En cuanto a sus trabajos actuales, menciona que recientemente lanzó un fanzine llamado Discopán, editado por el sello Arañas de Marte, a cargo de su colega Alan Dimaro.

Asimismo, “Chenzo” ultima detalles para presentar en pocos meses un libro autoeditado cuyo nombre todavía no está definido: “Puede que sea El trompetista, pero lo sigo evaluando. Es un nuevo poroto en mi camino como autoeditor”.

Espera tenerlo listo para la nueva edición de Crack Bang Boom, un evento internacional de historieta que se realiza a mitad de año en Rosario. Es una de las fechas clave en el calendario de la historieta local.

Hace unas emanas terminó “Efecto Malena”, con dibujos suyos y guiones de Rodrigo Canessa. Este nuevo trabajo se suma a los dos tomos recopilatorios anteriores, también a cargo de Deriva Ediciones: “Una joven que nació un 29 de febrero, y solo en los años bisiestos permanece físicamente y es recordada en nuestro mundo. Sus constantes desapariciones complican la investigación de un crimen que, a simple vista, no tiene lógica”.

Con Canessa, referente de Deriva, trabajaron también en 2019 la obra Decimobé, uno de los fanzines que conforman Entrepisos, una compilación de revistas editadas dentro de una “caja” con forma de puerta de madera que salió por Faro Negro.

En el presente, “Chenzo” también trabajó para Antítesis, una serie que se publica en Hora 4, la revista digital de Zinerama, una web dedicada a los fanzines de historieta en Argentina.

Para finalizar, el autor cita su vínculo con el barrio, también fuente de inspiración a la altura de las melodías de Charly o los mundos divinos de Gaiman: “Villa Pueyrredón es una poesía, es un barrio que me encanta. Estuve hasta los 27 años viviendo acá y luego pasé por otros barrios. Volví después, como Pueyrredón no hay otro lugar”.

“Si bien aparecen más edificios y torres, sigue siendo barrio, con casas bajas. La plaza de la estación sigue siendo un lugar importante, es el que más recuerdo. Ese es el mismo tren que me tomaba para estudiar historieta cuando era adolescente. El ombú es un monumento en sí mismo. Los juegos cambian, hay una modernización en el espacio, pero la plaza sigue teniendo una cosa linda que me hace acordar a mi infancia. Es el espacio que me gusta, aunque todas sus calles tienen alguna historia”, concluye el historietista del barrio.

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