Esta columna viene con cierto retraso habida cuenta la cantidad de tiempo al pedo que he tenido durante los últimos cuarenta y pico de días. Tiempo que he utilizado para practicar una actividad que se ha puesto de moda en los últimos años: procrastinar. Es decir, dejar para mañana lo que se puede, o se debe, hacer hoy.
Por Aldo Barberis Rusca
En estos cuarenta días de aburrimiento, angustia, desasosiego, incertidumbre, paranoia, insomnio, etc. he encontrado infinidad de momentos para escribir, pero también para componer canciones, redondear el argumento de una película y el de una novela para TV y comenzar el trabajo de edición de una serie de notas para un futuro libro; además de comenzar de una vez con alguna de las dos o tres novelas que tengo en la cabeza.
He encontrado infinidad de momentos, digo; pero no he hecho absolutamente nada de eso. Antes bien me he dedicado a tirarme panza arriba como una morsa con gastritis a compadecerme de la mierda de vida que me ha tocado en suerte.
Hace cuarenta y pico de días que me encuentro sumido en las brumas de la depresión, acosado por sombras tenebrosas, padeciendo dentro de mi cabeza los azotes de un viento de borrasca que amenaza con destruir lo poco que queda de mi cordura. Veinticuatro horas al día, porque no duermo.
Y en medio de tanta oscuridad me llega una imagen: una pata con sus patitos cruzando tranquilamente una calle de una ciudad vacía. Y mis ojos se anegan de lágrimas de emoción. Pero hay más!
Un grupo de jabalíes corretean las calles de Haifa, un carpincho recorre Necochea, un cervatillo merodea un pueblo, los peces han vuelto a Venecia y al Riachuelo, los delfines del Mediterráneo vuelven a confiar en los hombres, un pueblo de Nepal vuelve a ver las montañas por primera vez en casi cien años.
Le hemos dado un respiro a la naturaleza y ella responde mucho más rápido de lo que esperábamos. De pronto una luz de esperanza se abre paso desde el centro de mi pecho y me inunda de ilusión. Todo esto pasará y volveremos a tener el mundo de mierda que tanto amamos.