El Centro Educativo Isauro Arancibia – incorporado al Área de Educación del Adulto y del Adolescente del Gobierno de la Ciudad – es una institución creada con el objetivo específico de proveer educación para los chicos de la calle. La comunidad educativa resistió y logró frenar el año pasado la demolición de la sede de la institución, ubicada en la avenida Paseo Colón y Cochabamba, a causa del proyecto de prolongación del Metrobús.
Por Ana Colombo Blanco
Al subir la escalera para ingresar al Centro Educativo Isauro Arancibia doy con los primeros indicios del pequeño mundo creado en el edificio de la avenida Paseo Colón: paredes con murales repletos de color, pasillos llenos de vida y maestras que abrazan a un grupo de niños.
Mientras tanto, un grupo de jóvenes alumnos clasifican el material de una donación de ropa junto a docentes. Lamentablemente, se trata de ropa mojada y en mal estado por lo que se encuentran escogiendo las prendas que pueden utilizarse de las que son para desechar.
Más adelante, podré ver que la mayoría de las donaciones han resultado útiles a la institución, desde libros, juguetes hasta productos de higiene personal para los alumnos.
El Isauro Arancibia es una institución educativa – incorporado al Área de Educación del Adulto y del Adolescente del Gobierno de la Ciudad – que se diferencia de las escuelas públicas tradicionales: fue creada con el objetivo específico de proveer educación para los chicos de la calle.
Diecisiete años atrás, trabajadoras de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina) pidieron la creación de una escuela, que comenzó a funcionar en el edificio de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA).
Lila Wolman, docente del instituto, nos cuenta que sus primeras alumnas traían también a los chicos que conocían de las calles de Constitución y Retiro. Meses más tarde, con el trabajo en conjunto con organizaciones sociales, las recomendaciones entre los chicos y la incorporación del programa Puentes Educativos del Gobierno de la ciudad, hicieron que la matrícula de alumnos creciera enormemente.
Pasaron por diversas instituciones alojantes: de la CTA al Movimiento de Ocupantes e Inquilinos, a la cooperativa El Molino y luego a un edificio de la UOCRA hasta lograr en 2011 la cesión de su actual ubicación: Paseo Colón 1318.
En sus comienzos, la escuela funcionaba en dos turnos: mañana y tarde, hasta que el cuerpo educativo percibió que sus alumnos terminaban las clases correspondientes a su turno y no se retiraban del establecimiento.
De acuerdo con Lila: “los chicos se quedaban todo el tiempo, no podíamos echarlos, entonces a partir de ver esta necesidad y de que los chicos nos dijeran que querían tener música o plástica empezamos a incorporar maestros de otros programas”.
El esfuerzo que realizan los alumnos del instituto es algo que se destaca en las palabras de nuestra entrevistada: “estos nenes han sido expulsados muchas veces, tienen muchas marcas de exclusión, se levantan de la vereda y vienen a la escuela… están haciendo un esfuerzo importante por salir adelante, por darle a su vida un sentido”.
Entre las múltiples tareas que un docente realiza normalmente, en el caso del Isauro, sus docentes se encuentran muy presentes en la contención de los alumnos y en su formación integral como personas.
“La escuela los empieza a ordenar, su tiempo sino es muy discontinuo. Vienen dos días de repente no aparecen por cinco meses y te dicen: ‘pero ¡si yo vine la semana pasada!’. Por eso nosotros guardamos los cuadernos, las fotos y todo lo que nos den los chicos”.
Las problemáticas por las que atraviesan los alumnos del instituto son complejas, como resalta en varias oportunidades Lila: “la situación de calle no es nada más que una cuestión de techo, está el factor subjetivo que es muy importante”.
Nos cuenta que muchos de los chicos transitan por distintos lugares, que tienen momentos en los que ingresan a hoteles o paradores pero que muchas veces vuelven a la calle. A su vez, el consumo de alcohol y estupefacientes está muy presente, por lo que los integrantes del Isauro decidieron esperar a los chicos todos los días y pedirles, en caso de estar bajo consumo de sustancias, que no ingresen, que al día siguiente los esperan.
“Nuestro trabajo es demostrarles que la escuela no es la calle. A la escuela no se puede venir consumidos, en la escuela no se puede robar. Acá dentro hay reglas, este es otro espacio y en eso siempre estamos sosteniéndoles el límite.”, nos explica Lila.
Ante las transgresiones de las normas, trabajan cada caso individual con el conjunto de los trabajadores. El Isauro cuenta con una psicóloga, una trabajadora social, pareja pedagógica para todos los docentes y talleres artísticos y de oficios.
Las características de la institución la diferencian de la mayoría de los establecimientos educativos: por la población de alumnos con la que trabajan y por la forma asamblearia de trabajar de su equipo de formadores.
Los días viernes hay reuniones en las que participan todos los miembros de la institución, allí toman las decisiones referentes a su lucha por el reconocimiento institucional, por las tareas de refacción edilicia y debaten sobre las problemáticas cotidianas de la escuela.
Producto de dichas reuniones, se elaboró un proyecto de ley para poder incluir la figura de centro educativo de jornada extendida. La institución tiene actualmente tres niveles: el inicial que es de alfabetización, segundo ciclo (que se equipara a 4to y 5to grado) y el tercer ciclo. Cada ciclo no tiene una duración particular en años sino que respetan los ritmos de cada alumno, hay quienes ya cuentan con alguna formación previa y pasan de ciclo en un año y hay otros alumnos a los que llevará más tiempo.
A su vez, el centro cuenta con dos salas de jardín maternal para atender a los hijos/as de los alumnos/as, además de estar abierto a la comunidad. También tiene un grado de nivelación para los más chicos y talleres de formación profesional.
La introducción del jardín y de los talleres se dio a través de los mismos docentes que observaban que con las clases no alcanzaba, que había mucho más por hacer.
Resulta interesante la anécdota que relata Lila que motivó la creación de otro proyecto en el establecimiento: “nos dimos cuenta que los chicos que terminaban la primaria volvían y decían que se habían olvidado todo, querían volver. Este año armamos un proyecto que se llama ‘Proyecto de vida’ y hay maestros que se ocupan de recibir a los egresados, de pensar con ellos en los próximos pasos”.
Varios de los alumnos que terminaron su educación en el Isauro comienzan el secundario en bachilleratos populares de la zona.
Dentro de los desafíos de su tarea, Lila nos cuenta que “muchas veces sentimos que la mirada que nosotros tenemos de los chicos no es compartida a nivel general”.
Frente a situaciones que parecía que los excedían fueron encontrando ayuda en distintas organizaciones, actualmente cuentan con un equipo de médicos del Hospital Argerich que atiende a los chicos y con la colaboración de una abogada miembro del Centro de Acceso a la Justicia.
La toma de decisiones en conjunto y la lucha constante han permitido al Centro Educativo Isauro Arancibia expandirse, incorporar nuevas propuestas educativas y garantizar una mayor inclusión de alumnos.
Uno de sus últimos logros ha sido frenar los planes de ensanchamiento de la Avenida Paseo Colón, que contemplaban la prolongación del Metrobús, derribando no sólo el Centro Educativo Isauro Arancibia sino también el ex centro de detención clandestina Club Atlético, la Asamblea del Pueblo, el CAINA (un centro de día a metros del Isauro), entre otros edificios.
Lila nos despide con un abrazo, la biblioteca donde tuvo lugar la entrevista da lugar a una charla para estudiantes de profesorados interesados en las tareas que se llevan a cabo en el Isauro, transmitiendo así la idea de que otro tipo de educación es posible.