El sábado 28 de noviembre tuvo lugar la presentación del libro “del atardecer al alba, poemas al claroscuro” del editor de nuestro periódico con ilustraciones de su hija Rei-Elk. En un marco de mucha calidez, acompañados por amigos,
familiares y músicos, el teatro del Centro Cultural El Alambique se vio colmado.
Ana Colombo Blanco
La tarde del sábado se presentó soleada, invitaba a salir de nuestros hogares, una buena antesala para la jornada cultural que se avecinaba. Dentro del Centro Cultural El Alambique, ubicado en Griveo 2350, el encuentro con conocidos, compañeros de trabajo y amigos era inevitable: el círculo que rodea a Ignacio es grande y lo tiene en alta estima.
La exposición artística se dio por partida doble: Ignacio presentaba “del atardecer al alba” y su hija, Rei-Elk (Laura Di Toma Gómez) exhibía la muestra “Retratos”, dibujos a lápiz con los rostros de músicos como la Negra Sosa, Charly García y Fito Páez que se intercalaban con las de seres queridos. Rei-Elk también estuvo a cargo de las ilustraciones del libro de su padre.
Al comenzar la presentación Ignacio dio su agradecimiento a Marcela Laksman y Susana Romero, propietarias del Centro Cultural El Alambique, y comentó: “en Villa Pueyrredón hacía falta un centro cultural así” e invitó al escenario al dúo Rusca-Mustillo que brindó un lindísimo espectáculo.
La voz bella y vibrante de Aldo Rusca, acompañada en guitarra por Nicolás Mustillo convidó al público presente con tangos y vals: Por la vuelta; El último café; Absurdo; Por eso vengo a Cantar; Abandono… con mucha complicidad Aldo y Nicolás hicieron chistes respecto a su repertorio y la elección conciente de mezclar los temas.
Luego subieron al escenario Natalia Saavedra, Rei Elk, Oscar “Bocha” Miracca e Ignacio Di Toma Mues. El escritor decidió romper el hielo y se dirigió con humor a su madre que estaba presente en la primera fila: “viste que al final, 57 años, tardé pero algo hice”.
Seguidamente presentó a Natalia, quien además de trabajar como periodista en El Barrio Villa Pueyrredón, ofició de correctora de los poemas y es la autora del prólogo. Ella relató cómo fue que a través de su trabajo en el periódico y los encuentros cotidianos en los cafés del barrio, un día pasó algo diferente: Ignacio trajo sus textos de poesía. Los compartió con Natalia, quien se comprometió a leerlos y hacerle comentarios. La obra fue tomando forma y, como explicó ella: “tuve el honor de hacer el prólogo de un libro que pinta cómo es Ignacio y su búsqueda, es conocerlo de otra manera”.
Las palabras del Bocha Miracca, escultor y amigo histórico de Ignacio en tiempos del bar Dublín en el barrio, hicieron mención al rol de las palabras en la poesía. Se manifestó contrario a la preponderancia que Fontanarrosa le otorgó a las malas palabras en su discurso en la Cumbre de Lengua Española, realizada en Rosario en el año 2004. Para el Bocha, el idioma “es como una música que debe tener armonía.
La poesía de Ignacio tiene armonía independiente del contenido de cada palabra. Me fascina eso de su poesía’’. Miracca se mostró orgulloso de su amigo y muy conmovido por estar presente en la presentación de su libro.
Ignacio al presentar a Rei-Elk, la ilustradora de su libro, dijo que cree que la obra puede también definirse como “ilustraciones con poesía”, ya que el dibujo le da mucha fuerza y el resultado no sería el mismo si fuese sólo de poesía.
Rei le agradeció la oportunidad de ilustrar los poemas y explicó que se ha dedicado siempre a los retratos, y no dibujos alegóricas. En la dinámica de trabajo reveló que Ignacio le mandaba un poema, ella dibujaba y luego venían las correcciones: tanto las nuevas versiones de los poemas de su padre como los bocetos de los dibujos. Un verdadero trabajo de ida y vuelta.
La artista mencionó también que “la mayoría de los dibujos tienen sombras y no rostros para que uno pueda verse representados en él”. Su idea fue darle vida a los poemas y representarlos en forma fiel, trabajo que se ve reflejado en forma excelente.
Finalmente Ignacio reflexionó sobre los presentes en la sala y se emocionó al recordar a su padre, fallecido recientemente. La emoción del momento fue acompañada por aplausos y un gran cariño de los que lo acompañaban en el escenario.
Relató sus primeras incursiones en la escritura, a partir de la frase de una docente del secundario que dijo “cualquier tonto puede escribir”, provocando una carcajada general. “Y ahí empecé a esbozar cosas y a guardar y a escribir y escribir. Entre mudanza y mudanza algunos textos se perdieron, otros los iba guardando en carpetas, hasta que un día, hace dos o tres años, me otorgaron un premio en plata por la calidad editorial del periódico y el portal digital, y dije ‘esto va a estar destinado a la impresión del libro’”.
Entre otras definiciones dijo: “La poesía primero nace de una inspiración, que no se sabe de dónde viene, es casi divina, después esa inspiración tiene que bajar al alma y en el alma también hay una elaboración y por último tiene que bajar al llano más llano que es lo terrestre, a la escasez de la palabra… es muy difícil, yo tengo la inspiración, yo sé lo que me pasa, mi alma interpreta esto, pero lo difícil es encontrar la palabra que lo interprete”
Sobre una de las poesías (Instantes), indicó que el accidente de Once lo conmovió y comenzó a tener sueños donde se le aparecía una persona que gritaba hay instantes que se tragan todo. Contó que se despertaba, una y otra vez, y escribía todo lo que le venía a su mente: “ya no sé si la escribí yo”
“Este libro aborda todos mis sentimientos respecto a la soledad. El ser humano es un hombre solo en una multitud, todos somos soledades… somos la soledad, la muerte, el paso del tiempo, la tristeza…” aseguró. Sus poemas, como había explicado Natalia, tienen referencias a la búsqueda personal y a la pregunta por el ser.
Para la lectura de sus poemas, invitó a Natalia, a Ely Miracca y a Alejandra Sticco, su compañera. Luego leyó algunos él y, al terminar su presentación, brindó agradecimientos generales y en un clima de algarabía, desde el público gritan “Ignacio, vos no te querés ir del escenario”.
Al autor se lo notaba feliz y emocionado, y realizando un guiño a los asistentes se quitó su sombrero para probar que es verdaderamente una costumbre personal y no un tema de calvicie, lo que generó risas y aplausos en el público.
Cerró su presentación con un sorteo de libros, ordenado de forma muy ingeniosa. Al ingresar a la sala, cada espectador recibía un papel con un pedacito de una poesía y si ésta era leída por Ignacio, la coincidencia era festejada con un libro de regalo.
La jornada finalizó con el pedido de fotos del público, quien tomaba al escritor de la mano pidiéndole una dedicación para el libro y una foto para registrar tan importante momento.