Se trata de un voluntariado de desarrollo comunitario de la Facultad de Agronomía de la UBA para las cárceles. Docentes y estudiantes capacitan a personas privadas de su libertad en la producción de plantas ornamentales, jardinería, huerta y soberanía alimentaria. Lo que producen lo comercializan en la Feria del Productor al Consumidor de Agronomía.
Por Agustina Cavalanti
Jardinería para la reinserción laboral de las personas privadas de su libertad. Talleres de huerta para producir alimentos, para vincularse, socializar y cuidar la vida a través del cuidado de las plantas. Reverdecer es un voluntariado de desarrollo comunitario, llevado adelante por docentes y estudiantes de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) desde el año 2012.
Su principal objetivo, capacitar a lxs detenidxs para la práctica de mantenimiento de espacios verdes y el cultivo y manejo de plantas ornamentales, con la idea de que les sea útil como futura salida laboral cuando estén afuera del penal.
“Reverdecer es un proyecto de extensión de la FAUBA que hace educación no formal en cárceles: un taller que incluye producción de plantas ornamentales, jardinería, huerta y soberanía alimentaria, pensando en la producción de alimentos con autonomía, sin productos químicos y con justicia social. Se inició desde la carrera de Jardinería, fue creciendo ininterrumpidamente y anclándose fuertemente a la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria”, cuenta María Marta Bunge, docente de FAUBA y coordinadora del proyecto.
Durante cinco años – desde el 2012 al 2017 – trabajaron dentro del Complejo Penitenciario de San Martín, en las Unidades 46, 47 y 48, hasta que lxs echaron del penal. En el 2018 comenzaron a dictar los talleres en un Centro de Contención en Moreno, donde se alojan jóvenes que cometieron delitos siendo menores de edad. No hay servicio penitenciario y se trabaja con educación popular. También se vincularon con la Unidad 39 de Ituzaingó, pero tuvieron que discontinuar por el aislamiento social, preventivo y obligatorio por Covid-19.
“El taller de Reverdecer dura un año y es cooperativo porque todxs trabajamos, pero si un responsable de regar no riega, el trabajo de todxs se cae. Un proceso que incide en cómo mirar la vida, cómo cada unx llegó al punto de delinquir y qué cuestiones de la vida se combinan ahí”, explica Marta Bunge.
Además de la jardinería, realizan talleres de prácticas restaurativas para revertir la mirada punitiva. “Con un equipo interdisciplinario, intentamos poner en palabras el delito y las historias de vida de cada unx para poder resignificar la propia historia y tener herramientas distintas al momento de salir”.
El proyecto de extensión también se conformó como Cooperativa de Trabajo y se integró a la Red de Cooperativas de Liberadxs, que promueve la autonomía laboral y la defensa de los derechos de los trabajadores presos y liberados.
“Cuando nos echaron de la cárcel decidimos poner nuestras energías en conformar una Cooperativa que pudiera generar trabajo para los detenidos cuando salían y a la vez, mantener la cuestión vincular. Eso significó un enorme crecimiento para el proyecto entonces decidimos dividirlo: hay algunxs integrantes que quedaron en la Cooperativa y otrxs en el proyecto educativo”.
Uno de los aspectos más interesantes de Reverdecer es que la comercialización de las plantas que producen en las cárceles a través de la Feria del Productor al Consumidor de Agronomía, y lo recaudado se deposita a lxs trabajadorxs en su cuenta judicial.
“Permitió que lxs detenidxs pudiesen tener para, por ejemplo, pagar el viaje de las familias que los iban a visitar o comprar algún par de zapatillas para sus niñxs. Vender en la feria dio mucho empuje, fue una tracción muy fuerte hacia la producción adentro del penal. Cuando la feria es presencial, desde el Centro de Contención de Moreno son lxs chicxs que están detenidos lxs que atienden el puesto, con un permiso especial para asistir a trabajar al predio. Las producciones y el dinero que se recauda son de ellxs”, afirma Marta Bunge.
Pero la cuarentena obligatoria afectó de manera muy rotunda tanto a los talleres como a la comercialización de las plantas. Al respecto, Marta Bunge comenta: “Nosotros tenemos nuestro trabajo basado en la pedagogía de la presencia y significa mucho poder mirarse, abrazarse, leer, intercambiar algunas cuestiones de códigos que son distintos entre unxs y otrxs. En la Unidad 39 quedó discontinuo hasta que podamos volver, pero en el Centro de Contención el equipo técnico y lxs asistentes trabajadorxs ponen a disposición sus teléfonos y computadoras para que lxs talleristas podamos continuar con las clases de forma virtual”.
También el cierre de la Feria de Agronomía perjudicó severamente el trabajo que venían realizando las personas en contexto de encierro: lxs productores no podrán participar del catálogo online que está organizando la Comisión de la Feria.
“Si bien estamos haciendo una huerta para que lxs pibxs produzcan alimentos y hacer bolsones para donarlos al barrio, no tenemos forma de hacer un catálogo de venta por internet, ni de acceder a lo que están produciendo, ni de llevarles los insumos para que produzcan”, aseguró la docente.
Y finalizó: “Las cárceles son muy destructivas, no aportan absolutamente nada para que la persona que entra pueda salir en mejores condiciones. Los proyectos de educación en cárceles proponen y promueven una educación que sea transversal, que sea transdiciplinaria. Las formas de vivir pensándose en comunidad y cuidando la vida de todxs”.