Estimados lectores, cuando esta nota llegue a sus retinas estaremos transitando los primeros días del año 2022. Este dato, aparentemente trivial, nos puede servir para reflexionar acerca de varios temas; desde cómo medimos hasta el pretendido pensamiento políticamente correcto.
Por Aldo Barberis Rusca
Medir es una de las actividades fundamentales del ser humano. Todas nuestras actividades habituales requieren, en mayor o menor grado, de realizar mediciones; de tiempo, distancia, volumen, peso y muchísimas magnitudes más.
Pero para medir necesitamos de algunas precisiones: en primer lugar, una unidad de medida y luego un punto de origen. La unidad de medida nos permite comparar distintos objetos respecto de un valor fijo conocido. Así, cuando pesamos comparamos respecto del gramo o de alguno de sus múltiplos o submúltiplos.
El gramo a su vez lo referenciamos como la milésima parte del peso de un litro de agua; y el litro lo definimos como la capacidad de un cubo de 10 cm de lado, el centímetro corresponde a la centésima parte de un metro que a su vez es la diezmillonésima parte de la distancia que separa el polo norte del ecuador terrestre. Recuerde esto la próxima vez que compre cien de salchichón primavera.
Obviamente estas definiciones hoy se encuentran perimidas y reemplazadas por parámetros más estables. Por ejemplo, el metro hoy se define como “la longitud del trayecto recorrido por la luz en el vacío durante un intervalo de tiempo de 1⁄299.792.458 segundos”.
El segundo, a su vez, es la medida fundamental del tiempo y se definía como “la fracción 1⁄31.556.925.9747 de la duración que tuvo el año solar medio entre los años 1750 y 1890”, pero desde el año 1967 es “la duración de 9.192-631.770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo de cesio (133Cs), a una temperatura de 0 K”
El tiempo fue sin lugar a dudas una de las magnitudes a la que los hombres dieron mayor importancia medir, sobre todo desde el desarrollo de la agricultura y de la importancia que tiene saber en qué momento sembrar y cosechar. La vida y la muerte dependían de conocer y poder medir el tiempo.
Con el correr de las distintas civilizaciones se establecieron distintas unidades de tiempo; el año y el día referenciados por los ciclos solares, los meses con los ciclos lunares, las estaciones y así nacieron los calendarios. Y en un momento apareció la necesidad de ubicarse no solamente en el momento sino en el devenir del tiempo, en la historia; de establecer un punto de origen a partir del cual poder ubicarnos.
En principio se optó por tomar como origen la asunción del rey o el emperador, o el comienzo de una dinastía, lo cual requería comenzar a contar desde cero a cada rato. Finalmente, cada cultura estableció un año de origen de acuerdo a sus propias tradiciones.
Los judíos fijaron su año cero hace 5782 años a partir de un cálculo bíblico del momento del génesis. Para los musulmanes la cuenta arranca cuando Mahoma debe dejar La Meca hacia Medina (Héjira) hace 1442 años. Para los cristianos la cuenta comienza con el nacimiento de Jesús hace 2022 años y con los años esa cuenta se impuso globalmente como el “tiempo común”.
Así anduvieron las cosas con todo el mundo sabiendo que la segunda guerra mundial había terminado en el año 1945 d.C. (después de Cristo) y que Alejandro Magno murió en el 323 a.C. (antes de Cristo). Todos sabíamos de qué hablábamos y todos nos entendíamos.
Pero claro, llegamos a estas épocas en que todo el mundo tiene un buen motivo para ofenderse y todo el mundo se cuida de no ofender a nadie como de cagarse en la cama y a algún iluminado se le ocurrió que la referencia a Cristo en las fechas constituía un claro caso de lenguaje hegemónico.
La solución fue simple; en lugar de a.C. y d.C. se cambiaría por e.c. y a.e.c (era común y antes de la era común). Seguramente fue algún genio que no se detuvo a pensar que la “era común” era solamente “común” para los cristianos y no para el resto de las culturas del mundo.
Durante un tiempo el tema se zanjó eliminando el a.C. y d.C por las fechas en negativo para las anteriores a Cristo. Lo curioso de todo esto es que era una discusión en la que solamente discutía una parte que planteaba el problema y ponía las soluciones y que esa parte no era precisamente la “ofendida”, sino todo lo contrario.
Lo que esta gente no entiende es que todo origen, todo punto “cero” es arbitrario y convencional, y que no hace en absoluto al resultado final. A veces conviene que el origen de las medidas esté en un lado u otro y las razones suelen ser de orden meramente práctico.
Ni siquiera las posiciones hegemónicas o de poder logran imponer siempre sus criterios de medida. Ni el Imperio Británico ni EEUU han logrado imponer mundialmente el sistema de medidas inglés y en sus materiales internacionales deben guiarse por el Sistema Métrico Decimal.
La última solución al problema del “año cero” tal vez sea la más absurda: a.t.p., antes del tiempo presente, solución que no toma en cuenta que el presente de hoy no es el de ayer ni el de mañana y que, si un escrito de hoy es leído dentro de, digamos, 200 años, el lector se hará un matete de dimensiones calculando fechas.
A veces lo mejor que se puede hacer es no hacer nada. Sobre todo, si algo, como dijo un filósofo contemporáneo, está mal, pero no tan mal. Así que como les digo siempre: ¡¡¡FELIZ 2023!!! Que el 2022 ya está perdido.